LA QUINTA PATA

Fernández, ahora o nunca

El Presidente logró fijar la relación de poder en Todos. La pelea por el centro con Larreta y carrera a 2023. ¿Política antigrieta o remake Cristina vs. Macri?

El cierre de listas para las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) de septiembre y las elecciones legislativas de noviembre reafirmó la vigencia de los grandes espacios que animan el bicoalicionismo de la política argentina. Dentro de cada uno de ellos, las diversas tribus alcanzaron acuerdos de convivencia de distinto cuño, con el mantenimiento de las parcelas de poder conocidas en el Frente de Todos y con una unidad de formato competitivo en el Juntos por el Cambio 2.0. Este incorpora ahora a parte del yihadismo liberal y habilita a la UCR a probar su estatura en comicios internos tanto en la provincia de Buenos Aires como en la Ciudad Autónoma, el bastión en el que Horacio Rodríguez Larreta, acaso para su sorpresa, deberá revalidar su dominio.

 

En ese equilibrio inestable, al presidente, Alberto Fernández, le cae en las manos la tarea que evitó hasta ahora para no irritar a la gigante política que es su principal base de sustentación, Cristina Kirchner, o para la que, pandemia mediante, sencillamente no tuvo tiempo: la generación de una estructura de apoyo propia, un albertismo que hasta ahora no fue más que un mosaico laxo de ministros y que, en vista de su interés en completar de mejor modo su mandato y de aspirar a la reelección en 2023, debería devenir en algo más: un gobierno más propio, un perfil electoral, un programa o, si fuera posible, un legado.

 

Referencia de lo que sea que signifique el peronismo porteño, Fernández se permitió poner al tope de la lista en la Ciudad de Buenos Aires a su amigo Leandro Santoro, a quien no se privó de presentar como un radical alfonsinista. El Presidente cree que esa identidad puede sumar algo a una cosecha que en el distrito oscila entre el 20 y el 30 y poco por ciento.

 

En tanto, logró que en la Provincia lidere la boleta Victoria Tolosa Paz, titular del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, alguien que tributa tanto a él como a la vicepresidenta. Ese carácter binorma, sumado a su perfil y al atractivo de que la paridad de género lleve allí a una mujer en primer término, le hicieron espacio, en el segundo peldaño, a un subsector emergente del Frente de Todos, el kicillofismo, que colocó al ministro de Salud Daniel Gollan. Se advierte que el manejo de la pandemia y, en particular, el avance reciente de la vacunación serán presentados al electorado en clave de referéndum.

 

Magullados por la pandemia, Fernández, que no coló gran cosa debajo de las mencionadas cabezas de lista, yRodríguez Larreta quedan frente a frente en el ring. Ganar o perder la próxima contienda condicionará el bienio final de sus respectivos mandatos y su negocio común de alumbrar una política estructurada en torno al centro ideológico. Si ocurriera lo segundo o si la gestión no les diera luego revancha en la medida que necesitaran, acaso la Argentina de 2023 volvería a la pelea de fondo de 2015 y de 2019, la de Cristina y Mauricio Macri.

 

Afirmar la remake del Día de la Marmota sería hacer política ficción, pero no deja de llamar la atención el modo en que los discursos con que el Frente de Todos y JxC –o, en la Provincia, simplemente Juntos– inauguraron este sábado la campaña electoral: en un escenario, el rap de la industria nacional, la inclusión social y el Estado presente; en el otro, el reguetón de la república, las instituciones y el cuco venezolano que nunca llega. En el medio, el dolor de una pandemia que se llevó seres queridos y felicidad y que empeoró los indicadores económicos y sociales paupérrimos que el macrismo nos legó. ¿Habrá o no indulto para el Gobierno, dado el contexto? ¿Cómo saberlo? Ese será su tema, lector, lectora. Sin embargo, lo que las listas no contienen es la tinta fresca con la que debería estar escrito al menos el esbozo del modelo económico por venir, la clave del futuro que unos y otros evitan por tener poco para mostrar. Lo importante suele ser subsumido por lo urgente y por el momento hay que armase de paciencia: entre el cierre de las listas, las PASO y las legislativas, la política terminará primero de ordenarse para librar más tarde esa pelea crucial.

