“César, quédate tranquilo, está todo solucionado”, le dijo Mauricio Macri, un día después de ser electo presidente de la Nación, a César Alierta, el CEO global de Telefónica. Minutos antes, el empresario le había expresado su preocupación por el avance del Grupo Clarín en el negocio de las comunicaciones. Lo acompañó en aquella reunión Luis Blasco, por entonces presidente de la filial local. Ya se rumoreaba en el sector lo que se confirmó en enero de 2016, la compra de Nextel por parte del holding que conduce Héctor Magnetto. En paralelo, el grupo buscaba una telefónica grande para cumplir la obsesión de transformar en monopolio el oligopolio cada vez más raleado de las telecomunicaciones y medios en la Argentina.
Alierta, un hombre tan fiel a su compañía como al Partido Popular (PP) de España, se subió al avión de regreso a Madrid conforme con las palabras del flamante mandatario, que les prometió a los CEOs el oro y el moro en sus primeros días en la Casa Rosada. Unos días más tarde, volvieron a ver a Macri otros referentes de Telefónica. “Yo pensé que César se refería a lo de la licencia faltante de aprobación de Telefé en el Enacom; por eso le dije que se quedara tranquilo”, se sorprendió el jefe de Estado cuando los gerentes de la telco le agradecieron el gesto para con su jefe. El que no había entendido la indirecta había sido el jefe del Estado. Telefónica ya estaba alerta de los movimientos e intenciones de Clarín. También sabían los ibéricos que en el juego de las inversiones habían desembolsado menos y con menor intensidad que el grupo. Abrían el paraguas ante una guerra fría que ingresaba en sus días definitorios.
Rajoy hizo el último intento este año para frenar la fusión. No lo logró.
En esa reunión también estaba el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, que trató de llevarles calma a los enviados de una compañía que no solo es nave insignia de la corona y el PP, sino que, además, sería el eje del éxito en una relación bilateral vital para Macri: los negocios entre Argentina y España.
Peña les contó la idea primaria de Cambiemos para con Clarín: darle dos años de gracia, sin demasiadas concesiones, y limarlo en la segunda parte del Gobierno. “Perdón, Marcos, pero tendría que ser al revés. En la segunda mitad del mandato no van a llegar, lo tienen que hacer ahora”, recomendó uno de los presentes.
El pedido era difícil, casi imposible para el Gobierno, que aún admite en privado la influencia que tuvo el holding con sus denuncias al kirchnerismo para darle el golpe de gracia a una Cristina Fernández que ya venía errando en la cuestión económica y había puesto a jugar en la provincia de Buenos Aires a un Aníbal Fernández hecho a la medida de la denuncia periodística. Uno de los hombres de Telefónica le recordó a Peña, precisamente, lo que le había ocurrido al kirchnerismo con Clarín. Una primera instancia de romances furtivos, un regalo de compromiso con la fusión Cablevisión-Multicanal en 2007 y, luego, infidelidad, agotamiento y corazones rotos hasta la separación final de la pareja en 2015.
Pero no eran tiempos de mirar más allá y Macri confió en el poder abrumador que había acumulado, en un gobierno fuerte, con importante apoyo popular y algunos números que le prometían mejoras económicas. Los españoles, en la otra esquina, le pusieron fecha al primer desamor: el DNU 267 de 2015, que habilitó la convergencia entre medios y empresas de comunicaciones y abrió la puerta al triple play. “Ahí la decisión ya estaba tomada”, admiten fuentes del sector.
Durante el gobierno de Macri, Magnetto volvió a jugar fuerte en público en foros empresarios. Luego de la confrontación con los K.
La historia siguió. “Mientras ellos contratan abogados, nosotros invertimos”, bromeaba un hombre del riñon de Magnetto para describir la estrategia de negocios del grupo. Por su parte, Telefónica apostaba a la política. En 2017, Macri recibió a José María Álvarez Pallet, el reemplazo de Alierta como CEO global. Le hizo otra promesa: revisar los decretos que le permitieron a Nextel brindar 4G. Los españoles le aclararon que el tema era grave y que no descartaban ir a los tribunales internacionales del CIADI. Luego se vieron Macri y Pallet en Madrid. Mismo escenario, mismos compromisos. Cambiemos optó, en el período siguiente, por bajarle el tono al reunionismo con Telefónica y dar señales confusas, un tira y afloje casi napoleónico. Por un lado, deslizaban la posibilidad de obligar a Clarín a ceder a Telefónica algunos segmentos de banda ancha. Por otro, avisaban que “el que no compite no gana”.
Con Pallete, el CEO Global de Telefónica, en Buenos Aires. Lobby infructuoso.
