Juntos, se propusieron “darla vuelta”. Llenaron de dirigencia y simpatizantes peronistas la cancha de “La Gloria”, como se conoce al club Instituto, para clamar -de manera privada y por grupos reducidos- por una militancia “hasta que duelan los huesos”. Passerini vestía piel de cordero. Llaryora mostraba los dientes.
La paciencia del médico y la energía del reciente gobernador electo convirtieron en realidad el presagio que encerraba el sobrenombre del equipo de fútbol de Alta Córdoba. El nuevo cordobesismo se quedaba con todo: la séptima temporada al frente del gobierno de la provincia y la continuidad capitalina que desmitificó el histórico antiperonismo del bastión. La nueva dupla cordobesista quedó expuesta y con ella, la división de roles para armar el peronismo que viene.
Desde entonces y ya en la gestión capitalina, Passerini cultivó su consabido perfil bajo. Siempre supo que su administración al frente del Palacio 6 de Julio nació con las limitaciones propias de un hombre que no puede ser reelegido.
Su identidad como gestor estaría atada inevitablemente a la que impusiera su comprobado aliado en el Panal. Prometieron sinergia al electorado y a sí mismos, porque la renovación cordobesista es mucho más que un traspaso exitoso de mando.
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Passerini tiene las aspiraciones propias de un político de carrera, al igual que Llaryora, que desde que tomó la posta de Schiaretti, incluso antes, cranea un futuro con estandarte nacional. El médico está dispuesto a ocupar un rol clave en ese entramado para lo que sigue, con tintes localistas.
Hacia el passerinismo
Lo hará unido a Llaryora, como José Manuel de la Sota a Schiaretti y viceversa. Sin embargo, esto no supone que Passerini prescinda de la construcción de una identidad de poder muy distinta a la que se le conoció hasta ahora.
Hombre que tiene su origen político en el delasotismo, llegó a la intendencia sin estructura política propia. El passerinismo es él y un grupo selecto que se cuenta con los dedos de una mano. Su mayor capital fue el comportamiento orgánico en el PJ, una hoja de ruta sin manchas en cada uno de los papeles que le tocó desempeñar y, por supuesto, la muñeca política.
La pregunta que queda flotando es con quiénes emprenderá este nuevo camino de construcción que exige la vuelta de tuerca del Partido Cordobés. ¿Romperá esa atmósfera de intimidad con la que creció políticamente hasta ahora? El peronismo capitalino le pide pista y asegura que un círculo cerrado puede conspirar contra el proyecto grande.
Passerini, como siempre, priorizará lo que conoce del derecho y del revés. Para tranquilidad de la tropa ansiosa, siempre se inclinará por "más peronismo" por sobre el plan transversal de Llaryora.
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Rodrigo Fernández es secretario de Gobierno, titular del Ente Metropolitano y colaborar de Passerini hace más de 15 años.
Como muestra, un botón: el intendente logró camuflarse de los contrapuntos que tensionaban al cordobesismo y al massismo en los tiempos de campaña. Su neutralidad se ajustó al concepto y se ubicó, en cuestión de formas, en las antípodas de Schiaretti y de un Llaryora atado a la línea marcada por su mentor.
Gestión, sólo gestión
La única pista que aporta Passerini sobre el camino que desandará es que su receta para seguir escalando será la gestión. Como haría cualquier hijo o hija de la pedagogía cordobesista.
En sus 30 días al frente del gobierno de la capital se abocó a aceitar un equipo de gobierno que fue completando a medida que Llaryora zarandeaba el suyo. Sus adláteres de confianza quedaron al frente de áreas estratégicas, como Gobierno; también, aquellas hipersensibles como la Secretaría General, que se encarga de negociar con el amañado referente del personal municipal, Rubén Daniele.
La administración espejada entre la provincia y el municipio se correspondía con la confección de los organigramas. Sin embargo, desvela al médico que atiende cada lunes en un consultorio de barrio Müller imprimirle un perfil social, humanista a su administración.
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Daniel Passerini ejerce como médico ad honorem en un consultorio de un barrio postergado de la capital.
Su norte estará puesto en mejorar la calidad educativa y el acceso a la salud, en un plan coordinado con la gestión provincial. Toxicólogo de formación, creó una dependencia dedicada a la prevención de adicciones. La presencia de la Municipalidad en eventos públicos tendrá ese eje. Por ejemplo, con un stand para test rápidos como el que se montará en el Bom Bom de La Mona Jiménez.
Problemas repetidos
Los desafíos que enfrentará son los mismos de cada intendente que caminó el laberíntico edificio municipal: ofrecer servicios de calidad en materia de transporte e higiene urbana. Sabe que Llaryora lo ayudará “con las dos manos”, pero que no contará con la canilla libre que aquel tuvo con Schiaretti, en tiempos de asfaltar la sucesión. De hecho, acaba de reformular su plan de obras inicial para adaptarlo a las contingencias del clima que terminaron en un festival de socavones por toda la ciudad.
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Por las tormentas, Córdoba inauguró el Festival del Pozo.
Fuente: La Voz
Passerini prorrogará la concesión de ambos servicios, con la promesa de una licitación y reestructuración general posterior. Es una medida previsible en un contexto de crisis generalizada del servicio y frente a la posibilidad concreta de una caída general de los subsidios.
Los acuerdos que se construyan con el gobierno de Javier Milei en este frente serán claves, pero la expectativa no es buena. Siquiera con las espadas que dejó el exgobernador en el gabinete minarquista. En otras gestiones, el cordobesisimo coló links directos que poco pudieron hacer para desarmar esa bola de atención que concentra el AMBA.
El numerólogo dialoguista
Sin dudas el servicio de transporte es una de las mayores preocupaciones de Passerini, pero no la única. Las previsiones de asistencia serán inevitables también en el frente social porque se espera que la crisis económica se agudice. Aquí es donde empieza a tallar el concepto de austeridad con el que insiste el intendente a su equipo.
En un municipio que llegó a destinar ocho de cada 10 pesos de sus ingresos para pagar salarios esa consigna se resignifica. El Ejecutivo prevé una caída de 21 puntos de la recaudación contemplando la coparticipación. El gremio le responde que los impuestos están atados a la inflación. “Cuando la gente empieza a estar ahogada, lo primero que deja de pagar son los impuestos”, es la frase de extrema crudeza que se escucha por estas horas en la pulseada paritaria. Paritaria dialéctica.
Passerini le dio prioridad a ese frente porque Daniele es un actor que sabe cómo socavar la adhesión popular de la dirigencia política cortando dos o tres puentes o burlando a la Justicia que intentó varias veces que cuide la lengua en las agitadas asambleas. Abrió el diálogo anticipadamente para empezar a amasar una paritaria compleja donde las partes saben que no habrá ganadores. Lo hace sobre bases numéricas. Sin maquillaje.
Esa es su marca registrada, reconocida por defensores y detractores. Así lo hizo en el Concejo Deliberante durante su viceintendencia. Esa ruta no la alterará.