El intendente de Córdoba eleva su perfil opositor a la Casa Rosada. Sintonía fina con el arzobispo Ángel Rossi y acciones coordinadas con los curas villeros.
Daniel Passerini saluda al arzobispo Ángel Rossi durante la entrega del doctorado Honoris Causa.
Daniel Passerini saluda al arzobispo Ángel Rossi
Cristiano, reconocido hombre de fe, no resulta inusual ver a Daniel Passerini en misas que se celebran en Córdoba. En tiempos en que las figuras principales de la Iglesia católica desgranan diatribas contra el poder político sí resulta inusual encontrar muestras sucesivas de buen vínculo de esa curia con un dirigente de primer nivel.
En su primer año de gestión, el intendente de la capital acumuló registros con nombres de la estructura eclesiástica, desde el arzobispo de Córdoba Ángel Rossi, hasta el mismísimo papa Francisco.
En paralelo, mantiene un vínculo cuidado con los curas villeros de la ciudad, quienes le reconocen una presencia en el terreno que pocos dirigentes pueden acreditar.
Algunas de las actividades en entornos religiosos ofrecen también una oportunidad para renovar un discurso que conjuga humanidad con necesidad de acciones decididas del Estado para afrontar una inequidad creciente.
Alocuciones también inusuales en tiempos de prédica antipolítica renovada, que le sirven para presentarse como contraste a la gestión del presidente Javier Milei, cada vez más criticada en corrillos religiosos.
La cercanía de Passerini con la Iglesia católica remonta a la propia formación del actual intendente. La continuidad del hábito refleja la profundidad de una vocación consolidada durante sus primeras experiencias como médico en barrios carenciados.
Treinta años después son referentes de esa institución, desde obispos a curas, los que admiten cierta predilección por un dirigente de tales características. Lo hacen por lo bajo, sin abandonar el necesario verticalismo.
“Daniel comprende la doctrina social de la Iglesia, su rostro humano, con el compromiso que eso requiere”, explican voces eclesiásticas que compartieron actos. Las fuentes le destacan una búsqueda que remonta a otros tiempos del peronismo, “más cercano al pueblo, menos complaciente con los poderosos”.
La referencia permite marcar diferencias con otras figuras del PJ cordobés. En particular, el exgobernador Juan Schiaretti y su sucesor Martín Llaryora. A uno y otro les reconocen fe cristiana, pero no las mismas credenciales de barro.
En distintos momentos, Schiaretti y Llaryora tuvieron que asimilar críticas severas del arzobispado cordobés. La inseguridad, el narcotráfico, la pobreza y el juego online fueron parte de una agenda con la que se interpela aún a todas las figuras políticas.
Aunque las reconvenciones sean generales, suelen generar impactos diferentes en los gobiernos, a quienes cabe mayor responsabilidad; también en la oposición, que encuentra arietes en aquellas. Sobre todo, en una provincia donde la preminencia del catolicismo es indisimulable.
La faz crítica de la Iglesia católica tomó otro cariz desde la salida del monseñor Carlos Ñáñez, quien oficiara como arzobispo desde 1999, inicio de ciclo de los gobiernos peronistas, hasta diciembre de 2021. Ex capellán del Liceo Militar General Paz, mantuvo un perfil conservador que sentó bien al modelo cordobesista.
Su sucesor, Ángel Rossi llegó para sintonizar otros tiempos de discusión doctrinaria. Hermano de congregación de Jorge Bergoglio, Letra P lo presentaba así: “Ni en el Círculo Rojo provincial y municipal ni en la élite política-religiosa cordobesa conocida como la Sagrada Familia se atreven a colgarle el cartel de peronista, macrista, radical, libertario o comunista; todos coinciden en que su perfil es, a priori, equidistante de las fuerzas partidarias locales y más bien cercano a la gente de las periferias; esa a la que reconoce cascoteada y carente de esas 3T (Tierra, Techo y Trabajo) para una vida digna que predica el pontífice”.
Tal perfil sintoniza adecuadamente con aquel que se adjudica al socio de Llaryora en la renovación del peronismo cordobés.
En la última quincena, el alcalde acumuló abrazos públicos con el arzobispo, figura de peso en la estructura eclesiástica argentina.
El pasado 16 de agosto, lo acompañó en la inauguración de un hogar para personas en situación de calle. Según información oficial, “el espacio cuenta con el apoyo de la Municipalidad, el Gobierno Provincial, el Circuito Católico de Obreros, la iglesia catedral y la pastoral social; además de empresas privadas que aportaron al proyecto mediante donaciones”.
Este lunes, Passerini no sólo participó en el acto de entrega del título de doctor honoris causa a Rossi, distinción otorgada por la Universidad Empresarial Siglo 21; también tomó la palabra para alabar a “este buen pastor, que para nosotros es una excelente referencia”.
“No tiene sentido la política ni lo que hagamos en ningún nivel si no lo hacemos para la gente. Hoy más que nunca es con la gente, por la gente y para la gente y celebro que este reconocimiento tenga a una referencia en estos valores como lo es Ángel Rossi”, dijo el intendente.
La mención a los valores no parece casual. Ausencia de virtudes humanas como solidaridad y sensibilidad suele achacarse a la gestión nacional de Milei. Lo decían párrocos barriales de la capital en la previa del ballotage, quedó oficialmente expresado en el tedeum del 25 de mayo.
“Gracias a Dios, hoy tenemos una Iglesia más comprometida con el mensaje del Evangelio de Jesús, quien siempre pone su preferencia en los pobres y en los que sufren”, rubrican calificadas voces de la curia.
Diferencias entre Rossi y Ñáñez se solapan con contrastes entre las administraciones cordobesistas. Particularmente en momentos en que arrecian las críticas de peronistas de “pura cepa” hacia el modelo del Partido Cordobés. Falta de cristianismo auténtico es otra falencia que adjudican a nuevos socios de escudería.
El propio Passerini debe administrar diferencias en su propia gestión. También tensiones por tempranas postulaciones para sucederlo en tres años, plazo que parece remoto para tantos.
Igual de remota parece una visita a Córdoba del papa Francisco, jefe espiritual y político de Rossi. Pero, hombre de fe al fin, el intendente no deja de intentarlo. En mayo el convite fue personal. Ocurrió en Roma, en un encuentro mundial organizado por de la Universidad del Sentido que promueve el pontífice.
Junto a distintos obsequios, le entregó una carta que lleva su firma y la de Llaryora. En la misiva, destaca que en Córdoba “hemos sabido sortear los conflictos apelando al diálogo, a la escucha activa y a gobernar diseñando políticas públicas surgidas de la diversidad de opiniones, siempre poniendo en el centro a las personas”.
La formulación de la invitación incluyó dos pilares sobre los que ambos asientan su proyección política: “Desde Córdoba derribar muros para construir puentes de diálogo y bienaventuranzas”.
Puentes y diálogo, como certificación de continuidad para un peronismo provincial que, al menos verbalmente, juega a diferenciarse todo lo posible del modelo libertario.