Tal como lo indicaban sus movimientos desde finales del año pasado, Juan Schiaretti será precandidato a Presidente. Esa postura se mantendrá al menos hasta el 24 de junio por la noche, el día en que deberá estampar su firma ante la Justicia Electoral. ¿Puede eso cambiar? Esa es la duda que mantiene en vilo a una buena parte del sistema político que todavía no da por caído el diálogo entre el palomar cambiemista y el líder cordobesista, y que avizora la posibilidad de algún tipo de batacazo al filo del plazo fatal para la inscripción de candidatos y candidatas.
Como ya advirtió Letra P, a pesar de haber dicho que tiene reservado el casillero de vice para alguien de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta se guardó un martillo por si la emergencia lo obliga a tener que romper el vidrio que lo separa de Schiaretti. Con las conversaciones en aparente stand by, pero el diálogo y las ideas compartidas tan firmes como el primer día, ni el porteño ni el cordobés descartan un acuerdo de cara al próximo período de gobierno.
Cultores de una alianza programática amplia, que tenga sus límites marcados en los sectores identificados en el kirchnerismo y el libertarismo, Larreta y Schiaretti no desestiman terminar trabajando juntos. El misterio que queda latiendo cuando las cartas se arrojan sobre la mesa es el momento en que ese acuerdo podría hacerse público. El movimiento más dificultoso parece ser el que contempla un desprendimiento de las actuales estructuras, Juntos por el Cambio y Hacemos por Nuestro País, respectivamente. Si alguno queda afuera de carrera en las PASO, una posibilidad se abrirá camino a octubre. Si los dos sostienen sus aspiraciones hasta esa fecha, la previa al ballotage será el momento definitivo.
Con todo, más allá de lo estrictamente ideológico, que también fue detallado por este medio meses atrás, hay razones de corte práctico que justificarían un acuerdo entre el cordobesista y el porteño. Como ya se dijo, la suma del gobernador le permitiría al jefe de Gobierno exponer una musculatura política mayor a la que le puede ofrecer el cambiemismo por sus propios medios.
Sólo contando a quienes representan a la provincia en el Congreso, Schiaretti cuenta hoy con tres bancas en la Cámara baja y un escaño en el Senado. Ese peso se amplifica a ocho escaños si se contabiliza al aliado Interbloque Federal y podría extenderse aún más si se contemplan los tres senadores y la senadora que acompañan a Alejandra Vigo en la bancada Unidad Federal de la Cámara alta, aunque ese espacio es un poco más heterogéneo. En la elección de octubre el cordobesismo pondrá en juego sólo una banca en el Congreso y, teniendo en cuenta que Carlos Gutiérrez ingresó con una boleta corta en 2019 y que un tramo encabezado por Schiaretti empujaría al espacio a una elección en la que incluso puede resultar el más votado, esa representación se acrecentaría a partir del 10 de diciembre.
Este viernes, incluso, Hilda "Chiche" Duhalde anunció que por ofrecimiento del gobernador cordobés encabezará la lista de Hacemos por Nuestro País a la Cámara de Diputados por la provincia de Buenos Aires. Un nombre pesado en el distrito más poblado del país, que también hace imaginar un mayor peso para el bloque del cordobés en un Congreso en que las mayorías y minorías deberán construirse trabajosamente.
Córdoba, como el corazón, en el centro
Más allá de lo que pueda conseguir a partir de su propia candidatura, un eventual acuerdo con Larreta le permitirá a Schiaretti sostener su peso político en la provincia, que incluso en el mejor de los escenarios, con Martín Llaryora ganando la elección del 25 de junio, comenzaría a desvanecerse producto de la renovación generacional del peronismo que actualmente conduce.
Es difícil imaginar que el gobernador prepare un virtual retiro de la política luego del 10 de diciembre. A sabiendas de que es casi una quimera imaginarse como el próximo Presidente, y todavía manteniendo abierta la remota chance de que el destino le permita proyectarse desde la vicepresidencia, lo que a la vez complicaría el armado legislativo cordobesista, el horizonte también se vislumbra en algún espacio en el gabinete de una eventual gestión presidencial de Larreta.
Ese desembarco fortalecería al cordobés, pero también a su sucesor. Más allá de los alineamientos partidarios lógicos, el compromiso de Llaryora con la candidatura nacional de Schiaretti se explica a partir de una necesidad mutua que se retroalimenta. El gobernador necesita de una victoria de su alfil para mantener su proyección nacional y Llaryora necesita de su jefe político incidiendo en la discusión nacional para dotar de virtuosismo a la gestión provincial que se imagina comandando.
Esta semana las principales voces del gobierno de Córdoba se hicieron eco de las palabras de la vicepresidenta Cristina Kirchner y la cruzaron con dureza. La exmandataria cuestionó el endeudamiento de la provincia y el ministro de Finanzas, Osvaldo Giordano, la acusó de desconocer la realidad de Córdoba. CFK también deslizó que en Córdoba “no la quieren”. La afirmación, sirvió a Gutiérrez para despacharse.
“Lo único cierto que dijo la vicepresidenta es que los cordobeses no queremos a los K. Eso es absolutamente cierto”, escribió en Twitter el diputado y principal brazo schiarettista en su armado nacional. Y agregó: “La vicepresidenta no sabe de qué habla. La obra pública en Córdoba ha sido desarrollada con nuestro esfuerzo, porque los gobiernos K siempre nos discriminaron”.
https://twitter.com/Dip_Gutierrez/status/1669502645122236417
Allí hay un punto en el que Llaryora espera a un Schiaretti incidiendo en la política nacional para tener un lazo directo con el poder central que permita al sanfrancisqueño, que ya se proyecta gobernador, sortear las dificultades económicas con una mayor solvencia de la que gozaron sus antecesores. Más allá del divorcio ideológico con el kirchnerismo, tanto José Manuel De la Sota como el propio Schiaretti llevaron el conflicto por el reparto de fondos a la Justicia, con distinta suerte según los aires políticos de cada momento. Semanas atrás, incluso, el gobierno de Córdoba le solicitó a la Corte Suprema de Justicia que dispusiera de una medida cautelar para que “se ordene a la Nación girar los fondos para cubrir el déficit previsional, ajustados a lo dispuesto por la Ley de Presupuesto y que disminuya la deuda acumulada a abril de 2023 por 13.560.076.041,27 pesos”.
Esa realidad, sin solución de fondo hasta el momento, se proyectará hacia la siguiente gestión y Llaryora espera que el peso sostenido de Schiaretti sirva para terminar con una historia de desencuentros en la que las arcas cordobesas siempre se sintieron resentidas. De hecho, el propio intendente que quiere ser gobernador tiene un plan B y sostiene algunas líneas con el actual oficialismo que puedan servir para el mismo fin en caso en que el peronismo pueda resultar triunfante, como así también con el larretismo sin Schiaretti y con el macrismo. Letra P ya contó la histórica relación que une a Llaryora con Sergio Massa y Diego Santilli, y es de público conocimiento la “buena onda” que el intendente “pegó” con Mauricio Macri luego de la reunión cuasisecreta que mantuvieron en la segunda parte de 2022.
Como sea, lo que más le conviene a Llaryora es la presencia de Schiaretti como factor de poder latente a nivel nacional. Si ninguna de las alquimias electorales y de gestión da resultado, la apuesta a un crecimiento del espacio en materia de representación nacional también será un elemento a considerar de cara a la campaña que comenzará exactamente un día después de las elecciones provinciales. A partir de ese momento, el cordobesismo se jugará mucho más que el futuro de Schiaretti.