La profecía de Fukuyama se cumple en la Argentina libertaria. No importa nada de lo que parecía importar. Que nadie pare la joda, que todo el año sea carnaval.
"No me pares ahora, que la estoy pasando bárbaro", cantaba Freddie Mercury. La Argentina que se pintó de violeta en las elecciones legislativas no quiere parar la función del circo de Javier Milei. ¿Se puede ir todo a la mierda, como diría Melconian? No seamos ortivas: que siga el baile, incluso en la cárcel de San José 1111.
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Este domingo se quemaron los últimos papeles de la vieja Argentina. La paliza que se había comido el Gobierno en las urnas bonaerenses del 7 de septiembre instaló la idea de que el carnaval se apagaba, que la fiesta se iba a terminar. Creímos en el poder transformador del voto, que había retrotraído la carroza mileísta a su condición original de calabaza. Nos comimos la curva. Era un espejismo, una maniobra de distracción.
Lo que acaso esté terminando en la Argentina de Milei es la Historia: quizá la profecía de Fukuyama se está cumpliendo aquí, en el culo del mundo, con 33 años de delay, los mismos que tenía Jesús cuando se inmoló en la cruz y marcó el antes y el después que quebró el devenir de la Humanidad.
Dijimos que el modelo de la motosierra derivaría inexorablemente en un proceso de ajuste - protesta - represión y eso pasó. Ajuste sobre la educación, la ciencia y la salud públicas. Ajuste impiadoso y represión sobre sectores vulnerables como jubilados y personas con discapacidad, principales pagadores de platos rotos.
Nos indignamos cuando el Presidente se la agarró personalmente con un chico con autismo.
Advertimos que teníamos un presidente autoritario, xenófobo, racista, homofóbico y misógino.
Nos escandalizamos cuando, desde Davos para todo el mundo, acusó de pedófilos a los homosexuales (a todos).
Embed - Javier Milei fue muy duro contra las ideologías de género en Davos 2025
Notamos que el Presidente era asaltado frecuentemente por brotes místicos y delirios de grandeza, lo que lo investía de una peligrosa omnipotencia y convertía en unipersonal el proceso de toma de decisiones por su incapacidad de identificar como pares a otras personas y, entonces, reconocer valor en opiniones ajenas.
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Había una vez, un circo de Javier Milei
Tomamos al DT polemista pugilista de amagues Ricardo Caruso Lombardi, en su salto a la cancha electoral porteña, como abanderado de un tiempo carnavalesco y circense que tomaría más color con el cierre de listas para las legislativas nacionales, que consagró representantes del pueblo de la Nación a la vedette petfriendlyKaren Reichardt, promotora de muros para aislar electorados enfermos mentales; al también amigo de las mascotas Tronco Figliulo, anfitrión de Milei, la hermana Karina y el perro clonado Conan en una sesión estrimeada de catársis en la que el jefe del Estado, enfundado en mameluco de YPF, descerrajó al menos 70 insultos, 44 de ellos dirigidos a periodistas; a la también vedetteVirginia Gallardo y a la coach espiritual Laura Soldano, entre otros personajes de varieté que no eran, hay que decir todo, exclusividad de La Libertad Avanza (el Turco García, Jorgito Porcel, Evelyn Von Brocke, Larry de Clay...).
Embed - El editorial de Ernesto Tenembaum sobre los insultos de Milei a Mengolini y Manguel.
Nos escandalizamos con los vínculos de José Luis Espert con un empresario detenido e investigado en Estados Unidos bajo los cargos de tráfico de drogas ilícitas, lavado de activos y fraude y le reclamamos al Presidente que retirara su postulación. Vimos cómo El Profe negaba todo hasta que no pudo negar más. Vimos cómo Milei bancaba al gladiador durante una semana hasta que no pudo bancarlo más, le soltó la mano y lo convirtió en Lord Voldemort, El Innombrable: vimos cómo, en un spot de campaña que se nos ocurrió guionado por Saborido para Capusotto, el muleto Diego Santilli lo llamaba "persona que bajó su candidatura" y convocaba a "marcar al Pelado" para "votar al Colorado".
Los dinosaurios de la política no quieren que nada cambie y se dedican a poner palos en la rueda, por eso este 26 de octubre la boleta única no tendrá mi cara.
No te preocupes: CASILLERO 1, lista violeta para defender el cambio del Presidente Milei y acompañarme con tu voto. pic.twitter.com/PjWPlnD5xB
Scott Bessent, el virrey de Donald Trump en Argentina.
Imagen generada con IA
Nos pareció que la performance de Milei en el encuentro que mantuvo con su mecenas todopoderoso en la Casa Blanca había sido un papelón; que el Presidente se había arrastrado; que era mucho tanta sumisión; que no hacía falta tanto.
Nos espantamos con el recital que Milei y su Banda Presidencial ofrecieron en el Movistar Arena. Nos pareció el acto de campaña más bizarro jamás visto y una señal alarmante de disociación del Gobierno y de su líder con la realidad, marcada a fuego, en esas horas, por el narcoescándalo de los aportes crocantes de Fred Machado, el Señor de los Cielos. Entendimos que era un manotazo desesperado al nervio del núcleo duro del electorado violeta para recuperar la mística y nos preguntamos si quedaba algo afuera de esa convención de clubes de fans celebrada en el barrio de Villa Crespo.
Pensábamos que todo eso importaba. Nada. No importaba nada. Le erramos como a las bochas.
Ver a Diego Santilli en la misa pospunk de Carajo, el streaming de Gordo Dan, comandante en jefe del brazo armado con celulares de las Fuerzas del Cielo, exhibiendo el trofeo que se había ganado 24 horas antes en la madre de todas las batallas y sometiéndose al cumplimiento de su promesa de pelarse si ganaba -fundiéndose con Espert en una metamorfosis reivindicatoria- me recordó lo que dijo el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba el año pasado, cuando le pidieron ayuda para entender el fenómeno Milei. Palabras más, palabras menos, el señor Miyagi de Santiago Caputo advirtió: le vaya bien o mal al Presidente, nadie que no tenga voluntad y pericia para hacer el rídículo en las pantallas podrá triunfar en la Argentina DM. "Me gustaría ser candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires", se entusiasmó Santilli este martes, con todo derecho.
Embed - NOS PELA DIEGO SANTILLI en La Misa Con el Gordo Dan, Nico Promanzio, Pablo y Tonio
Así que listo. Ya fue. Ya demasiado le pifiamos. En este acto sencillo pero no por eso menos emotivo, nos comprometemos a abstenernos de pudrir la fiesta. No cuenten con nosotros. Dejemos que todos se pongan a bailar el rock, también, ¿por qué no?, en la prisión domiciliaria.
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Que en la Argentina todo el año sea carnaval y que ¡viva la libertad, carajo!