El primero en admitirlo la semana pasada fue Omar Perotti, cuando afirmó que el regreso de las cuasimonedas ante la crisis múltiple era “una alternativa interesante” para los gobernadores. No era lo que esperaba Alberto Fernández de uno de los peronistas a los que en campaña se cansó de elogiar, pero delataba la fragilidad presupuestaria de una de las provincias más importantes del país, en manos de un mandatario que llegó al poder con fama de buen administrador. A Perotti, como a muchos funcionarios del propio Fernández, la pandemia lo sorprendió cuando todavía ni siquiera había logrado asentarse en la gestión o, según sus opositores, no había empezado a gobernar. Resulta sintomático, además, que el fantasma de las cuasimonedas haya aparecido en boca de un peronista al que le toca gobernar Santa Fe, el único distrito que después del estallido de 2001 se negó a emitir su propio billete por decisión de Carlos Reutemann, aunque dejó correr las Lecop. Heredero difuso del Lole, Perotti se topa con dificultades importantes para asumir su testamento político.
Unos días después, el que pasó de la especulación a los hechos fue Juan Schiaretti, con el lanzamiento de un bono por 9000 millones de pesos que le servirá a la gobernación de Córdoba, en principio, para resolver las deudas con los proveedores del Estado. El instrumento que ideó “El Gringo” es ambiguo: como explican desde la gobernación y las consultoras del mercado, no es una cuasimoneda porque no circula; como enseña la historia reciente, puede ser el primer paso para volver a los Lecor que creó Juan Manuel De la Sota durante el mandato de Fernando De la Rúa. Contador y especialista en manejo de crisis, Schiaretti se adelantó a todos una vez más en un distrito que acumula una caída de 22 meses en la recaudación, sufre la coparticipación de cuarentena y está endeudado en moneda extranjera en un 90%, la marca indeleble de un exceso de optimismo en la fantasía del macrismo.
De común acuerdo o no, los líderes del peronismo núcleo volvieron a moverse en una fina sintonía que confirma sus altas coincidencias. Lo contó Letra P en noviembre pasado. Desde la Región Centro, gobiernan economías parecidas, comparten una idea similar sobre la ubicación del peronismo, les sobran vasos comunicantes y ahora también la urgencia los hermana. Lo que el fiasco del paro sojero no logró potenciar en marzo lo comienza a insinuar con fuerza la amenaza del COVID-19 en un mapa que ya Macri había dinamitado con la recesión profunda y el aumento de la pobreza.
PERONISMO DE SOCORRO. Si Perotti y Schiaretti esperaban que Fernández anunciara una ayuda extraordinaria para los gobernadores que tienen problemas para pagar sueldos y jubilaciones, pueden darse a esta hora por satisfechos. El Presidente les prometió el martes el envío de 120.000 millones de pesos en créditos y tres cuotas de ATN para las provincias, una cifra global que multiplica por 20 los iniciales 6.000 millones que la Casa Rosada había destinado con el anhelo desmedido de apagar un volcán de necesidades.
Son muchos los gobernadores que juran no tener resto más que para pagar un mes de salarios. Les pasa lo mismo a muchos intendentes, empezando por el exvicegobernador de Schiaretti, Martín Llaryora.
Cerca del gobernador de Córdoba calculan que, de acuerdo al índice de coparticipación, a “El Gringo” le tocaran unos 10.000 millones, más o menos lo mismo que esperan en el entorno del exsenador. Sin embargo, la plata tiene que llegar rápido porque son muchos los gobernadores que juran no tener resto más que para pagar un mes de salarios. Les pasa lo mismo a muchos intendentes, empezando por el exvicegobernador de Schiaretti, Martín Llaryora, que dice haber sufrido una caída del 60% en sus ingresos y acaba de emitir desde la ciudad de Córdoba su propio bono.
El ministerio de Finanzas de la provincia informó que la recaudación cayó en marzo un 14% respecto al ya muy malo 2019. Schiaretti hizo un recorte del 30% en los salarios más altos en marzo, pagó los sueldos con lo justo y, sin las transferencias que ahora anuncia la Nación, pagar abril le iba a resultar imposible sin cuasimonedas. Según los últimos datos oficiales, Córdoba tiene 129.526 empleados, de los cuales entre 80.000 y 90.000 son maestros y policías. Si no quería recrear un instrumento similar al Lecor, al gobernador le quedaban dos caminos: ajustar a esos sectores y desatar un conflicto de resultado impredecible o recortar en la Caja de Jubilaciones con el costo altísimo que implicaría, más en plena emergencia.
