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Si fuese fútbol, sería lícito sospechar que el Gobierno está yendo para atrás. O acaso sea una decisión estratégica: tirarse toda la tierra encima posible ahora, bien antes de las elecciones, con la gente distraída en sus merecidas vacaciones o abombada por el calorón de enero.
Las conjeturas parten de la sucesión de malas noticias que el macrismo ha producido -los daños que se ha autoinfligido- en el arranque del año que tiene en octubre una parada electoral determinante:
Opción A: si el oficialismo saliera bien parado, habría comprobado que la expectativa de cambio no se ha agotado aún a pesar de que -hasta ahora- el cambio ha supuesto más recesión, más inflación, menos consumo, menos trabajo y más pobreza y baja sensación de mejora en terrenos en los que el frente Cambiemos había prometido mucho: seguridad y lucha contra la corrupción. Y, entonces, quedaría habilitado a proyectar la extensión –hasta 2023- del proceso político que inició el 10 de diciembre de 2015.
Opción B: si perdiera, ya lo dijo el gurú de Banfield, Eduardo Duhalde: quedaría muy debilitado y vería convertido en una quimera el sueño de las reelecciones.
He aquí un repaso de las malas noticias que, además, el oficialismo expandió echando nafta al fuego con manejos torpes o temerarios en cada caso:
Mientras tanto, al oficialismo se lo nota complicado y aturdido para resolver un problema político serio: no tiene buenos candidatos para la provincia de Buenos Aires, la pelea de fondo de todas las elecciones. No tiene pesos pesados para subir a un ring que podría verse saturados de pesos pesados: del lado de afuera, la propia CFK, Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Sergio Massa y Margarita Stolbizer y, por adentro de Cambiemos, Elisa Carrió.
Por eso, los cráneos del oficialismo amagan con reversionar el eslogan que inventó el kirchnerismo que no digería a Scioli como candidato del Frente para la Victoria: de “El candidato es el proyecto” a “El candidato es el equipo”. Aunque, en rigor, la candidata será María Eugenia Vidal, que tampoco estaría colaborando mucho en este arranque de año.
La gobernadora bonaerense tomó la curiosa decisión de irse de vacaciones a más de 6.600 kilómetros de La Plata y no la corrigió siquiera con una tragedia en su territorio: un muerto y siete mil evacuados por las inundaciones en la localidad nicoleña de La Emilia. Por estas horas, en la Gobernación hay funcionarios hipersensibles que pierden la línea y se enojan con los carteros, acaso para evitar enojarse con su jefa, que es quien les causó tantos problemas en un mes que, se suponía, debería haber sido un trámite –podrían reprocharle, por caso, que no haya tomado debida nota de lo mal que la pasó su antecesor, Daniel Scioli, por hacer algo similar, a pesar de que ella misma lo había criticado por eso.
Lo cierto es que son horas aciagas para el Gobierno en el arranque del año electoral. Por eso, en los pliegues del oficialismo se escucha otra reversión: “Siempre nos quedará Clarín”.