Luis Juez vislumbra que, aún imprevisible, el panorama político que se abre tras el triunfo de Javier Milei en el ballotage le ofrece una nueva oportunidad para seguir un trayecto que, con varios cambios de escudería ya, recorre hace 16 años y tiene a la gobernación de Córdoba como punto de llegada. Pidiendo prudencia aún, mira con mucha atención los reacomodamientos que obliga la consagración del referente paleolibertario, que llegó al poder en alianza con dirigentes del sector duro de Juntos por el Cambio, especialmente dirigentes PRO, referentes negacionistas como Victoria Villarruel y guiños explícitos de sectores anti-K.
Confiando en su olfato, que define como su mejor virtud política, el senador buscará aprovechar el empoderamiento de Mauricio Macri no sólo como alquimista de otra fusión que logró poner de rodillas al peronismo, sino también como líder de una alianza cambiemista que se encuentra en plena metamorfosis. Enemigos declarados por años, en las últimas semanas sostienen un fluido tráfico de mensajes, que el exintendente de la ciudad de Córdoba admite reiteradamente.
Los intercambios no sólo abordan miradas sobre la realidad nacional y el rol estratégico del Congreso. También sobrevuelan la necesidad de reacomodamiento en la versión cordobesa de JxC, donde ya no hay expectativa electoral que enmasille las grietas.
La buena onda entre ambos remonta al mes de junio, cuando Macri acudió como inesperado bombero de un Juez que, a pura declaración y declamación, denunció la existencia de un pacto entre Horacio Rodríguez Larreta y Juan Schiaretti para garantizar al gobernador que Martín Llaryora se convirtiese en su sucesor.
Aunque finalmente el líder del Frente Cívico cayera derrotado en las elecciones provinciales, su performance electoral sería superior a la de otros postulantes de la alianza, que cayeron por márgenes más amplios en cada contienda. El caso más paradigmático sería el de Rodrigo de Loredo, derrotado por Daniel Passerini.
Votos en mano, Juez quiere un lugar central en la mesa que discutirá el futuro de la oposición cordobesa. Tiene a Macri de su lado, que también deberá intervenir en el propio desarme de su partido a manos del nuevo cordobesismo, que no cesa de sumar adherentes amarillos.
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La herida
Acudiendo al llamado de Juez, Macri también tensaría el escenario mediterráneo de JxC, atravesado, como todo el país, por tendencias centrífugas. Recostado en aquella ala dura del PRO también evaluaría las fidelidades para sus sucesivos proyectos presidenciales a través de terceros, que excluyeron a Rodríguez Larreta y derivaron en el apoyo a Milei.
En ese terreno desmalezado de quienes apostaron por su derrota, el jefe del Frente Cívico ya reafirma puntales para edificar una nueva postulación. “Vamos a pelear. No vamos a ceder. ¿Por qué habríamos de hacerlo? El desafío sigue”, ha dicho por estos días a sus acólitos.
Estos, como él, siguen ajustando la mirada al ver a De Loredo. Aunque no estén dispuestos a romper con el diputado, siguen refunfuñando por su decisión de no acompañarlos en una fórmula que “se habría impuesto por ocho puntos”.
En analogía con lo sucedido este lunes, los juecistas creen que en Córdoba existía una "voluntad de cambio" de signo político similar a la expresada en el ballotage. “Aún relamo esa herida”, admite a los propios el exfiscal Anticorrupción.
Aunque en sólo 20 días comience la renovación de autoridades en todo el país, con consecuentes expectativas, el exembajador en Ecuador no está dispuesto a asistir pasivamente a ello. Con su banca de senador, desde la que ofrecerá su reconocida verba al bando ya encolumnado con Macri para apoyar a Milei, espera seguir descargando munición sobre una gestión provincial a la que ya diagnostica pústulas.
Tiro libre
A las especulaciones en el plano nacional, Juez suma toma positivamente para su pervivencia política dos decisiones tomadas por Martín Llaryora, quien parece haberlo elegido como el rival necesario para su futura gestión.
Por un lado, la determinación del gobernador electo por incorporar dirigentes del PRO cordobés para dar contenido a su propuesta de partido cordobés. Desde el juecismo miran con cierto beneplácito tal opción. En particular la salida de nombres con los que ha mantenido rivalidad, como Orlando Arduh y Darío Capitani.
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Con la misma mesura, evitan hablar directamente de ellos. Prefieren mencionar un pelotón de dirigentes que “no jugaron a ganar”. Según afirman desde el Frente Cívico, desperdiciaron una oportunidad inmejorable. “No movieron un dedo”, aseguran. Tal "inconducta", admiten, estuvo vinculada a la interna que impediría a la alianza opositora instalar un nombre propio en la Casa Rosada pese a la existencia de un contexto propicio.
Junto a la salida de los “infieles”, el excandidato a gobernador también computa a su favor las polémicas desatadas por la ráfaga de proyectos impulsados por el gobierno provincial y aprobados por su mayoría automática en la Legislatura, con escasa discusión y sospechosa urgencia, a sólo 20 días del cambio de mando.
En particular, sopesan la determinación por modificar facultades del Tribunal de Cuentas provincial, que desde el 11 de diciembre tendrá mayoría opositora, con dos juecistas con pedigrí: Beltrán Corvalán y Fernanda Leiva.
Desde el entorno del senador celebran la posibilidad de retomar iniciativa con dos ejes sobre los que ha construido su carrera: corrupción e institucionalidad. “Nos dieron un tiro libre al lado del área”, sostienen, apelando a sus ya típicas metáforas futbolísticas. "Nos subestiman. Toman de zonzos a todos los cordobeses", añaden.
"La reconstrucción del espacio tiene que ser a partir de valores claros. Estamos en contra del partido único que quiere Llaryora. Vamos ser el obstáculo para ello. Vamos a combatir a morir esa idea", repite Juez a su entorno.