NOVENA SECCIÓN

Teatro antidisturbios: Buenos Aires, capital nacional del derecho a la protesta

Kicillof toma distancia del Protocolo Bullrich. Las manifestaciones callejeras, otra pata de la resistencia a la motosierra de Milei. El espejo de Córdoba.

“Si Patricia Bullrich quiere venir, que venga. Estamos volviendo al 2001. Tengo derechos”. María Rosa trabajó de empleada doméstica hasta que se jubiló, hace seis meses. Son las tres de la mañana y entre el gentío y bajo una garúa casi imperceptible mece el carrito donde duerme su nieta de nueve meses. Llegó a las puertas del Congreso desde La Matanza con su hija y una vecina. Dice que terminó de escuchar al presidente Javier Milei y no dudó en subirse al auto. Anuncia que mañana, pasado y “siempre que haga falta” saldrá a la calle en Laferrere, su barrio de toda la vida.

Veinticuatro horas después y 60 kilómetros al sur, la esquina de 7 y 50, frente a la plaza céntrica de La Plata en torno a la cual se ubican la sede de gobierno y la Legislatura, unas dos mil personas también golpean cacerolas. La escena se repite en Quilmes, Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora, Junín, Mar del Plata, Bolívar, Lincoln y más.

Algo huele mal. No ayudan las declaraciones del Presidente, al día siguiente del decretazo con el que hundió la espada de su motosierra hasta las entrañas del Estado: “Les aviso que habrá más”, dijo y chicaneó a quienes salieron a manifestarse en su contra… “Están abrazados y enamorados del modelo que los empobrece”.

Vencedores vencidos (Estadio Atenas de La Plata, 03-09-88) - Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota

No ayudan los dichos de la ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino, quien desde el otro lado del mundo vía Twitter avisó que los contratos se podrán pactar es especie, “como kilos de novillo o litros de leche”. Un montón.

La calle

El Protocolo Antipiquetes de la ministra Patricia Bullrich parece haber nacido muerto en la provincia de Buenos Aires, donde el gobernador Axel Kicillof avisó que no cuenten con él para reprimir las protestas y marcó diferencia con su par cordobés, el peronista díscolo Martín Llaryora. La provincia mediterránea donde el minarquista sacó el 75 por ciento de los votos en el ballotage fue el primer territorio donde se ejecutó una represión que terminó con gases lacrimógenos, heridos y detenidos.

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Como contó Macarena Ramírez en Letra P, el peronismo se reagrupa en el distrito más grande del país convertido en cuartel de la resistencia y diseña una avanzada por tres carriles: lluvia de amparos judiciales, pelea legislativa y la calle.

Cuidadosa de sus movimientos para no quedar como fuerza desestabilizadora a diez días del inicio del gobierno libertario, la tropa peronista con responsabilidad de gestión no termina de ponerse de acuerdo en el modo de actuar en el espacio público, pero sabe que la población autoconvocada en las calles es una herramienta de presión de la que no puede prescindir.

Cacerolazo

El intendente de un distrito del segundo cordón del conurbano va más allá del decreto. “Esto no es nada; la gente todavía no sintió el desastre en el bolsillo. Hay un estallido en progreso y si no se toman medidas nadie podrá pararlo”, dice a Letra P y se abraza a la “esperanza boba” de que el Gobierno recapacite.

Aunque con matices, la preocupación no es sólo de la dirigencia de Unión por la Patria (UP). Fuera de micrófono, un dirigente que fue parte del gobierno de María Eugenia Vidal reconoce que la situación “puede tornarse inmanejable” y suelta la ironía: “Hace falta un poquito de peronismo”.

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Debido a la falta de potestad de la Nación para actuar sobre territorio provincial, la responsabilidad de lo que pueda pasar es toda del gobernador. Por si acaso, en La Plata se refugian bajo el paraguas de la Justicia y en el Ministerio de Seguridad que conduce Javier Alonso avisan que la policía es auxiliar de la Justicia. Si un juez ordena desalojar la vía pública, como pide Bullrich, la fuerza actuará.

Mientras el descontento en un sector de la población se cuece a fuego lento, la dirigencia enrolada en la nueva oposición toma la temperatura de la calle y evalúa para no actuar a destiempo. No puede correr muy de atrás, pero tampoco intentará llevar de tiro a la gente. Aquel mismo intendente que presagia un futuro incierto, vuelve sobre el resultado electoral y sentencia: “Esta vez, la población dejó en claro que es ella la que toma las decisiones, más allá de nuestro mensaje como dirigentes. La gente marcará los tiempos”.

El que parece estar acelerando los tiempos es Milei.

Javier Milei lo hizo: el peronismo se reagrupa: Magario, Kicillof y Massa.
Reunión de la CGT tras el decretazo

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