Empoderado en el Congreso por su triunfo del 26-O, Javier Milei torpedea un rasgo distintivo de la Argentina post 1945. El peronismo, una sombra de sí mismo.
Las patas en la fuente, imagen icónica del sueño nacional de la igualdad. La reforma laboral de Javier Milei pone en cuestión las bases de esa Argentina.
El proyecto de reforma laboral que este jueves ingresó al Congreso, con el que Javier Milei buscará estrenar su nuevo poder parlamentario, tiene una dimensión económica que es el rasgo principal de su revolución conservadora: la maximización de las ganancias empresariales con el objetivo de oxigenar la inversión, pero sin el menor criterio de equidad en el esfuerzo social.
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Sin embargo, más profundamente, tiene otro sentido: el quiebre simbólico de una Argentina largamente estructurada en torno a lo que el historiador Juan Carlos Torre denomina "impulso igualitario".
"El gesto que condensa, como ha destacado el historiador Oscar Terán, la marca registrada de la Argentina al ser comparada con otros países de América Latina, esto es, el igualitarismo", dice Torre en su último artículo, es "esa actitud que tienen los argentinos de ser y sentirse iguales. Quienes detentan un estatus social superior, agrega, no encuentran en los de más abajo la mirada huidiza y obsequiosa, tan característica de las sociedades jerárquicas, sino la mirada franca y dirigida a los ojos".
"Después del 17 de octubre de 1945 desapareció casi por completo el tributo de sumisión, aquello que denominamos la deferencia, que los de abajo debían rendir a los que estaban por encima de ellos en la escala social sólo porque así habían sido siempre las cosas".
Torre, Juan Carlos. (2025) "Naides es más que naides: El impulso igualitario en la trayectoria de la sociedad argentina". Prismas - Revista De Historia Intelectual
La alteración de las relaciones laborales ya fue concretada en buena medida por la doble pinza que atenaza a la Argentina: la globalización y la revolución tecnológica, por un lado, y su propia crisis permanente, hecha de interminable desindustrialización, precarización y empobrecimiento.
El proyecto y la ley que probablemente saldrá del Congreso adquieren, de ese modo, un valor que excede lo que puedan terminar de alterar en la realidad material de las relaciones de producción y cobran un sentido fundamental.
Más allá de los juicios de valor que merece el texto que tratará el Congreso, puede afirmarse que no aportará demasiado al objetivo declarado de potenciar la creación de empleo y formalizar el mercado laboral. Experiencias anteriores –por caso en los años 90– demuestran que abaratar el despido no es lo que fomenta la contratación, sino la existencia de oportunidades de negocios. Además, el ardid de cambiarle la nomenclatura a lo irregular –el 42% del universo laboral, subestimado por excluir el cuentapropismo– y comenzar a calificarlo como su opuesto, diluyendo las multas por burlar la normativa, no parece una idea brillante.
Absolutamente todo tiende a abaratar no solamente el despido, sino la propia remuneración del trabajo:
El proyecto reduce el monto de las indemnizaciones a través de la eliminación del aguinaldo, las vacaciones y otros ítems extras de su cálculo. Por su fuera poco, podrá pagarse en cuotas.
Crea una suerte de nuevas AFJP para la administración –con la debida detracción de comisiones– de la contribución del 3% sobre las remuneraciones para crear fondos de despido que reemplacen las indemnizaciones actuales. Se los llamará Fondos de Asistencia Laboral, FAL. ¡No disparen!
Los salarios podrán pagarse en pesos, en divisas extranjeras, en alimentos o en especie. El "ticket Canasta" podría cubrir más que el 20% permitido hasta ahora.
Los sueldos serán "dinámicos". Su movilidad al alza es conocida; ¿cuál queda por conocer?
La posibilidad de incrementar la jornada laboral de ocho a 12 horas y la creación de un "banco" para compensar esas cargas liquida, en la práctica, la existencia de las horas extras con remuneración especial.
Las vacaciones podrán ser fraccionadas.
El derecho de huelga se limita en base a la ampliación de las actividades consideradas esenciales.
