CONTROLADOR DESIGNADO

Misión ¿imposible? para Cafiero: poner en caja al Presidente

Lejos de las listas, el jefe de Gabinete fue nominado por la mesa chica albertista para ordenar la comunicación de Fernández. Método vs. improvisación, el reto.

Sobre su escritorio giran ideas para la campaña, borradores de discursos y estudios de opinión pública. Con el cierre de listas para las elecciones legislativas en el horizonte, además de seguir el minuto a minuto de la gestión, Santiago Cafiero sumó otra misión: convencer al presidente Alberto Fernández de que adopte un método de trabajo y acepte organizar la comunicación para evitar que el ya célebre episodio de los barcos, la selva y los indios se repita.

 

“Hay que organizar un sistema”, apunta un funcionario de primera línea que conoce al Presidente desde hace años y admite las dificultades para instrumentar la idea. Dicho hasta el infinito por él mismo, Fernández le resta importancia a la comunicación y la asocia con el coaching que identifica en la dirigencia del macrismo y de la centroderecha o la derecha, los mensajes vacíos y una suerte de engaño permanente a la ciudadanía.

 

El Presidente confía, además, en su formación académica, sus conocimientos culturales y su experiencia política y de gestión. "Si después de 40 años en política tengo que prepararme para un debate, estoy en problemas", avisó, ya en la campaña 2019. Triunfo en bolsa, la cuestión quedó soslayada y, ya como presidente, le imprimió el mismo sello a la gestión. Mezcla de autosuficiencia y desprecio por el marketing.

 

El estilo Fernández, primero bien recibido por lo espontáneo y llano, derivó en problemas como el de la última semana, que preocupan a toda la Casa Rosada, más allá de que algunos integrantes del círculo íntimo presidencial eviten transmitírselo al Presidente en el diálogo directo.

 

Cafiero es señalado por varios funcionarios como quien se animó, en diferentes oportunidades, a señalarle problemas con los que otros prefirieron no perturbarlo, desde las críticas al plan de expropiación de Vicentin hasta las observaciones por el encierro prolongado en Olivos, en plena pandemia. Ahora, el jefe de Gabinete es el apuntado, también, como el encargado de pedirle a Fernández que se ciña definitivamente a un plan, de cara a las elecciones. Cafiero fue el jefe de su campaña presidencial.

 

En la intimidad, el Presidente ya admitió errores y se mostró abierto a recibir otras ideas. “Cuando implementamos un sistema las cosas salieron bien”, apunta un ministro. Uno de los ejemplos citados fue el mensaje que Fernández dio el 8 de abril, cuando estaba aislado en Olivos por haber dado positivo de covid y tuvo que anunciar una suerte de toque de queda nocturno. Aquella vez, el Presidente tuvo tres discursos sobre la mesa y discutió las líneas argumentales. La puesta en escena, la caminata desde la casa de huéspedes, el atril solitario, fueron pensados para la ocasión. No hubo improvisación. El resultado fue un mensaje prolijo, a la altura de las circunstancias. “Pero hay intermitencias. Eso va y viene”, admiten en la Casa Rosada.

 

El Presidente siempre prefiere apelar a su intuición. Un sistema agotado, según dicen en los pasillos de Balcarce 50 y en las demás terminales del Frente de Todos, el cristinismo y el massismo. Para analizar la forma de salir del desaguisado se juntaron el viernes, en el despacho de Cafiero, el secretario de Medios, Francisco Meritello, y el secretario de Comunicación, Juan Pablo Biondi.

 

Cerca del Presidente, lejos de la candidatura

En el primer tramo de la gestión, Cafiero cargó con las críticas que le dispararon propios y ajenos por su falta de volumen y de experiencia políticos. Funcionarios, gobernadores y dirigentes de distintas tribus del Frente de Todos pidieron su cabeza en cada turbulencia que atravesó el Gobierno. El cristinismo lo tuvo en la mira durante meses hasta que la relación con la vicepresidenta se acomodó. Cristina Fernández de Kirchner pasó a valorarle la fidelidad y la capacidad de trabajo, más allá de algunas observaciones.  

 

“Santiago es Alberto” es la frase que repiten funcionarios y funcionarias de todas las líneas desde que el Presidente sorprendió nombrando a Cafiero al frente de la Jefatura de Gabinete, con nula experiencia previa. Fernández lo sostuvo y lo protegió frente a las críticas, aunque muchas veces también lo desautorizó con anuncios, apariciones mediáticas sorpresivas y el diálogo directo con quienes se acostumbraron a saltearlo. El nombre del jefe de Gabinete fue candidato a la salida un sinfín de veces.

 

Las fichas se fueron acomodando con el paso del tiempo. Cafiero ganó “aplomo” y poder de decisión. El Presidente le dio lugar en las mesas políticas y en el Partido Justicialista y lo puso a monitorear los armados provinciales, en un trabajo que hace codo a codo con el hombre fuerte de CFK en el Gobierno, Eduardo de Pedro. Se convirtió en sus ojos y oídos, mano derecha y brazo ejecutor.

 

Quienes lo criticaron al comienzo admiten ahora que “está encima de toda la gestión” y que “pone la cara” por cada decisión del Gobierno y para defender al Presidente cada vez que es necesario. “No es fácil manejar todo el Estado. Le costó unos meses acomodarse pero ya está”, dice un ministro de diálogo frecuente con la vicepresidenta.  

 

A pocos meses de las elecciones, su nombre, que solía estar en la lista de posibles candidatos a salir del Gabinete para ocupar lugares en la boleta del Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires, desapareció de las conversaciones. La posibilidad de que el Presidente entregue a su hombre de confianza y lo envíe al Congreso a trabajar bajo el mando de Sergio Massa o Máximo Kirchner ya forma parte del futuro improbable.

 

Patricia Bullrich, ministra de Seguridad.
El peronismo de Río Negro y sus variables. María Emilia Soria y Alberto Weretilneck, sonrientes.

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