El ánimo de los diplomáticos de carrera no es el mejor: si el nombramiento de Felipe Solá como canciller al inicio de la gestión del Frente de Todos fue percibido como producto de una decisión política antes que técnica, destinada a conformar un equilibrio entre los diferentes socios de la alianza en el gabinete, su reemplazo –carente del más mínimo tacto– por Santiago Cafiero confirmó la presunción. La idea es que Alberto Fernández no valora la actividad diplomática ni a sus profesionales y que recurre, una y otra vez, a una suerte de intervención política con hombres que desconocen los pliegues de la actividad. Sin embargo, las pocas decisiones que el exjefe de Gabinete tomó desde su nombramiento y jura –una designación y la resistencia a convalidar operaciones para realizar otras– le abren una importante ventana de expectativas.
El desdén por la línea burocrática del Palacio San Martín a la hora de nombrar canciller es un clásico de la política argentina, impensable en otros países, incluso en el particular Brasil de Jair Bolsonaro. En este caso tiene, además, la impronta que Néstor Kirchner dejó en quienes aprendieron a hacer política grande a su lado. “Cuando me necesiten de afuera, me van a venir a buscar sin que hagamos nada”, solía decir y aún se recuerda su aburrimiento olímpico en las cumbres internacionales. A la hora de ocupar el despacho principal de “La Casa”, optó primero por un político con condiciones para el cargo, Rafael Bielsa, y luego por un hombre con experiencia y conocimiento, comoJorge Taiana.
Alberto Fernández sigue el modelo del menosprecio, aunque a su manera: al revés de Kirchner, no sufre las citas internacionales y busca hacerse de aliados, pero, a la hora de los nombramientos, hasta hoy ha optado por dos hombres totalmente ajenos a la actividad.
“‘La Casa’ ya parece un centro de refugiados políticos”, se desahogó en diálogo con este medio un diplomático de alto rango que pidió no ser identificado. La referencia es hiriente, pero tiene una semilla de verdad. Solá fue designado por haber sido, allá por 2019, alguien que expresaba muy bien el pensamiento de Fernández y debido a la interna ya despuntaba entre el Presidente y Cristina Kirchner: si esta vetaba, por viejas reyertas, a un candidato natural como el hoy embajador en Estados Unidos, Jorge Argüello, el mandatario no quería entregar un lugar tan importante a alguien que no fuera de su confianza. Así, otro postulante obvio como Taiana, hoy titular de Defensa, tampoco estuvo en consideración.
Más allá de eso, siempre se sospechó que, con ese cargo, Fernández le pagó a Solá una deuda política: antes de que Cristina designara al primero como cabeza de la fórmula del Frente de Todos, había sido Solá quien había trabajado en pos de una candidatura presidencial propia… con apoyo de Alberto.
«“La cercanía de Cafiero con el Presidente podría ahorrar los cortocircuitos que caracterizaron la era de Felipe Solá”.»
El esquema se repite: más allá de las tensiones que se fueron acumulando durante la gestión del ahora excanciller, Fernández coloca en el Palacio San Martín a Cafiero para no ceder posiciones en la interna. Si la crisis de la última semana lo forzó a relevarlo de la Jefatura de Gabinete, el Presidente no iba a mandar al llano a su hombre de confianza, sobre todo cuando debió tragarse el sapo de la permanencia de la cabeza más visible de la movida cristinista: el titular de Interior, Eduardo de Pedro. Solá fue el pato de la boda.
Según supo Letra P, la insatisfacción del Presidente con Solá era de larga data. Acaso haya contribuido a algún roce el hecho de que el excanciller era el único miembro del gabinete que tenía con aquel un trato de igual a igual. Con el tiempo, se fueron acumulando errores de un hombre inteligente, pero que debió aprender de a poco los códigos de la diplomacia.
“Nunca terminó de aterrizar en su despacho. Trabajó mucho, pero le faltó profesionalidad y se va sin entender el abecé de este trabajo”, explicó la fuente mencionada, familiarizada con la interna oficial. “Si el Presidente no lo cambió antes fue para no precipitar cambios en el gabinete y no facilitar el avance de la vicepresidenta”, añadió.
Analía Argento describió impecablemente en Letra P el destrato que sufrió Solá en su remoción: sin aviso previo, en pleno vuelo a México para promover a Fernández como titular de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y a través de quien sería su sucesor. Solá le reprochó a Fernández la desconsideración y, en su despedida del cargo, se limitó a agradecer al personal de Cancillería sin hacer mención al Presidente.
Sin embargo, hasta quienes lo critican le reconocen a Solá los problemas que le generó el propio jefe de Estado. Por un lado, el deseo de centralizar la comunicación, algo que, se sabe, no le ha salido del todo bien. Asimismo, el haber manejado personalmente, muchas veces a espaldas de la Cancillería, temas sensibles como las restricciones sanitarias al ingreso de compatriotas en el marco de la pandemia. También, relaciones clave con la región, con China, con la Unión Europea… Así, lo que le quedó fue, básicamente, el trabajo de promoción de exportaciones, algo que Solá, a través de quien fue su secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Jorge Neme, hizo bien y activamente. La falta de grandes resultados es más culpa de una macroeconomía que mantiene maniatada a la Argentina que a falencias de gestión diplomática.
¿Tropezará Cafiero con los mismo problemas?
Para comenzar, se llevó de la Jefatura de Gabinete a una mujer de su confianza que, además, tiene buenas credenciales como economista: la exvicejefa Cecilia Todesca, quien reemplazará a Neme. Con todo, ¿se reitera el patrón de que un canciller “político” se rodee de más cuadros políticos y no de personal de una de las burocracias que presume de ser la mejor del país?
Entre los múltiples trascendidos y operaciones de las últimas horas, se destacó la supuesta llegada a la vicecancillería de la asesora presidencial Cecilia Nicolini, de rol protagónico en la adquisición de vacunas contra el nuevo coronavirus. A la mujer se le adjudica desde hace tiempo la ambición de llegar al máximo cargo del Palacio San Martín, pero Cafiero le puso, esta vez, un freno. Así, pondrá justo debajo suyo a un o a una profesional, según supo Letra P.
En ese punto, se acota la desazón y comienza la expectativa en “La Casa”. Además de eso, la cercanía de Cafiero con el Presidente podría ahorrar los cortocircuitos que caracterizaron la era Solá. En tercer lugar, su juventud –ya relativa, pero todavía un activo para los cánones de la política– genera esperanzas de mayor apertura, sobre todo a los sectores de la interna diplomática que se referencian en el Frente de Todos. Cuarto, la llegada de Todesca a un cargo de tanta importancia da esperanzas a las diplomáticas que desde hace tiempo empujan por una agenda de género.
Fuera de las percepciones internas, poco y nada se sabe de las ideas de Cafiero sobre la política internacional. Sí puede asegurarse que es un soldado de Fernández y que, como tal, actuará en consecuencia con la visión del Presidente. El espacio para las desinteligencias, al parecer, se acota.