Ni los agoreros más afinados de la política ni los profetas más precisos de la convulsionada realidad bonaerense lograron diagnosticar la sobrevida a la que llegó la coalición Juntos por el Cambio tras haber padecido en 2019 una caída libre de más de 15 puntos, empujada por el peronismo unido y por una realidad endurecida por cuatro años de malas noticias económicas y sociales. Lejos de estallar contra el suelo y perecer, como lo hizo el experimento de la Alianza dos décadas atrás, en otro contexto y con otro final, la oposición logró levantar sus partes y rearmar sus estrategias políticas para intentar gobernar nuevamente la provincia de Buenos Aires, que concentra nada más y nada menos que el 40% del padrón electoral nacional. Antes de eso, deberá reconstruirse desde sus entrañas y ver quién, finalmente, se erige como la cabeza de un cuerpo que deberá prepararse para batallar en la pelea mayor de 2023. En ese plan están, al menos, una mujer y cinco hombres, que avanzan a codazos en busca de la cabeza de lista de aspirantes a la Cámara de Diputados de la Nación por la provincia, mientras continúa un enigma que bloquea las definiciones: qué hará la exgobernadora María Eugenia Vidal.
La exmandataria bonaerense ya avisó que no quiere regresar al territorio que gobernó, acaso porque teme que no haya una vida más después de una nueva derrota consecutiva, algo que podría frustrar sus intenciones de llegar a la Casa Rosada en dos años. De confirmarse, expone el desacuerdo de sus socios, que ya piensan en ocupar su lugar. El primero en desplegar sus intenciones fue el intendente de Vicente López, Jorge Macri. De hecho, tanto el exdiputado provincial César Torres, uno de sus principales armadores, como el jefe comunal de Junín, Pablo Petrecca, a quien conduce de manera política, le dijeron a Letra P que les gustaría ver al presidente del PRO bonaerense al frente de la nómina de Juntos por el Cambio. "Es el tipo que más conoce la provincia", vendieron.
El jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, también apostó por ese lugar de la oposición y dispuso que su vice, Diego Santilli, cruzara al territorio bonaerense como parte de un Plan Canje mayor que venía pergeñando. A Santilli, un dirigente amarillo de extracción peronista, lo animan los números de encuestas que no muestra, la gran vidriera que significa trabajar en la capital del país y el tendido de puentes con algunos intendentes bonaerenses del Grupo Dorrego, como Néstor Grindetti, de Lanús, y Julio Garro, de La Plata. Sabe que, si se presenta, tiene altas chances de perder, pero su objetivo responde a la orgánica de darle volumen al proyecto nacional del larretismo. "Si María Eugenia no juega, vamos a estar", aclaran, mientras intentan diagramar una estrategia que achique a la mitad los 15 puntos de la diferencia que separó a JxC del peronismo en 2019.
La jefa de la Coalición Cívica y cofundadora de Cambiemos, Elisa Carrió, también avisó en diciembre último que será candidata en las elecciones legislativas de este año y no descartó su postulación para la gobernación. Hoy tiene una estructura territorial modesta -apenas un puñado de legisladores y legisladoras de su confianza- en comparación con los demás socios de la alianza, pero la anima la ilusión de pasar de un partido boutique a uno que pueda gobernar. De todos modos, ella y su equipo no se autodefinen como acaparadores seriales de cargos y sostienen que el crecimiento del partido, más que exponencial, tiene que darse en calidad. Por eso, buscan tener incidencia directa en las definiciones frentistas y acceder al manejo de áreas clave en algunas comunas gobernadas por Juntos por el Cambio, donde tiene sintonía con sus intendentes.
“El PRO siempre tuvo roles vinculados a cargos ejecutivos y nosotros, a cargos legislativos. Queremos equilibrar esa relación y aspiramos a ocupar nuevos lugares a partir del peso específico de Carrió y la ampliación territorial que nos proponemos”, aseguró en una declaración reciente a este medio uno de los integrantes de la mesa chica del lilismo.
Se anota también el expresidente de la Cámara de Diputados de la Nación Emilio Monzó. Salvo que surja una chanche de integrar una lista de unidad, ya avisó que se presenta a competir en las PASO, es que necesita dar pelea dentro de la oposición, posicionar su imagen hoy desconocida y tener un lugar en la disputa por la sucesión del gobernador Axel Kicillof en 2023. "Emilio no necesita una candidatura para acceder a una banca, eso ya lo tiene; por eso, está dispuesto a ir a fondo, porque lo que está en juego es otra cosa", apuntó una fuente que comparte trabajo diario con el exfuncionario.
Los focus group que encargó su equipo le indican que quienes lo conocen, entre el 55 y el 60% del electorado bonaerense, lo perciben como un dirigente que busca acuerdos y con vocación de diálogo, algo que pretende ampliar a partir del lanzamiento del Partido del Diálogo, sello con el que ya inició una campaña de afiliación en buena parte de la provincia. Aún así, mantiene un alto índice de desconocimiento y puja por levantar su exposición sin calentar el termómetro social, que cuestiona el proselitismo en medio de una pandemia.
El intendente de San Isidro, Gustavo Posse, también quiere ser el próximo gobernador de Buenos Aires, un objetivo con el que soñaba en 2015 pero que ahora reactiva ante la horizontalidad de la mesa de conducción de Juntos por el Cambio y la imposibilidad de competir por un nuevo mandato en su distrito. Corre con la desventaja de haber perdido la interna de la Unión Cívica Radical frente al diputado Maximiliano Abad y ser principal blanco de críticas por haber sido uno de los autores intelectuales de la ruptura del bloque en la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires.
Cada una de las figuras que integran esta grilla de precandidatos y precandidatas analiza la posibilidad de enfrentarse con las otras en una interna multitudinaria y sumar a la provincia de Buenos Aires al escenario opositor nacional de confrontación aparentemente inevitable entre halcones y palomas, con sus dos máximos representantes, Larreta y Mauricio Macri, en camino a la batalla final por el liderazgo. En el otro rincón está el Frente de Todos, que replicará sus acuerdos internos de 2019 para cerrar listas sin fricciones de gran escala y cuenta con los fierros que le otorga el aparato del Estado, el impulso de una gestión que toma aire a fuerza de una campaña de vacunación que acelera y un despliegue de obra pública bonaerense que tamiza la crisis nacional provocada por la inflación desbocada y el crecimiento de la tensión social, que comezó a tomar las calles del centro porteño. En este escenario resbaladizo, en el bando amarillo saben que ninguno de los nombres en danza otorga garantías de éxito.