LA QUINTA PATA

Javier Milei y el peronismo: ¿quién piensa en el 44%?

Medio país está huérfano de representación. Ajuste y desregulación: una legión de heridos. ¿Un Néstor de derecha? ¿Genio o loco? El sistema no le saca la ficha.

Javier Milei ha hecho del inicio de su gestión un festival de sufijos aumentativos, con ecos de azote: Caputazo, decretazo y ahora, en sesiones extraordinarias del Congreso, paquetazo. Mientras, la Argentina desposeída y sectores de la clase media siembran en la calle el germen de una resistencia. Sin liderazgos significativos, el 44% que votó por Sergio Massa –o, lo que da igual, contra el ultraderechista– se revuelve ante lo que ve, lo que presiente y lo que recién comienza a dolerle. ¿Alguien piensa en esa parte de la sociedad?

No Milei, por cierto. No al menos en términos de contención, dado el sesgo brutalmente antipopular de todo lo que ha anunciado hasta el momento, destinado a instaurar el imperio del mercado de un modo curioso: el mercado que prohija no es la hipótesis de trabajo de Adam Smith, sino uno impúdicamente desigual, oligopólico o incluso monopólico, lo que hace fácil ponerle nombre propio a las empresas o magnates beneficiarios de cada medida. Los nuevos planeros.

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Mientras, el Presidente embiste contra casi todo armado con un escarbadientes de plástico. Recuerda por su estilo de cantar falta envido todas las manos sin mirar las cartas al Néstor Kirchner de 2003; natural: el Milei del 30% propio tiene la misma necesidad de construir poder que el NK del 22%. Así las cosas, ¿loco o genio de la política? Él dice que la diferencia entre esos extremos solo es el éxito. El Círculo Rojo empresarial y político no tiene tanto tiempo y se desespera por no poder sacarle la ficha ni anticipar sus movimientos.

"El gobierno del presidente Milei fue electo para realizar un cambio en la Argentina y lo que ha expresado en toda la campaña lo está llevando adelante. Tiene la legitimidad del 56% de los argentinos que lo votaron. Eso hace que el presidente se sienta absolutamente empoderado para llevar adelante este proceso de transformación en la Argentina. Por supuesto, dialogar vamos a dialogar con todos, pero con la firme convicción de que este es el camino", dijo Guillermo Francos, el rostro amable de la administración de ultraderecha. Hablar se habla; aliviar a los perdedores del modelo es otra cosa.

Ante el decreto innecesario y carente de urgencia, una ilegalidad manifiesta que propone nada menos que una desregulación pinochetista de la economía argentina en democracia, el sistema de partidos busca cómo acomodarse. Pocas de sus referencias, por el momento, se acuerdan de que existe un 44% que representar –¿algo más a esta altura?– y se concentran en su propia supervivencia. Mañas de la casta.

La fragmentación del Congreso, la insignificancia en bancas y luces de La Libertad Avanza, la vocación prooficialista de la mayoría del PRO y los manotazos defensivos que, como un boxeador groggy, lanza el peronismo, le dejan a la UCR la llave del quorum. Siempre es interesante seguir el eslalon del partido radical.

Su nuevo presidente, Martín Lousteau, asumió hace poco con un discurso que pareció rescatar el legado socialdemócrata del alfonsinismo. El mismo, claro, tiene su valiosa veta liberal en lo político, lo que lo llevó a calificar al DNU de "inválido".

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En ese sentido, entre la espada y la pared de una bancada propia dividida entre el apoyo al fondo y el cuestionamiento a la forma, le ofreció al Presidente el reemplazo de esa norma abusiva por proyectos de ley espejo, esto es que reprodujeran exactamente el contenido del decretazo, pero como proyectos de ley.

El "dialoguista" Francos, como se dijo más arriba, respondió que será DNU o no será y el propio Milei hizo lo propio, cantando falta envido sin levantar las cartas de la mesa. El hombre se victimiza, denuncia que no dejan gobernar a un presidente votado por la mayoría y recién asumido, y logra un prodigio: que se discuta mucho más el formato de la medida, de por sí reprensible, que su fondo depredatorio.

Ante eso, el jefe de la bancada radical, Rodrigo de Loredo, se conformó: si al Gobierno le gusta tanto su DNU, al menos que no envíe uno solo, sino varios, divididos temáticamente, lo que permita votar sí a unos y no a otros. Cansada de romperse, la UCR se dobla, se dobla infinitamente, al punto de convertir lo que pase en el Legislativo en un enigma.