Para Perotti, la situación es mucho peor, en un clima agrietado como pocos y con la gestión que no termina de arrancar. El gobernador tardó más de tres meses en lograr que le votaran la emergencia que Fernández sancionó en diciembre. “Todavía no sabe dónde están los botones que tiene que apretar”, dicen en Balcarce 50 algunos que se identifican en la dificultad. Hace diez días, consiguió finalmente aprobar la ley de Necesidad Pública en Diputados con apenas 12 votos y el récord de 31 abstenciones: así consiguió los superpoderes que buscaba, un fondo de 15.000 millones de pesos para enfrentar la pandemia y la autorización para endeudarse en 6.000 millones de dólares que nadie sabe quién le va a prestar. La Cámara de la Construcción viene denunciando hace meses que la actividad está paralizada por una deuda de $3.000 millones y la mención de las cuasimonedas generó el fuerte rechazo del gremio docente de Amsafe y las declaraciones de Sonia Alesso a Letra P: “Los que las sufrimos en 2001 y 2002 sabemos lo que significan: rebaja salarial y ajuste”.
Si esa es la situación de Córdoba y Santa Fe, es mejor ni preguntarse cuál es la realidad de la provincia de Buenos Aires, que, después de pagar deuda U$S250 millones en febrero, ahora busca reestructurar U$S 7.148 millones. A diferencia de Kicillof y Schiaretti, las obligaciones de Perotti en dólares son mucho menores y rondan los U$S 650 millones, como consignó Letra P. Diferencias al margen, nadie tiene un fondo anticíclico para soportar el pago de obligaciones con la recesión que arde, la recaudación que sigue cayendo y el aumento de la demanda de asistencia en todos los sectores.
COMANDO CENTRAL DE EMERGENCIA. Un informe de la consultora Analytica del 3 de abril indica que, para afrontar las consecuencias negativas de una cuarentena de un mes y medio, las provincias necesitan, en su conjunto, el equivalente a 225.000 millones de pesos -casi 100.000 millones más de lo que enviará Fernández- y abre a la posibilidad de que la solución elegida sea el regreso de las cuasimonedas.
El eventual regreso de esos papeles no haría más que dibujar el sálvese quien pueda sobre el mapa de la Argentina paralizada. Aunque puede aceitar los engranajes de una economía de vacas flacas, la mayoría de los economistas coincide en que hoy no tiene sentido porque el Banco Central está emitiendo como nunca. Sería un contrasentido y daría pie a un proceso largo en el que después no es fácil retirar los bonos del mercado, como sucedió después de 2001.
No es momento de decirlo, pero el movimiento conjunto de Perotti y Schiaretti es visto con recelo desde el gobierno nacional.
Se lo dijo a Letra P el director de Analytica, Ricardo Delgado: “Rescatar las cuasimonedas es muy engorroso y, en una crisis extrema como esta, lo mejor es tener un comando unificado. Para evitar eventuales impactos inflacionarios y centralizar la emisión sólo en el Central, es preferible que la Nación les preste a las provincias por única vez con la garantía de coparticipación”.
No es momento de decirlo, pero el movimiento conjunto de Perotti y Schiaretti es visto con recelo desde el gobierno nacional. La campaña de Fernández apuntó a recuperar la adhesión de Córdoba y Santa Fe, pero el Frente de Todos volvió al poder gracias a los votos del conurbano bonaerense y las provincias más pobres de la Argentina. Con un peso determinante del agronegocio, la Región Centro volvió a inclinarse por opciones más afines a lo que consideran sus intereses. Vía Eduardo de Pedro, el trato formal es igualitario y el gobernador de Córdoba envió a sus congresales al encuentro del PJ en marzo pasado, después de una década de enfrentamientos. Sin embargo, Schiaretti y Perotti despliegan estrategias propias y no asumen el rol que estaba previsto. Sus lugares en la mesa de Olivos están ocupados por Kicillof y el sorprendente Horacio Rodríguez Larreta.