El teléfono del "Príncipe" no sonó. No lo llamaron ni el ministro de Justicia, Martín Soria, ni el Presidente de la Nación. "Príncipe" es el apodo con el que algunos oficialistas mencionan en privado al juez Daniel Rafecas. El apodo será negado en público, porque hay una orden que bajó desde las más altas esferas: no criticarlo y priorizar el debate sobre la reforma del Ministerio Público Fiscal, que derivaría en la salida del interino Eduardo Casal. Sólo puede hacer mención al candidato a procurador su mentor, Alberto Fernández, que le pidió en público que reflexione antes de bajarse de la postulación, mientras sacan cuentas en el Congreso. Aunque apunte al corazón de su poder político, hoy es un tema menor para el mandatario, que tuvo que admitir, en medio de la suba de contagios de Covid, que "la gente no resiste" una vuelta a Fase 1.
En el gabinete, un zoo con albertistas en peligro de extinción, hay un ministro al que no le atribuyen título nobiliario pero a quien con sorna tildan de académico. Se trata de Martín Guzmán, sobre cuyas espaldas cargan el futuro económico del país y lavan culpas por la situación actual. No lo rechazan todos, es cierto, pero sí el ala dura del kirchnerismo y algunos más, entre los que por momentos se alista el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. Están los que creen que el ministro de Economía es el problema y quienes recelan de su imagen positiva. El Presidente lo empoderó con un viaje que buscó solidaridad frente a las negociaciones con el FMI y el Club de París, además de mostrar que Argentina no se aísla del mundo. Bendición papal mediante, el jefe de Estado volvió al barro nacional, donde volvió a tensarse el vínculo con el campo y con la oposición. Al menos en Diputados, se preservó el acuerdo para postergar las PASO un mes y se convocó a una sesión con temas digeribles para Juntos por el Cambio. El Gobierno necesita tiempo para inyectar vacunas antiderrota e intentar domesticar la inflación.
Precios. Pandemia. Inflación. Vacunas. El lenguaje se acota en los debates internos y el oficialismo se muerde la cola dando vueltas desde hace más de un año sobre los mismos males. Para el kirchnerismo, es prioridad la Justicia. Cristina Fernández volvió a tuitear recordando su peregrinación por Tribunales mientras el operador judicial macrista Fabián Rodríguez Simón, alias Pepín, pide asilo en Uruguay bajo el argumento de ser un perseguido político. Este martes, a dos años del anuncio de la fórmula Fernández-Fernández, hasta el vocero presidencial Juan Pablo Biondi volvió a marcar la cancha en Twitter al recordar que se debe mantener la unidad. Es otra palabra que se repite: año de crisis, año electoral, sin Todos en el Frente es difícil ganar.
En la intimidad del poder se analizan distintas encuestas y estrategias posibles. Una beneficia al académico economista. Se trata de un estudio nacional sobre 8000 casos, que lee semanalmente uno de los principales socios de la alianza del Gobierno. Recibe también un tracking diario de la región metropolitana y la provincia de Buenos Aires. El primer lugar en imagen positiva lo ocupa Horacio Rodríguez Larreta y el segundo Fernán Quirós. Después vienen María Eugenia Vidal y Martín Lousteau. El quinto en la lista (y primero del oficialismo) es Guzmán. Recién después figuran Patricia Bullrich y Alfredo Cornejo, halcones de Juntos por el Cambio, y en octavo lugar Fernández.
En el conurbano, hay intendentes que manejan otros números. Un albertista puro le dijo al Presidente: "No me restás, me sumás". Y le mostró un estudio en el que mide más que CFK y que Axel Kicillof e incluso más que Rodríguez Larreta. La mayoría de los intendentes, le señaló, miden bien más allá de su pertenencia partidaria y son reconocidos por los vecinos como quienes están en la batalla diaria contra el coronavirus. En los municipios manda la gestión, que hace agua en la macroeconomía. Ese mismo dirigente albertista cree que las vacunas son más importantes aún que la inflación, pero aplaude la decisión de frenar las exportaciones de carne. No hay conurbano que aguante pagando $800 o $1000 el kilo de carne. Después de la vacuna, apunta, "hay que acomodar la góndola". Y ahí alistan el trabajo del Presidente, y de los ministros de Economía, Agricultura y Producción. De los cuatro responsables, por ahora solo uno es kirchnerista: Luis Basterra. No alcanza, sostienen, con poner precios máximos, si no se avanza sobre los formadores de precios. Ahí sí coinciden todas las tribus internas.
El lunes en La Plata se reactivó la mesa que funcionó en Buenos Aires en la última elección. Hubo asado en la Gobernación entre Kicillof, Massa, Máximo Kirchner, el ministro del Interior, Eduardo 'Wado' de Pedro; ministro de Desarrollo Territorial, Jorge Ferraresi, y el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza. A diferencia de la mesa grande del gabinete, en la comida hubo un solo albertista: el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis. Massa repitió, como en cada reunión, que las elecciones se ganan con dólares en el Banco Central y pesos en la calle, e insistió en que hay que cerrar el acuerdo con el FMI y el Club de París, con las cerealeras acordar la liquidación de divisas y aumentar salarios, créditos e inversión pública. A la Casa Rosada le avisó que es un soldado leal pero que, en defensa del voto blando, espera que este miércoles se reglamente la ley de Ganancias y se devuelva lo prometido a la clase media.
En el Frente de Todos tomaron nota del encuentro distintos aliados, desde movimientos sociales y partidos más chicos hasta los intendentes de la Primera Sección Electoral, que hace rato exigen una silla en las grandes mesas de discusión. Algunos de los que reclaman son los mismos que resistieron el avance de Kirchner en el PJ bonaerense. Bajo amenaza de llegar hasta la Corte, el vice partidario Fernando Gray logró que se postergue hasta fin de año la asunción del jefe del bloque de diputados oficialistas. "Esa mesa es vieja, es la mesa de acción política del 2019", reflexionan los que sostienen parte del gobierno de Fernández y que exigen una mayor defensa de la gestión y lealtad al Presidente, pero que temen a la lapicera electoral de la sociedad Máximo-Massa.