La última reunión cumbre se produjo también en Buenos Aires, a comienzos de 2018, cuando Macri fue anfitrión del ex jefe de Gobierno de España, Mariano Rajoy. El político en cuestión no solo conocía el conflicto por ser una firma emblema de su país, sino porque su esposa fue, por años, secretaria del propio Alierta. Los mandatarios se vieron seguido en el marco de la jornada de negocios entre Argentina y España. Paradójicamente, lo que para el afuera fue escenario de concordia, representó, en realidad, la ruptura de lazos entre Rajoy y Macri en el caso Clarín-Telefónica.
Aquella vez, el argentino no dio definiciones, pero Rajoy insistió en que la fusión pendiente de definición en Competencia, que agruparía a Cablevisión y Telecom (adquirida por Clarín en julio de 2017), era un problema no solo para ellos, sino para otros gigantes como América Móvil, del multimillonario mexicano Carlos Slim. En paralelo, se le quejó a Macri por lo insuficiente de la Ley Corta de Telecomunicaciones, popularmente conocida como “Ley Telefónica”. Le permitía dar TV satelital, lo que no es un objetivo prioritario de la firma, porque que la crema del negocio está en la fibra óptica.
Naturalmente, hay argumentos válidos desde el punto de vista del negocio que justifican la preocupación: en localidades como Córdoba, había hasta ahora dos prestadores de Internet, Arnet y Fibertel. Hoy queda uno con el 90% del mercado de banda ancha. Es improbable que cualquier competidor vaya a dar pelea a esa zona. Asimismo, también hay diferencias temporales que perjudican a la competencia en el cuádruple play. Por caso, Clarín debe esperar entre seis y 12 meses para dar una oferta paquetizada. Telefónica y Claro, si quisieran hacerlo, la tendrían habilitada para mediados de 2020 solo para Rosario, Córdoba y Buenos Aires, para principios de 2021 en ciudades con más de 100.000 habitantes y todo el país recién para 2022.
Alierta, el ex CEO que se llevó promesas de Macri en los primeros días de la gestión Cambiemos.
En este contexto y más allá de los parches, la ola ya les había pasado por encima. A fines de junio de este año, la Secretaría de Defensa de la Competencia dio el visto bueno para la unión de fuerzas de Cablevisión y Telecom, con algunos detalles de adecuación menores en relación al negocio que estaba siendo cedido. En España ardieron los teléfonos, a pesar de que ya se imaginaban el desenlace. Se tomaron unas semanas para pensar una estrategia y el viernes 13 de julio enviaron a Competencia una nota de impugnación de la fusión, con la amenaza de interponer recursos judiciales en la esfera local e internacional. Y hasta aclararon que “corren peligro” las inversiones en el país. En este escenario, Clarín optó por la reserva y dejó que la guerra fría, en los últimos días de la contienda, transcurran sin manifestaciones propias.
Competencia tiene diez hábiles contados desde el 13 de julio para elevar la impugnación a la Justicia. Si no lo hace, habilita a los españoles a apelar a los tribunales. Así y todo, la omnipresencia de Clarín y el poder de fuego mediático y periodístico tiene al Gobierno y a Telefónica domados. Cambiemos dio la prueba de amor bastante antes del período más crítico de su gestión, las elecciones de 2019. En el peronismo se burlan de la movida cuando toman café con interlocutores de Magnetto, que buscan cada vez con más ahínco planes B a Macri. Dentro de Cambiemos confían en poder pulsear con las redes que se tendieron con Clarín a lo largo de los años, contactos que exceden el mero vínculo con los Macri puros y se instalan en el plano histórico del desarrollismo. Ergo, casi nadie puertas adentro de la Rosada marcó oposición a la cesión del negocio a Clarín. Incluso hubo una dimisión que sorprendió y luego se entendió: la partida de Miguel de Godoy del Enacom, lugar que asumió Silvana Giudici, una de las espadas del Grupo A que ya por entonces colaba la línea de Clarín en el Congreso. Es al menos inocente creer que la conexión Macri-Clarín se agota en dos o tres lugares. Sin ir más lejos y ante el escándalo que generaron los divagues del médico mendocino Abel Albino, consejero del PRO en Salud, muchos recordaron que fue el holding el que lo brandeó y lo coló en diferentes estamentos.
En la otra esquina, Telefónica prefiere moverse epistolarmente. Hace equilibrio para no trasformar el tema en un enfrentamiento directo, político y en plena crisis con el macrismo. Tampoco quiere que en la pública la oposición anti Macri la tome como referencia para una confrontación con Clarín. Es un equilibrio demasiado delicado para el impacto que sufrieron los españoles, pero están dispuestos a llevarlo a cabo. En el Gobierno, por el momento, hay cierta calma, pero suponen que el escenario puede complicarse. La única certeza en la guerra fría es que Magnetto ya ganó. El enigma, si jugará con Cambiemos igual que con el resto de los gobiernos de la democracia. O si el 2019 será la primera excepción.