Más allá de los tropiezos que han reflejado las estadísticas oficiales y de que el alivio de este año no llegará a compensar lo perdido en el Gran Confinamiento de 2020, el rebote de la economía argentina se consolida como uno de los más significativos de América Latina, algo posible en buena medida por la reapertura de la actividad y por el satisfactorio nivel de vacunación. Aunque eso aún no se nota demasiado en la calle y, por eso, incidiría acotadamente en las PASO del próximo domingo 12, podría generar un mejor ambiente social y convertirse en un activo mayor para el Gobierno cuando se vote en noviembre.
El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM, la encuesta que realiza cada mes el Banco Central entre economistas de referencia) arrojó en su última edición una mejora de la perspectiva de crecimiento, que pasó del 6,3% al 6,8%. En tanto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) incrementó en julio su pronóstico para el país del 5,8% anterior al 6,4% y Moody's Analytics hizo lo propio hasta el 6,6%.
Ninguna de esas cifras permitirá recuperar este año la riqueza destruida en 2020 –expresada en una caída del 9,9% del PBI– y para lograrlo habrá que esperar, como se estima que ocurra, que la racha positiva se extienda. Así las cosas, ¿crecimiento o rebote? Mientras la actividad no recupere el terreno perdido, lo segundo.
Un estudio del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) indicó que, "para este año, el FMI proyecta un crecimiento en la región de 5,8% y de 3,2% para 2022. El organismo advierte que la recuperación mundial puede darse a dos ritmos, dependiendo del grado de acceso a las vacunas que tienen los países. Los datos disponibles son consistentes con estas proyecciones. Al considerar el primer semestre 2021, se aprecia que la mayor recuperación tiene lugar en Perú (20,9%), seguida por Argentina (9,7%) y Chile (8,8%)".
La intensidad de la recuperación es reflejo, en buena medida, de la pérdida precedente, como surge del caso peruano y también del argentino. Esta tiende a compensarse con la reapertura de actividades largamente cerradas en la primera ola de la pandemia del nuevo coronavirus.
Con todo, en la Argentina se vincula también con un nivel de vacunación que se encuentra por encima del promedio regional.
"En los países considerados, el impacto negativo de la pandemia y las medidas restrictivas aplicadas por los gobiernos se concentró en el bimestre abril-mayo de 2020. La mayor caída tuvo lugar en Perú (-35,7%) y las menores en Brasil (-14,3%) y Chile (-14,6). El promedio simple de las seis economías fue -21,1%. Luego se inició un proceso de recuperación sostenido que tuvo cierto amesetamiento en el segundo trimestre de este año, debido al impacto de nuevas olas de la pandemia. En junio de este año, las economías consideradas crecen en promedio un 15,3% interanual, volviendo a los niveles de actividad de junio de 2019", describió el IARAF.
Polémica gastada
Mucho se discutió el año pasado en todo el mundo si las cuarentenas prolongadas eran más o menos lesivas para las economías que el propio covid-19. Brasil, cuyo resultado al respecto fue un desprolijo saldo entre las medidas de prevención tomadas por numerosos estados y la resistencia del gobierno de Jair Bolsonaro, muestra que, si bien logró registrar una caída menor en 2020, este año tropieza con una reactivación irregular.
De acuerdo con datos del oficial Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), la economía se contrajo 0,1% en el segundo trimestre del año en relación con el período inmediatamente anterior, algo que sorprendió a los analistas y se traducirá en una reducción de la proyección anterior del mercado, cifrada hasta entonces en 5,22%. Según recordó el ministro de Economía, Paulo Guedes, el país tropezó entre abril y junio con la etapa "más trágica" de la pandemia, a lo que se sumará en lo sucesivo el impacto de peor sequía en caso un siglo.
Eso no solo es una mala noticia para Brasil, sino para toda la región y, en particular, para la Argentina. Según se estima, el segundo socio comercial del país estimula, con cada punto porcentual propio de crecimiento, un rebote de entre un cuarto y un tercio de punto en nuestro país.
Con ese factor en consideración, surge la pregunta por 2022, año en el que, si la emergencia sanitaria termina de dar tregua, marcará la verdadera prueba de fuego para un gobierno como el de Alberto Fernández, que hasta ahora se vio forzado a correr detrás de los acontecimientos y no pudo nunca aplicar plenamente su plan económico.
Para el FMI, el año que viene la economía crecerá un modesto 2,4%, pero el Gobierno proyecta una suba mucho más expresiva, del 4,5%. En ese sentido, un acuerdo con el Fondo para la refinanciación de la deuda de 45.000 millones de dólares contraída por el país en tiempos de Mauricio Macri mejoraría las expectativas, en tanto que una demora del mismo las deterioraría en igual medida e impondría dudas nocivas sobre las posibilidades de repago de los compromisos recientemente reestructurados por la Nación y por las provincias.
Que el año próximo tenga con un crecimiento fuerte –más que el esperado por bancos y economistas críticos de la línea oficial– dependerá de que el actual termine con los motores económicos funcionando a pleno. Si eso ocurriera, acaso el Frente de Todos pueda beneficiarse en la elección legislativa de noviembre de un estado de ánimo social más tonificado que el que primará en las PASO.