Vuelta de página en febrero tras el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que espera cerrar entre el 20 de diciembre y el 10 de enero; agenda productiva y la certeza de que las candidaturas 2023 se dirimirán en una interna que cristalizará las diferencias internas del Frente de Todos (FdT) son las tres variables sobre las que Alberto Fernández trabaja junto a la mesa política renovada con la que comparte, cada lunes, un almuerzo que mezcla política y gestión.
Los integrantes de ese círculo -todos varones- se niegan a ponerle el rótulo de albertista. El Presidente sigue sin autorizar lanzamientos y armados con un “ismo” propio que se oponga a los ya existentes - el cristinismo, el massismo –, pero los nombres de los comensales hablan por sí solos. Los invitados fijos de las reuniones que convoca Fernández son el canciller Santiago Cafiero, que aunque corrido de la diaria de la gestión sigue siendo la mano derecha política del Presidente; los ministros de Obras Públicas, Gabriel Katopodis; de Desarrollo Social, Juan Zabaleta; de Desarrollo Territorial y Hábitat, Jorge Ferraresi, y el jefe de Gabinete, Juan Manzur.
La diferencia con la “mesa de los martes” que se armó en 2020 y se reconvirtió antes de las primarias del 12 de septiembre es obvia: la nueva composición no incluye a ningún representante de otro sector de la coalición -el punto en común es que aquella tampoco tenía mujeres-. Afuera quedaron los socios que antes compartían cónclaves con el Presidente para diseñar estrategias políticas, Máximo Kirchner, Sergio Massa y el ministro del Interior, Eduardo de Pedro. Después de la derrota de las PASO, la posterior carta-bomba de Cristina Fernández de Kirchner y la ola de renuncias cristinistas que encabezó De Pedro, Fernández se recostó sobre su círculo de confianza, al que se sumó Manzur.
El Presidente terceriza en el tucumano una parte de la relación con gobernadores e intendentes, la CGT y una porción del poder económico, pero su figura genera recelo en algún sector de la Casa Rosada, que se ocupa de instalar la versión de que su relación con Fernández ya cayó en desgracia. En el entorno del primer mandatario lo niegan rotundamente y afirman que Fernández “confía” en el trabajo de Manzur. En la Jefatura de Gabinete tomaron nota de algunos movimientos en su contra.
La integración de Ferraresi a la mesa chica de Fernández es una de las novedades de los últimos meses dentro del Gobierno. En el entorno del Presidente dicen que la llegada del intendente de Avellaneda al gabinete, a mitad de este año, fue mal leída por quienes lo sindicaron como un hombre de Cristina. Ferraresi es vicepresidente del Instituto Patria, pero fue convocado directamente por el Presidente, con quien consolidó un vínculo de cercanía, casi al mismo tiempo en que tomó distancia del entorno de la vicepresidenta. Entre sus contactos cotidianos hay quienes aseguran que al hombre de Avellaneda le cayó “muy mal” la carta que Cristina publicó tras las PASO y que “está cansado” de la estrategia del cristinismo. “No le gusta que limen a Alberto. Es un hombre de la política. Entiende lo que está en juego”, apunta un dirigente albertista. Con La Cámpora, en particular, Ferraresi tiene su propia disputa. La organización que conduce Máximo Kirchner le sembró un posible candidato en su distrito, el senador provincial Emmanuel González Santalla, que altera sus planes para el distrito.
A Massa y a Kirchner, Fernández los “administra por separado”. Con el presidente de la Cámara de Diputados el vínculo es fluido. Massa participó incluso de la cena íntima que Fernández ofreció el jueves en Olivos en honor a Lula da Silva. Allí estuvieron, también, Cristina y Axel Kicillof. Kirchner almorzó en Olivos con el Presidente hace diez días. La relación está tensa, según admiten dirigentes de todos los sectores. El diálogo con De Pedro está roto. El ministro alimenta la construcción de su perfil de “canciller” de La Cámpora, con vínculos con empresarios y el Círculo Rojo, y enfocó su agenda en la gestión, pero casi no habla con Fernández. “No es más Wadito, se terminó”, ilustra un visitante asiduo de Olivos. Aun así, el martes próximo viajarán todos a Tucumán para la reunión del gabinete federal.
