Mónica Ferrero, secretaria de Igualdad de Rosario, critica el retroceso de la gestión libertaria en el área. Ratifica la línea de trabajo iniciada hace 30 años en la ciudad.
Mónica Ferrero es secretaria de Igualdad, Género y Derechos Humanos.
La era Javier Milei trajo, entre muchos cambios profundos, una masculinización de las formas de ejercer el poder desde el Gobierno. Una consecuencia directa es la contracción de programas destinados a acortar la brecha de género que impactó directo en Santa Fe.
En este contexto, el centro de investigación Fundar, elaboró un informe sobre la potencia de las tramas locales en la promoción de la agenda de la diversidad sexual y rescata el trabajo de la Secretaría de Igualdad, Género y Derechos Humanos en Rosario, heredera de 30 años de políticas de género municipales.
El informe refleja que Rosario tiene políticas orientadas a la igualdad de género desde hace más de tres décadas, previas incluso a los grandes acuerdos internacionales. Esta larga trayectoria se explica por la convergencia entre fuerzas partidarias progresistas –promovidas desde la llegada del Partido Socialista al gobierno municipal– y las demandas y creatividad de los movimientos feministas y de la diversidad.
"En ese escenario se crearon los primeros mecanismos de género del país (como el Área de la Mujer, Instituto de la Mujer y direcciones como la Dirección de Diversidad Sexual). Con el correr de los años, las políticas públicas locales se fueron complejizando. Esta experiencia acumulada permitió que la Secretaría ponga el foco en mejorar la calidad de las políticas (más que pensar y defender una agenda)", indican Carolina Justo von Lurzer y Aluminé Moreno en el estudio.
Concluyen que "la permeabilidad territorial de la maquinaria estatal municipal, asociada a una red de actores públicos y privados, puede dotar de mayor dinamismo a una agenda feminista y de la diversidad sexual, y sostiene que las políticas de género a ese nivel tienen el potencial de abrir caminos para normas, medidas o instituciones provinciales o nacionales".
En diálogo con Letra P, la titular del área en el Palacio de los Leones, Mónica Ferrero contó cómo fortalecen la calidad de los servicios y amplían el impacto de las intervenciones en un escenario de vaivenes políticos que "puso en cuestionamiento los consensos básicos alcanzados como sociedad". Explicita, además, la voluntad política de profundizar el trabajo y habla sobre las prioridades en este contexto.
-Hay una política nacional que se retrae de estos temas, ¿cómo impacta en el ámbito local?
-La articulación con los distintos niveles del Estado es una necesidad, una condición sine qua non para abordar problemáticas estructurales, sobre las que se asienta la desigualdad. Vemos con mucha preocupación el desmantelamiento de organismos nacionales que debilitaron esa articulación, y discontinuaron programas nacionales de intervención que tenían un anclaje local y un impacto positivo en el colectivo de mujeres y diversidades sexuales. La definición del Gobierno de retroceder en políticas de género integrales se fundamenta en una mirada profundamente conservadora sobre el rol del Estado en la erradicación de las inequidades sociales.
-En este contexto, ¿cuáles son las problemáticas más urgentes que abordan?
-Rosario cuenta con un equipo calificado y comprometido de profesionales que sostienen nuestros dispositivos de atención y prevención de la violencia de género, que funcionan las 24 horas y los 365 días del año. En esta etapa estamos fortalecimos las líneas de atención en violencias como el Teléfono Verde, los Centros de Protección, y los equipos de atención con anclaje territorial.
-¿Cómo es el proceso de intervención?
-La atención y acompañamiento profesional en casos de mujeres que atraviesan situaciones de violencia pueden ser acompañadas de otros soportes para abordar situaciones de salud, emergencia habitacional o alimentaria, donde articulamos con el resto de las áreas municipales.
-Y hay otras líneas de trabajo
-Sí. Algunas orientadas a la prevención en violencias y a la promoción de derechos, como el Programa de Formación en Perspectiva de Género y Derechos Humanos que apunta a sensibilizar y capacitar a la administración municipal y actores de la sociedad civil. También tenemos diversos programas como Masculinidades, Equidad Educativa o el cupo laboral trans, por mencionar algunas de ellas.
-¿Cómo se abordan los límites de la infraestructura municipal?
-En Rosario aprendimos que sólo a partir del trabajo sinérgico entre el Estado y los movimientos de mujeres, los colectivos de la diversidad, y el entramado de la sociedad civil es posible construir una red de trabajo que trascienda las fronteras estatales, que corra los límites de nuestras propias estructuras y que construya algo colectivo, mucho más potente para avanzar y asumir desafíos. Existen espacios concretos donde se dan esos diálogos de forma periódica, integrados por redes y organizaciones de mujeres de la ciudad, que en cercanía con el territorio desarrollan tareas muy importantes de promoción, visibilización y acompañamiento. La Secretaría de Igualdad, Género y Derechos Humanos es un agente estratégico para instituir prácticas que apunten a igualar oportunidades y popiciar el reconocimiento y ejercicio de los derechos de miles de personas.
-¿Cómo se defiende la agenda de género frente a un discurso político y social conservador?
-Hay un cuestionamiento a los consensos básicos que habíamos establecido como sociedad. Por lo tanto, ante la deslegitimación que se pretende, del reconocimiento de la diversidad, de las diferencias históricas entre varones y mujeres y la incorporación de la perspectiva de género deben ser fortalecidos como ejes de la gestión municipal. El desarrollo de políticas públicas con perspectiva de género implica transversalidad, contar con una mirada integral, territorial, interdisciplinaria e interseccional, por lo que incluir la participación ciudadana y gestionar entre distintas instituciones públicas y privadas es fundamental.
-¿Qué lectura hacen del avance de ese cuestionamiento a los consensos básicos?
-En Argentina, los movimientos de mujeres, feminismos y diversidades son precursores de iniciativas transformadoras de la realidad social que se ramificaron a toda Latinoamérica y el mundo. En contrapartida, y paralelamente, los discursos de odio, antidemocráticos, penetran en los ámbitos decisorios de los Estados como consecuencia (y a causa) del fortalecimiento de movimientos y grupos reaccionarios que ocupan un lugar cada vez más preponderante en la arena política.