La cuestión es qué ajuste.
El ADN del Caputazo
Caputo llegó al entorno del Presidente con la promesa de que traería divisas frescas para eliminar las Leliq –la deuda de corto plazo del Banco Central, una promesa de emisión futura– y para dolarizar la economía. No aportó ni lo uno ni lo otro, pero igual quedó y su política terminó siendo un ajuste ortodoxo, improvisado y desaprensivo. Uno que duele más de la cuenta y, para peor, tiene pronóstico reservado.
Caputo anuncia las medidas económicas
El mandatario es un anarcocapitalista que aborrece al Estado y los gravámenes, pero también un hombre que sabe que su pellejo está en juego por las reacciones que está provocando demasiado prematuramente. Por eso –¡pecado!– su ajuste está hecho en un 40% de una mayor carga tributaria: Ganancias sobre los salarios –eliminadas por el diputado Milei y repuestas por el presidente Milei–, un PAIS mayor sobre las importaciones, retenciones para todos y todas, pagos anticipados, moratoria y blanqueo. El 60% restante es motosierra.
A priori habría que reconocerle que ese pragmatismo evita parte del dolor entre los más pobres, aunque no en la clase media que paga y paga. Sin embargo, eso tampoco es así porque el Milei dogmático anula al pragmático apenas este despunta.
Ese dogmatismo pasa por otros principios de política, como una devaluación del peso que fue mucho más allá que lo calculado, el viva la Pepa de las remarcaciones con Secretaría de Comercio vaciada, la liberación de precios regulados como los de los combustibles y las prepagas, y un desmonte veloz del esquema de subsidios a la luz, el gas y el transporte desde el mes que viene.
Para muestra, un botón: con el liberalismo bobo –¿o será que no es tan bobo?–, las petroleras hacen lo que se les canta. Shell aplicó un nuevo aumento del 37% –que se suma al 30% impuesto el último fin de semana largo–, con lo que la nafta premium se acerca a los 800 pesos, casi un dólar. Pronto se sumó la movida de YPF y vendrán las del resto de las jugadoras del mercado. ¿El Gobierno? Aplica la doctrina Lamolina del "siga, siga" y la inflación se alimenta con más de uno de los precios madre.
Otras causas del dolor
Junto con la idea dogmática de la libertad irrestricta de los formadores de precios y de la megadevaluación que brindará una superrenta a los exportadores –sobre todo los sojeros–, el dolor del ajuste mileísta-caputista nace de su desmesura.
Si Alberto Fernández y Sergio Massa dejaron un déficit primario –antes del pago de deuda– de 3% del PBI, ¿por qué el nuevo Gobierno impone un ajuste de 5,2%?
La causa ya se conoce. Según Toto Caputo, el país de las nueve renegociaciones de su deuda pública no debe permitirse una décima, y según el jefe de Estado, la reconstrucción del capitalismo nacional se realizará solo en base a un cumplimiento irrestricto de los contratos. Como postulara Nicolás Avellaneda en 1876, incluso "sobre el hambre y la sed" de millones de argentinos.
Así lo explicó Manuel Adorni, quien dijo: "El resultado fiscal que se espera para este 2023 es del 3% del PBI. Esto es gastos versus ingresos del Estado. A esto hay que adicionarle los intereses de la deuda, que es otro 2,2% del PBI. Deuda que, también hay que entender; no es mala voluntad del político o gobernante de turno". Así se llega al maldito 5,2.
Para ello, por el lado de los recortes, hay que anotar la cancelación de la fórmula de movilidad jubilatoria y su reemplazo por aumentos que se definirán por decreto. La fórmula moribunda –que se la baja porque generaría incrementos reales cuando el IPC empiece a bajar– generaría, por estar vinculada a la inflación pasada, una masacre sobre los haberes en meses en los que los precios treparán mucho, pero eso podría ser paliado como hasta ahora con sumas fijas. No. Adorni declaró sin tapujos –y acaso también sin conciencia– que "en términos de gastos va a haber una baja del 0,4% en el esquema de jubilaciones y pensiones" para llegar al ajuste del 5,2%, generar superávit financiero y así abonar la deuda. En la noche del miércoles, en TN, Caputo no paró de reventar esa pelota a la tribuna. "Son decisiones", explicó Miguel Ángel Russo.
Renegociar otra vez la deuda pública sería el enésimo papelón internacional de la Argentina, pero su carácter impagable estalla ante los ojos, por monto y estructura de vencimientos. No hacerlo es una elección política, una en la que coinciden Avellaneda, Milei, Caputo y Adorni. Uno de estos, claro, está muerto, pero puede que los tres restantes descubran más temprano o más tarde que provocaron demasiado dolor y se causaron un daño político innecesario porque, finalmente, las cosas son como son.