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La pinochetización de la economía argentina no puede, así, descartarse, y los tribunales también deberán hablar ante la lluvia de cautelares que ya se comenzó a derramar sobre ellos.

El plan Milei es tan extremista que le complica sumar adhesiones. Mediciones a las que accedió Letra P muestran que, a dos semanas de haber asumido, el anarcocapitalista no registra la luna de miel habitual, que lleva a los presidentes flamantes a hacerse con un voto de confianza que eleva sus niveles de popularidad al 60 o al 70%. Con todo, pese a los rigores anunciados, tampoco baja de su 55%.

La pregunta que motiva esta columna es quién se hace cargo del 44% que quedó huérfano de padre y de madre: el primero –sea quien sea– se fue; la segunda calla. Se trata de sectores que viven en la economía informal o que son parte de una clase media que es o que fue, pero aún se autopercibe como tal. O, mejor dicho, la parte de ambos sectores que nunca compró el mileísmo.

El Caputazo, el decretazo, el paquetazo que tratará el Congreso y hasta la dolarización en ciernes comienzan a generar una coalición de damnificados tan amplia como heterogénea.

Quienes reciben planes sociales perderán por recortes efectivos de partidas y por la competencia con una inflación implacable que sumaría alrededor de 60% entre diciembre y enero y que pronto se empinará a un 300% anual. Los jubilados también perderán, dependientes como quedarán de la lapicera de Milei.

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Los trabajadores informales, los changuistas, perderán en medio de una economía que ya está en proceso de congelamiento.

Los formales perderán en sus salarios, en sus derechos indemnizatorios y en el propio recurso a la huelga.

Habrá que ver quiénes, entre estos últimos, podrán seguir pensándose como clase media cuando la inflación llegue a su nueva velocidad crucero, en tanto esta será el gran pato de la boda de Milei. La trabajadora perderá, como se dijo, y también la profesional en medio de la recesión que viene. La salud privada devendrá un artículo de lujo, lo mismo que la educación privada, lo que conformará una "caída" –Mauricio Macri dixit– en sistemas públicos que marchan a su desfinanciamiento.

Lo que las personas movilizadas, básicamente de clase media, dicen sentir refleja –cual espontáneos focus groups– la mencionada dispersión de las oposiciones.

Para ser algo más, esa coalición dispersa necesitará liderazgos y alguna consigna unificadora que compendie de modo eficaz tanta queja difusa.

"Se movilizan contra el Caputazo, el decretazo, el avasallamiento a la división de poderes, la amenaza a los derechos laborales, la derogación de la ley de alquileres, la inflación, la pérdida salarial que viene, el protocolo antipiquetes, la venta de tierra a extranjeros, la depredación de los recursos naturales y hasta la presencia de figuras de la casta de 2001 en el Gobierno nacional", reseñó desPertar, el newsletter de Letra P.

Para ser algo más, esa coalición dispersa necesitará liderazgos y alguna consigna unificadora que compendie de modo eficaz tanta queja difusa.

Patricia Bullrich tiene una virtud: su torpeza discursiva es tan grande, que la vuelve transparente. "Estamos trabajando para que, en pocos meses, terminemos con la inflación, para que alcance el salario, haya mejores trabajos y mejores oportunidades", dijo en Radio Mitre.

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La referencia es reveladora. El mandato que el 55,7% le dio a Milei es unívoco: que baje la inflación. A ese reto, de por sí desafiante, la ministra de Seguridad suma dos promesas: ello ocurrirá "en pocos meses" y permitirá que "alcance el salario". Audaz.

El 44% descree y mira al peronismo. A pesar de ser primera minoría en el Congreso, este percibe un clima inquietantemente incierto en cuanto al acompañamiento parlamentario al DNU y, en sintonía con la CGT, confía más en bloquearlo en el Poder Judicial que en el Legislativo. ¡Cómo estarán las cosas!

El futuro del proyecto de la ultraderecha se jugará en torno al mandato popular de abatir la inflación. ¿Será? Y si lo es, ¿ese futuro llegará a través de un flirteo con la hiperinflación y la licuación fatal de los ingresos, con escala final en la dolarización, o, como promete el Presidente, después de un 2024 duro que dará paso a que los ingresos populares "vuelen"?

En eso se juega su suerte. Y, como contrapartida, la posibilidad de que el 44% al que la política por ahora no interpela encuentre un modo de hacer oír su voz. Una sola voz. Potente y clara.

Javier Milei y el fetiche de la dolarización.
teatro antidisturbios

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