La mesa chica del Presidente entiende que los nuevos tiempos marcaron un esquema distinto de funcionamiento, con Fernández enfocado en la Rosada y Kirchner y Massa más encima del Congreso, con menos – casi nula - influencia en la marcha del Gobierno.
El círculo presidencial se completa con el elenco albertista clásico, en el que se anotan el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello; el jefe de asesores, Juan Manuel Olmos; el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, y la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra. También está el exvocero presidencial Juan Pablo Biondi,que almorzó recientemente con Fernández en la Casa Rosada y mantiene línea directa con el mandatario. El exministro de Defensa Agustín Rossi es otro que sigue en contacto con Fernández desde afuera del gabinete.
Aunque aseguran que el tema no forma parte de la agenda de los almuerzos de mesa chica, en línea con lo que Fernández planteó en el acto por el Día de la Militancia, los dirigentes que lo rodean hablan con naturalidad de las PASO 2023. Envalentonado por la remontada del 14 de noviembre, en los cálculos del mundo albertista aparece ya la idea de que Cristina no tiene, con el diario de hoy, ningún candidato potente para plantarle enfrente. Si la economía se acomoda, dicen en la Rosada, Fernández será el candidato natural de una mayoría oficialista que busca dejar atrás la etapa cristinista del peronismo para construir algo superador. “Pero con Cristina, sin romper”, aclara un funcionario de primera línea. La relación en la sociedad quedó catalogada como “de mutua conveniencia”.
Un visitante de Olivos apunta que la performance electoral expuso, entre otras cosas, falencias en la estrategia electoral de Kirchner y La Cámpora. “Perdieron en todos lados donde armaron”, dice. En los análisis internos figura que, “donde antes había tres patas, Alberto, Massa y Cristina, ahora hay cuatro, porque a esas tres figuras se sumó el conglomerado que forman gobernadores, movimientos sociales y la CGT”. Es una nueva distribución de fuerzas que habilitó, entre otras cosas, respuestas como la del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, al secretario de Comercio, Roberto Feletti, por las retenciones. "Un caso como el de (Federico) Basualdo no tiene más lugar", se anima un colaborador albertista. En el cristinismo le bajan la temperatura al conflicto. "Si le va bien al Presidente, nos va a bien a todos", repiten. La mesa massista, por su parte, mira la escena desde afuera. Algunos de sus integrantes advierten que el Presidente se apuró un poco en subirse el precio tras las elecciones. "El resultado fue malísimo, hay que verlo", apunta un hombre del Frente Renovador.
Mientras, la hoja de ruta hacia 2023 se consolida. La mesa que armó el Presidente empezó con el foco puesto en la gestión y fue virando hacia la política, en el ajuste de los vínculos con el territorio. Fernández se siente “distendido” y “relajado” entre los que considera afines a su mirada. Si el cristinismo se siente afuera, es un punto que ya no le preocupa. El Presidente, según el círculo que lo rodea, dio en los últimos meses “muestras de autonomía” y de que tomará las decisiones que considere convenientes para el Gobierno, aunque en privado recompuso su relación con Cristina y mandó a sus colaboradores a bajar las tensiones públicas con la vice, a quien invitó personalmente a participar del acto del 10 de diciembre.
El acuerdo con el Fondo ocupa una parte importante de las conversaciones de Fernández. El Presidente confía en que el fin de las negociaciones llegará entre el 20 de diciembre y el 10 de enero, cuando el Gobierno podría hacer el anuncio público. “Quiere dar vuelta la página y que en febrero estemos hablando de otra cosa, la agenda productiva, el crecimiento, la generación de empleo”, apuntan en su entorno. Fernández volverá a mostrarse con empresarios e integrantes del Círculo Rojo, "le guste a quien le guste".
Las negociaciones con el FMI fueron la estrella del acto que este viernes Fernández encabezó en Plaza de Mayo junto a Cristina por los 38 años del retorno de la democracia junto a Lula y el uruguayo José Mujica. El evento marcó el reencuentro público del Presidente y la vice después de meses de tensión. Los desacuerdos quedaron a la vista de las visitas, aunque el evento estuvo plagado de gestos de afecto entre uno y otra. Sumergidos en la épica latinoamericana, Cristina y Fernández dejaron claro que tienen dos coincidencias centrales: la necesidad de cerrar el acuerdo con el Fondo y la importancia de mantener la unidad del FdT, aunque cueste.