SEGUNDO TIEMPO

Otra oportunidad: Fernández recupera aire y juega su bala de plata

El Gobierno mejoró la cosecha electoral respecto de las PASO. Ahora busca reconfigurar la unidad. Conurbano power, provincias en baja. La llamada de CFK.

 

Las razones de la remontada son un sentido en disputa. En la Casa Rosada aseguran que obedeció a la decisión del Presidente de salir a escuchar al territorio tras la derrota, mostrar gestión y cercanía, combinada con una recuperación económica que empieza a sentirse tibiamente en los bolsillos, aunque todavía no alcance para la reivindicación plena. En el cristinismo entienden que el golpe de timón se inició con la carta-bomba que Cristina publicó después de la estrepitosa derrota de las PASO, que empujó cambios en el gabinete y una mirada más realista del escenario. 

 

Como sea, el recorte de la diferencia tiene en territorio bonaerense su epicentro y le otorga un protagonismo mayor a los intendentes y las intendentas que prometieron –y cumplieron– la búsqueda de votos “casa por casa”. La recuperación de Mayra Mendoza en Quilmes, bastión de La Cámpora en el conurbano, y de distritos como San Martín, donde manda el ministro Gabriel Katopodis, y los triunfos contundentes en Almirante Brown, Pilar, Malvinas Argentinas, La Matanza, Avellaneda y Lomas de Zamora –donde manda Martín Insaurralde, que revalorizó su rol en el gobierno de Axel Kicillof –, posiciona a la jefatura del conurbano como socia indiscutida que ya piensa en el debate que vendrá: la rehabilitación de las re-reelecciones. En diálogo con Radio 10, en la mañana de este lunes, Katopodis atribuyó su triunfo al “trabajo de la unidad de todos los sectores”, el peronismo, La Cámpora y el Movimiento Evita; una muestra de que el músculo territorial del peronismo aún está vivo y de que el piso del 37% –como el que obtuvo Cristina en 2017– es inamovible.

 

La lupa sobre las provincias no arroja los mismos resultados. Jorge Capitanich fue el protagonista de una remontada resonante en Chaco, que le valió la felicitación pública del Presidente. Algo similar se vivió en Tierra del Fuego, donde Fernández destacó al gobernador Gustavo Melella y el trabajo de los intendentes Walter Vuoto (Ushuaia) y Martín Pérez (Río Grande), ambos referentes de La Cámpora. Gildo Insfrán, en Formosa, también revalidó su liderazgo inoxidable.

 

El resto no corrió la misma suerte, pese a haber alambrado las fronteras tras la derrota de las PASO y haberle pedido al Presidente que se abstuviera de pisar sus distritos. Sergio Uñac consiguió un triunfo exiguo en San Juan, Gustavo Bordet y Omar Perotti sufrieron derrotas durísimas. El peronismo fue vencido en La Pampa después de 36 años. El jefe de Gabinete, Juan Manzur, también logró una victoria ajustada en Tucumán. Apuntó por los resultados a la durísima interna que mantiene con su vice, Osvaldo Jaldo, que tomó el mando luego de que Manzur se instalara en la Casa Rosada. Manzur apenas pisó el distrito cinco días sobre 45. En ese escenario, el ala provincial que le pedía a gritos a Fernández que se independizara de Cristina perdió poder de presión. 

 

El Presidente ya hizo saber de todas las formas posibles que no habrá tal ruptura. La oportunidad se presentó aquel fatídico miércoles posterior a las PASO en el que el cristinismo amenazó con abandonar el Gobierno. Fernández escuchó gritos de independencia en la reducida mesa de albertistas que se armó en su despacho, ubicado en el primer piso de la Casa Rosada. El espíritu revolucionario se vio interrumpido por una intervención de la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, que alertó sobre la inviabilidad de la propuesta. “¿Con quién quieren gobernar? No sacamos del Congreso ni el ascenso de un militar nunca más”, avisó. Palabras más, palabras menos, advirtió que la ruptura no marcaría el fin del cristinismo, sino el fin del gobierno de Fernández. El jefe de asesores, Juan Manuel Olmos, acompañó la mirada. El primer mandatario dio por terminada la discusión. 

 

Los cantos de sirena del sector que pide romper con el cristinismo volvieron a escucharse en la previa de las elecciones generales, en encuentros que el Presidente mantuvo con sindicatos, movimientos sociales y en algunas charlas con gobernadores. En el tránsito, Cristina dio sobradas señales de que no piensa abandonar la coalición que construyó. La última y más contundente fue su presencia en el acto de cierre de campaña del FdT, en Merlo, donde asistió una semana después de haberse sometido a una histerectomía. La presencia de Eduardo de Pedro en Olivos, el sábado previo a las elecciones, junto a candidatos y candidatas bonaerenses y de la Ciudad, también fue una muestra.

 

Otras señales fueron más subterráneas. Este domingo, la vicepresidenta llamó a Fernández para felicitarlo por el discurso que se emitió desde Olivos cuando se conoció el resultado de las elecciones. En la Casa Rosada dieron por cerrado el aval del cristinismo al plan plurianual que enviará Fernández al Congreso y que marcará el cierre de las negociaciones con el FMI, la piedra más grande en el zapato de la gobernanza de Todos. Aún con resistencia y protesta, habrá acuerdo y salida del laberinto. 

 

CFK tampoco la tendrá fácil en el Senado. De proyectar una ampliación de su poder y de su núcleo duro, perdió el cuórum propio y pasó a depender de alianzas provinciales que juegan según soplan los vientos. La relación de la Casa Rosada con las fuerzas locales de Río Negro y Misiones será crucial. El tercer socio, Sergio Massa, evitó sobre la hora que le disputaran la presidencia de la Cámara de Diputados e intentará ser gravitante en los acuerdos con la oposición, donde tiene viejas amistades y conocidos, y consolidar su rol de interlocutor con gobernadores que no abrevan en el FdT, como Gustavo Sáenz, Mariano Arcioni, Oscar Herrera Ahuad y Omar Gutiérrez.

 

“Alberto nunca pensó en romper. Ni en ese momento ni ahora. Es consciente de que su papel es ser garante de la unidad de la coalición”, apuntan en la mesa chica presidencial. A ese reposicionamiento de su rol apuntará Fernández en los próximos dos años, en los que intentará “cumplir con el contrato electoral de 2019”, que quedó trunco por la pandemia. Cree que todavía tiene margen para reconstruir su imagen, de la mano del crecimiento económico. 

 

La sociedad seguirá en pie, aunque buscará nuevas formas para ordenar la gestión y evitar que el próximo proceso electoral sea tan traumático y caótico como el primero que le tocó atravesar, amén de las complejidades que generó la pandemia. Cerca del Presidente advierten que es tiempo de que el FdT explore otros mecanismos de resolución de conflictos, que no deriven únicamente en una bilateral Fernández- Fernández, capaz de provocar sismos como el que se produjo después de las PASO. 

 

El primer mandatario buscará federalizar y repartir, con el aire que cree que le dará el ordenamiento de la economía y el cierre con el Fondo. Este miércoles, buscará que el peronismo lo respalde en la calle, con una movilización masiva de la que espera que participen sindicatos, movimientos sociales y La Cámpora para ratificar, una vez más, el valor más preciado: la unidad.

 

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