El debate ausente
Cualquier ajuste ortodoxo busca alinear precios relativos que perdieron la lógica: tipo de cambio, tarifas, combustibles, bienes y servicios en general. En este caso falta uno, el salario –y las jubilaciones–, pero la concepción mileísta de la vida no llega a ese punto. Se trata del debate ausente.
Sobre los salarios, resultó hilarante un tramo de la conferencia de prensa de este miércoles del vocero presidencial.
–¿Va a haber alguna medida complementaria para mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores? Porque estas medidas claramente van a provocar un impacto importante en los ingresos –preguntó, con tino, un periodista.
–Bueno, no sé específicamente a qué te referís con el tema de que va a impactar en los ingresos –replicó Adorni.
Quienes trabajan en el Estado no saben si explotar primero por los despidos que vienen o por la licuación salarial que se prepara para ese sector.
Extraña y preocupa que el Gobierno no tenga en cuenta los salarios y las jubilaciones en este contexto. Así lo señaló incluso un economista insospechado de heterodoxia como Carlos Melconian. "Todos estos programas, en el durante, tienen una pata heterodoxa. Si vos no tenés vergüenza en ir para atrás con la dolarización ni en canjear licuadora (de ingresos) por motosierra (…), tampoco te tiene que temblar el pulso por una heterodoxia salarial", pinchó.
Atenerse a las consecuencias
¿Qué se espera que salga de un programa de este tipo? Una inflación al alza, que según el economista Martín Kalos, "en febrero podría estar en cerca del 300% interanual. Después, dependiendo de las medidas que tomen, podría quedarse en ese nivel o superar el 400 o el 500%".
Así las cosas, la carne aterra–afirman que, sin seguimiento oficial, el kilo podría irse a 8.000 pesos criminales– y un periodista de esos que saben de lo que hablan como Ismael Bermúdez no se sorprendería si la pobreza saltara al 65% …
Otros economistas consultados por este medio le pusieron a la recesión en ciernes un piso del 4% del PBI. El panorama es lúgubre.
El "opoficialismo" posmacrista deploró ayer a Massa y su herencia al conocerse el IPC de noviembre, que arrojó un 12,8%, con alimentos volando bien por encima del promedio con un aterrador 15,7%.
Sin embargo, lo peor es que esa es una foto vieja, muy agravada por el desgobierno panperonista posterior al ballotage, la devaluación mileísta, su suelta de remarcaciones y la liberación de los combustibles. Diciembre dejará un número "sustancialmente más alto", anticipó el jefe del Palacio de Hacienda, y luego empezará la saga de las tarifas. Y que sea lo que sea.
El dólar oficial de 800 pesos en el tramo mayorista redujo al 26% la brecha con el "contado con liquidación" –ahora libre–, pero hay que seguir su evolución. Según Caputo, se actualizará por un tiempo corto mediante minidevaluaciones –crawling peg– equivalentes a un 2% mensual, un virtual congelamiento en el contexto del fogonazo inflacionario que se gesta.
¿Y después, qué? Que Dios nos ayude. La propia la inflación podría mandar la economía a jugar al Juego de la Oca, poniendo al tipo de cambio una vez más en posición de atraso y en la línea de partida. Algunos suspicaces ya miran a marzo o abril, cuando las cerealeras deban decidir si el tipo de cambio real del momento les justifica vender o acopiar.
Ese escenario –posible, no seguro– podría generar la necesidad de otra devaluación, otro ajuste ortodoxo y un loop interminable de remarcaciones y desplomes de los ingresos populares. Esa es la pesadilla económica, social y política del momento.
El Evangelio según Javier
Milei y Caputo eligen infligirles a los sectores más pobres y a la clase media un dolor evitable porque quieren respetar los contratos, en especial los que imponen pagos de deudas.
¿Las jubilaciones, su movilidad, los salarios que no deberían licuarse demencialmente, las indemnizaciones y los derechos laborales, la ley de Contrato de Trabajo no entran en la categoría de "contrato"? Deberían ingresar, como surge de la ley de Contrato de Trabajo, aunque en la concepción anarcocapitalista gobernante se trate de convenios de segunda, unos que se pueden violar sin mayor remordimiento.
Más todavía, ¿qué decir de la propia Constitución Nacional?
La realidad estará determinada por la crudeza de una política que supone una transferencia enorme de ingresos al sector exportador y un encarecimiento de los insumos industriales y los bienes importados, en detrimento del consumo popular. Gana quien exporta, pierde el que vende al mercado doméstico y colapsa quien depende de ingresos fijos o, peor, informales. Bienvenidos al Evangelio según Javier.
Delira quien pretenda abolir el capitalismo, pero no quien intente gestionarlo con realismo, criterio de patria y sensibilidad humana.