 

Dentro de ese ordenamiento, Fernández y Larreta son socios en el afán de llevar la política al centro, donde pueden mandar ellos, los antigrieta. El problema es que la cancha está muy picada. Encuestadores que hablaron con Letra P bajo condición de anonimato notan en sus estudios –los reales, hechos para los clientes, no los que se divulgan para incidir– un crecimiento del veneno de la apatía, una disposición a votar menor que en comicios intermedios anteriores.

 

Tampoco esto es seguro que se concrete ya que la cercanía de la cita y la dinámica de la grieta pueden dejar ese indicio en un amague. Sin embargo, no es difícil atisbar en la ciudadanía frustración y hartazgo.

 

Esos estudios echan por tierra la vieja pretensión del Gobierno de que vacuna aplicada sería voto ganado. Para tranquilidad de los consultores, no será necesario quemar todos los libros que leyeron y la dinámica electoral volverá a girar alrededor del tema conocido del “primer metro cuadrado”, esto es las condiciones de vida inmediatas de la gente. Que en este caso la vacuna y la salud formen parte de ese conjunto de baldosas no implica que sean temas excluyentes cuando la inflación y la pobreza se empinan ya casi al 50%, la esperanza de la reactivación murió nonata en las terapias intensivas del país y quedó sin cumplirse la promesa de que los salarios les ganarían a los precios.

 

Así, los discursos de este sábado de Sergio Massa, Axel Kicillof, Cristina y Fernández fueron y vinieron entre las loas a un modelo que, dado su carácter apenas defensivo del último año y medio, apenas si se le reconocen los rasgos. La peste, claro, resultó ineludible, pero nadie pidió perdón por los cien mil muertos ni por sus efectos económicos, tales los parches que batirá una oposición que hizo poco por contribuir en ambos frentes en el momento en que la unidad nacional se hizo más urgente.

 

Vendrá pronto el tiempo de votar. En él, el Frente de Todos deberá dejar de autoelogiarse e intentar darle al país alguna visión de futuro, porque la política se hace de presente y también de esperanza.

 

En la oposición, Larreta deberá ponerse los pantalones largos y dejar de parecer un simple alcalde amable, a la vez que decidir qué será de su proyecto político, embarazado de presidenciables gemelos –él mismo y María Eugenia Vidal – cuando es sabido que el sillón de Rivadavia no es un cochecito para mellizos.

 

Por debajo, Facundo Manesdesafiará en la Provincia al hombre del jefe de Gobierno, Diego Santilli, en base a masajearles la corteza cerebral a votantes que, dadas como están las trincheras, acaso no le pidan más que las habituales obviedades, que, en tanto tales, no dejan de ser verdades indiscutibles. Con él y sin él, la Unión Cívica Radical (UCR) seguirá diferentes rumbos –así es su historia a esta altura– y hasta osará presentar una lista “progresista” en la Ciudad. En esta, el electorado se encontrará con figuras como el –ahora se sabe que frustrado– exministro de Salud Adolfo Rubinstein y –eso sí que será sorprendente– Luis Brandoni.

 

En los márgenes aparecerán los liberales. Dentro de JxC, con Ricardo López Murphy en la Ciudad. Fuera de esa alianza, se destacan en ese distrito Javier Milei y en Provincia José Luis Espert. Los votos de ese sector son pocos, pero, como se probó en tiempos de Carlos Menem y la UCeDé, son muchos sus recursos para entregarles programa a gobernantes ricos en votos y pobres en ideas.

 

Para Fernández, lo que viene se parece a una opción de vida o muerte, políticas claro, ya que la realidad no da para seguir dramatizando. En un resultado que lo deje más o menos fuerte, en el tenor de los reemplazos que defina en un gabinete que tendrá algunas bajas –los candidatos Agustín Rossi y Daniel Arroyo… ¿alguno más después de noviembre en clave de relanzamiento?– y en la suerte que tenga en los dos años que le quedan de gestión radicarán las claves de su futuro.

 

Fundamentalmente, deberá responderse si será un ave de paso o el hombre que, al fin, logrará darle un rostro humano a las reformas que requiere la economía nacional y aspirar, así, a la reelección.

 

El telón se está por levantar.

 

Martín Menem y Karina Milei.
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