Ella no negocia directamente. Lo aclaran cerca suyo aunque no sea necesario. Cristina Fernández tiene un solo interlocutor: el Presidente de la Nación. Y hoy no se hablan. En nombre de la vicepresidenta negocia el todavía ministro del Interior, Eduardo de Pedro, con quien estuvo durante toda la tarde. Del otro lado, negocian varios funcionarios que en distintas reuniones representan al jefe de Estado: los ministros Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta y, con lugar central, el todavía jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. En la avenida del medio, uno que asegura no estar de ningún lado: el diputado nacional y presidente de la Cámara baja, Sergio Massa.
Casi sin mostrarse, tuvo centralidad ella que ocupó toda la semana el lugar que institucionalmente le corresponde: la presidencia del Senado de la Nación. Este viernes, el día después de la carta-bomba, dejó su departamento de Recoleta a las 11 de la mañana. Salió por la puerta de servicio y acompañada por su custodia ingresó al Palacio legislativo 15 minutos más tarde. En el Congreso no hay puerta lateral, aunque los senadores y las senadoras tienen acceso exclusivo sobre la calle Hipólito Yrigoyen. Por allí ingresó la vicepresidenta, que subió en el ascensor revestido de madera, también exclusivo, hasta su despacho del primer piso. Su oficina se conecta por ese mismo ascensor con los pisos superiores: justo encima suyo, en el segundo, se encuentra el jefe del bloque del Frente de Todos, José Mayans; en el tercero se encuentra el leal Oscar Parrilli y, uno más arriba, la mendocina Anabel Fernández Sagasti, vicejefa del bloque e hiper K. Los tres estuvieron hoy en sus oficinas, además de Luz Alonso, secretaria Administrativa y candidata a senadora en La Pampa. Excepto Mayans, todos pasaron por el primero. También Máximo Kirchner, pivot junto a De Pedro.
Cristina Fernández (Kirchner en su Twitter) permaneció hasta caer la noche en su despacho con su entorno más íntimo. Allí recibió la noticia de la salida del vocero presidencial Juan Pablo Biondi. En la mañana, apenas llegó, pasó por ahí Eduardo Valdés, su amigo y amigo del Presidente, que el sábado último había cenado en Olivos y que se reconcilió con el primer mandatario después de haber estado un tiempo hibernado por el vacunatorio VIP. CFK nunca quiso oficina en Casa Rosada, como corresponde a un vicepresidente. Tampoco en el Centro Cultural Kirchner ni en el Banco Nación, frente a la sede de Gobierno, dos opciones que se barajaron tras ser electos. No quiso, dijo en ese momento, proyectar su sombra sobre el Presidente de la Nación, aunque es evidente que eso hoy no depende del espacio físico en el que esté.
Como antes de las elecciones, hubo pocos despachos ocupados. Desatada la crisis, Mayans viajó de urgencia el jueves desde Formosa. Con CFK solo habló por teléfono, aún estando a pocos metros. El jueves juntó a siete u ocho integrantes del bloque en su despacho. Café de por medio hablaron sobre la situación. El formoseño pidió calma y no sumar incertidumbre ni enojo con declaraciones o tuits. Habló además con el Secretario Parlamentario, el kirchnerista Marcelo Fuentes, para analizar cómo retoman la actividad en la Cámara. El plan del oficialismo es convocar a una sesión en los próximos días, una vez que se rearme el gobierno nacional. Mayans le propuso al jefe del interbloque opositor, Luis Naidenoff, que también estuvo en el Senado en forma presencial, hacer una sesión más con el sistema mixto y después retomar la presencialidad. La vicepresidenta acaba de firmar la renovación del protocolo remoto pero, tras la derrota electoral de las primarias, tal vez revea esa decisión. Sí seguirían las reuniones de comisiones en forma mixta, si hay acuerdo.
La reactivación del Congreso es necesaria. Entre otros temas, debe debatirse el Presupuesto nacional, que incluye previsiones sobre la renegociación de la deuda con el FMI. Sin embargo, no fue hoy la prioridad de Cristina. De lo único que se habló en su entorno fue de la urgencia por encontrar un punto de acuerdo. Por momentos, volvió la tranquilidad en ese despacho en el que nunca faltan flores blancas. Por momentos, se rompió todo canal de negociación. En las idas y vueltas con el otro ala del Gobierno, se insistió en la "incorrecta caracterización de la realidad" que viene haciendo el Presidente. Que pensaba que iba a ganar, que pronosticó diez puntos a favor, que su entorno quería lanzar el albertismo y desembarazarse del kirchnerismo y de La Cámpora. Se señaló además que aún con la profunda crisis económica y social, sobre la que CFK advirtió en 18 reuniones más la decimonovena de este martes, y la derrota, el presidente y sus allegados estaban ya lanzando ese albertismo nonato. Tras el compás de espera de dos días, se puso un límite, sostuvieron. Discutieron sobre la autoridad presidencial y sobre el liderazgo cristinista, sobre la crisis económica y la crisis sanitaria y social. Y exigieron autocrítica. Aún no firmaron la paz.