El golpe de los números gruesos del escrutinio de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) fue tan contundente que nubló de entrada cualquier análisis fino en el Gobierno. Después de una noche de sueño entrecortado y pases de factura susurrados, más datos emergen, capaces de arrimarle, al menos, una idea sobre a quiénes debe salir a atender para revertir o, cuando menos, atenuar el voto castigo. ¿Tiene herramientas para lograrlo? ¿Le alcanzará el escaso tiempo que media hasta las elecciones del 14 de noviembre? ¿La maldita pandemia, que explica tantos reveses y, a la vez, hace imperdonables tantos errores cometidos en la campaña, dará tregua o, como el diablo, volverá a meter la cola?
Mauricio Macri ha dicho varias veces que su "gobierno económico" culminó con la derrota a manos del Frente de Todos en las PASO del 11 de agosto de 2019. Algo análogo podría decir hoy Alberto Fernández, aunque no en un sentido idéntico: si al primero se le fueron de las manos todas las variables de la economía, el segundo las tiene más firmemente aferradas en virtud de una torta Rogel de controles y cepos. Entonces, lo que terminó es el modo en que intentó manejarla, de un modo –como dijo alguna vez– "a veces más ortodoxo, otras de un modo más heterodoxo" y afín al mantra de Martín Guzmánde "tranquilizar" la macro. Baja el dólar blue y suben las acciones argentinas: el tiburón del mercado ya huele sangre y festeja la inminencia de un cambio de época. La historia demuestra que dos años son eternidad en la Argentina imprevisible, así que se apuran demasiado. Lo concreto, con todo, es que empieza otro tiempo, un verdadero albur en el que nadie en el oficialismo dudaría en sacrificar su propia idea del futuro en el altar del más corto plazo.
La intuición oficial de que se perdieron votos de sectores populares que son la base por antonomasia del Frente de Todos y también gran parte de los que Fernández había aportado en 2019 – moderados, no kirchneristas pero tampoco anti, cansados de la grieta y ansiosos por mejorar las condiciones de vida– se respalda en los datos que emergen del escrutinio.
Más allá de los ciudadanos y las ciudadanas que prefirieron quedarse en casa en lugar de ir a votar, las duras derrotas a manos de Juntos por el Cambio en territorios bonaerenses que se consideraban propios dice mucho al respecto. Incluso, lo ocurrido en la Ciudad de Buenos Aires, donde JxC no solo ganó por paliza sino que hasta Javier Milei superó su promedio del 13,66% en comunas como la 8 –Villa Soldati, Villa Riachuelo y Villa Lugano– y la 4 –La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya–. ¿Las clases populares han decidido martillarse los dedos, como refunfuña hoy el oficialismo más confundido y ofuscado, o simplemente tantean opciones, con la misma sapiencia y torpeza de quienes se ubican más arriba en la escala social, en base a la oferta disponible y a quienes mejor encarnan su frustración?
La cuestión de Milei es interesante: su 13,66% en el promedio de la Ciudad representó, sin dudas, una fuga por derecha de sufragios de JxC. Sin embargo, la alianza opositora no perdió potencia electoral con su 48,19%. La conclusión es clara: por más que se insista en la cuestión de los modelos en pugna, los hombres y las mujeres de ese sector oscilante, no ideológico y decisivo, piden, más que grieta, un alivio en la única existencia que les ha sido dada.
El Presidente, que decidió no mostrarse enojado con la gente como el Macri de 2019, aseguró en la noche del domingo que "la campaña acaba de empezar y en noviembre hay que ganarla". Acaso, dado el tamaño de la golpiza recibida, el objetivo deba ser más módico: hacer control de daños, recuperar lo posible para que –al menos– la derrota sea menos abultada, no perder el quorum en el Senado, no retroceder demasiado en Diputados y salvar la ropa en la provincia de Buenos Aires, vivero imaginado de futuros viveros de dirigencia K.
Desde la economía, para lograr esos objetivos habrá que aumentar la frecuencia del paso de las ambulancias. Un Guzmán desde hace algunos meses "más político" ya está jugado y lo que viene estará regido por la fórmula "más, más y más": más gasto, más obra pública, más crédito subsidiado…
El ministro sabe que está apuntado desde dos sectores, entre los cuales el más ansioso por sacarlo del gabinete es el que se referencia en Sergio Massa, curiosamente el que se arrogaba haberlo acercado al Presidente cuando la mano parecía venir bien. El cristinismo no piensa distinto, pero matiza el apuro. En efecto, se pregunta si el momento del reemplazo es este, cuando sigue pendiente la negociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Además, se formula una pregunta inteligente: más allá de Guzmán, ¿conviene ahora meter mano con firmeza en el gabinete?
Además de Guzmán –"atención, Mariano, hace otra vez ejercicios precompetitivos la vicejefa de Gabinete Cecilia Todesca"–, la aspiración está y los apuntados son varios más, empezando por el jefe de los ministros, Santiago Cafiero, y el titular de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas; curiosa o no casualmente, los dos primeros voceros del Gobierno en el día después de la Gran Derrota.
El estado de situación en indisimulable: en la mañana de este lunes difícil, Cafiero se refirió en radio La Red al fuego amigo y a las presiones para que renuncie con una frase sugestiva: "Frontalmente ningún compañero me lo ha dicho”.
La lista de apuntados no sorprende: se compone de los nombres de quienes han manejado la macro, la situación productiva, el derrame salarial del rebote posconfinamiento y, por encima, al mandamás de todos ellos.
Sin embargo, sigue el razonamiento, sin garantías de que noviembre sea mejor que este septiembre sin primavera, ¿gastar la bala de plata de la reforma de gabinete no expondría a los nuevos ministros al peligro de nacer viejos y derrotados?
"Terco", como le gusta a Cristina Kirchner que sean los funcionarios, Guzmán no disimula la preocupación, pero no piensa en dar un paso al costado sin que se lo pidan. Sus próximos pasos serán la presentación, este miércoles, de un proyecto para el impulso de la actividad hidrocarburífera y del Presupuesto 2022. Este, como suele decir, será su nuevo plan económico, aunque es de esperar que tenga mejor suerte en términos de cumplimiento en lo que hace al sensible asunto de la inflación.
Guzmán está jugado. A esta altura, no le queda más remedio que seguir cebando la bomba del gasto, pero noviembre está tan cerca que es dudoso que eso le sirva para cambiar el clima social. Apuesta a que el rebote de la economía se consolide en lo sucesivo, pero no le resulta fácil convertir los números en sensación térmica.
El INDEC dará a conocer este martes el índice de inflación de agosto. Para el ministro –para el Presidente, para el Frente de Todos– ya no hace diferencia que resulte un punto porcentual mayor o menor que el precedente; la carreta vuelve a preceder a los caballos. Lo central para ellos es poner ya mismo dinero en las carteras de las damas y en los bolsillos de los caballeros de modo que que eso supere en el cortísimo plazo el paso redoblado de los precios… y que Dios provea.
Sí, el Gobierno deberá encomendarse al Altísimo: no sea cosa que la temida variante delta del covid-19 desate una tercera ola en el momento menos propicio.