Horacio Rodríguez Larreta ató su liderazgo y su futuro político a las candidaturas de María Eugenia Vidal y Diego Santilli. En el último tramo de la campaña hacia las PASO, el jefe de Gobierno porteño repite la táctica que la exgobernadora usó exitosamente con Esteban Bullrich, cuando en 2017 logró la hazaña de ganarle a Cristina Fernández en Buenos Aires: se mueven de a par. En cada entrevista televisiva donde se sienta Santilli, se sienta también Larreta. Lo mismo hace el alcalde con la precandidata en la Ciudad, en un intento por trasvasarle su imagen positiva y volver a angelar lo que aparentemente se desangeló. Además, apuntan a asegurar el voto de las PASO, evitar la fuga que se registró en las primarias de 2019 y responder al reclamo de un electorado que en los focus group pide mayor dureza contra el Gobierno.
En Uspallata, cuartel general del larretismo, el gabinete de la Ciudad trabaja en la estrategia que coordina Fernando Straface. "Quiero que Horacio sea Presidente", le dice uno de los ministros a Letra P, mientras llena de elogios a Vidal y reivindica su actitud de escucha. "No se mueve en una burbuja, escucha todo", aclara y agrega que en los últimos tiempos, después de cansarse de explicar por qué dejó la provincia y regresó a la capital, la exgobernadora está encontrando el tono de campaña y presentando propuestas concretas. "La gente espera a la Leona", admite el mismo dirigente sobre el rol que asumió la exvicejefa y exministra de Desarrollo Social porteña. De todo eso se habló hace una semana en un asado de precandidatos y precandidatas y y se habla permanentemente en mesas de café.
El objetivo es capitalizar el enojo de la sociedad a través del propio enojo (contra el Gobierno y el kirchnerismo). Se nota en la expresión dura en el rostro de Vidal y en cada frase que dice. El mensaje acordado, además de engrosar la polarización, apunta a prometer soluciones a los problemas cotidianos de la ciudadanía. Lo mismo hace Santilli, que en un nuevo spot mira a cámara y, en primer plano, enojado, reclama: "Es urgente que le digamos basta a este gobierno que no para de limitar la libertad". No hay locutor. La voz que se oye pidiendo el voto es la del propio jefe de Gobierno de la Ciudad. Sin embargo, para una parte del macrismo duro no alcanza, subterráneamente, se vislumbra un operativo clamor: Mauricio Macri 2023.
Aunque se muestren juntos, cada cual juega su juego. Eso revela el cambio con respecto a Ricardo López Murphy, quien aparentemente será la sorpresa de esta elección al frente de Republicanos Unidos y obligará a la integración de las listas. Vidal no lo ataca y Straface se mantiene en contacto, al igual que Patricia Bullrich. Macri apostó más fuerte y lo citó dos semanas atrás a su oficina de avenida del Libertador. "En el Congreso necesitamos más halcones que palomas", señaló. Además, le agradeció que esté dando la pelea por dentro de Juntos por el Cambio y que ayude a contener el enojo de quienes ya no confían en el resto de la dirigencia de la coalición. A Vidal, el electorado duro le factura su silencio mediático durante el primer año de pandemia y la mudanza de distrito. Influencers opositores la trataron de "traidora" y ya tuitean pidiendo el regreso del expresidente. Bullrich misma acaba de decir que obtendría más votos si fuera ella la candidata. El riesgo, insisten en Juntos por el Cambio en su versión del área metropolitana, es que se escurran votos hacia las figuras de Javier Milei, José Luis Espert, Juan José Gómez Centurión y Cynthia Hotton.
La mayoría de la dirigencia de JxC comparte una preocupación que Macri expresa en cada reunión: la baja participación en las PASO. Este martes, en Santa Fe, el exmandatario instó a la población a ir a votar con la convicción de que su propio electorado es más reticente a participar que el del oficialismo. "Basta de tibios", exclamó el locutor que lo presentó. No fue una frase aislada, se escuchará más veces en estos días. Se encuadra en esa estrategia cada respuesta que Juntos por el Cambio le dé al Gobierno frente a los temas de la disputa pública, como la foto del cumpleaños de Fabiola Yáñez en Olivos, las diferencias limítrofes con Chile o la oportuna reaparición del sindicalista Pata Medina, que revitalizó la ira de Vidal. "Son todos temas que polarizan la grieta", se oye entre bambalinas. El nuevo hasthag es, justamente, #Basta.
Las elecciones de 2019 dejaron una enseñanza en la coalición, además de la derrota: las PASO pesan en el imaginario y, aunque el resultado puede revertirse (Alberto Fernández perdió ocho puntos entre las primarias y las generales), se debe salir a buscar el gol en el primer tiempo. La campaña ideada entre larretistas y vidalistas apunta al voto joven, al sector de la población desencantado, desilusionado, que camina por la vía del medio; ese electorado al que tientan los outsiders de izquierda y de derecha y que incluye el hartazgo de quienes creen que la única salida es Ezeiza.