La ultraactividad de los convenios colectivos –la prolongación de su vigencia en caso de falta de acuerdo sobre uno nuevo– cae, los acuerdos por fábrica predominan por sobre los de rama de actividad y los regionales quedan por encima de los nacionales.
Si lo anterior diluye el poder sindical, esto se refuerza al convertir en optativo el aporte de los trabajadores.
En tanto, la pata tributaria del tema establece una reducción de los aportes patronales para el financiamiento de la seguridad social –profecía autorrealizada de su insustentabilidad–, así como de las alícuotas del impuesto a las Ganancias para los sectores de mayores ingresos.
En todo estás vos.
La reforma laboral y la marca en el orillo de la argentinidad
Volvamos a Torre. En su brillante texto, resume los hitos del impulso igualitario argentino.
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La Revolución de Mayo, de Francisco Fortuny.
Comenzó en una colonia particularmente alejada de la metrópoli, lo que diluyó la vigencia de la estratificación de la sociedad española de la época.
Luego, la Revolución de Mayo movilizó a los sectores plebeyos y aportó nuevos elementos a través de la promoción de sentimientos antipeninsulares destinados a fraguar una identidad local.
La larga guerra civil siguió empoderando al factor plebeyo de la sociedad, lo mismo que la adopción del voto universal masculino en 1821 en la provincia de Buenos Aires y en 1857 en el país recién unificado, fechas tempranas en relación con lo ocurrido en la región.
La inmigración masiva desde Europa, generadora de una particular movilidad social en un contexto de creación de nuevos espacios de progreso económico y sociabilidad.
La liberación psicológica que eso generó en migrantes que comparaban su situación en Argentina con la vigente en sus sociedades de origen, mucho más rígidas.
La ley 1420 de educación laica, gratuita y obligatoria de Julio Argentino Roca y el ritual patriótico impuesto en las escuelas en 1908 por el entonces ministro de Educación, José María Ramos Mejía, que promovió la "argentinización" de los hijos de los migrantes.
El guardapolvo blanco, que diluyó las diferencias sociales a partir de 1919.
La expansión de los sectores medios –expresados inicialmente en lo político por el radicalismo– y, desde octubre de 1945, el impactante parteaguas del peronismo.
Torre apela a Gino Germani, padre de la sociología argentina, al concluir que, con el peronismo, "los logros de los trabajadores no fueron principalmente materiales, como lo quería la versión convencional; sobre todo, se tradujeron en el reconocimiento del valor social del mundo del trabajo y, por consiguiente, en la convicción de que, de allí en más, debían ser tomados en cuenta a la hora de las decisiones públicas. Así fue, agrego, que, con el paso del tiempo, las masas que habían entrado en la arena pública como 'los descamisados', caracterizados a partir de su exclusión relativa, pasaron a identificarse más como 'los trabajadores', exaltando de ese modo el estatus más positivo alcanzado en un orden social más igualitario".
"Con la atención puesta en los trabajadores durante los años peronistas, la noción de 'un orden social más igualitario' revela toda su significación porque implicó para muchos de ellos el acceso a una experiencia de bienestar que nunca habían creído tener a su alcance. Me refiero a las vacaciones junto al mar", añade el profesor de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT).
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Con la reforma laboral, Javier Milei estrena su nuevo poder de fuego parlamentario.
Cuando el Círculo Rojo y cierto sentido común señalan que el peronismo es "el cáncer" de la Argentina, lo que se revela es un establishment sin credenciales tradicionales para reclamar el "tributo de sumisión" y el deseo profundo de liquidar el "impulso igualitario".
El problema del peronismo es que no tiene quién lo defienda.
No lo hicieron Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner con sus desavenencias entre 2019 y 2023. No lo hace hoy la interna brutal entre el camporismo y el intendentismo alineado detrás de Axel Kicillof, el enemigo necesario de Milei. Tampoco los provincialismos que se desmarcan y paren la monstruosa criatura del perolibertarismo. Menos, la CGT, más conocida como Confederación General de Twitter.
Gerardo Martínez, representante cegetista en el llamado Consejo de Mayo, no asistió el martes para la foto final, con la que ese foro consultivo coronó su tarea de "negociar" la reforma laboral.
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El gesto del sindicalista de la UOCRA, favorito de todos los gobiernos, resultó tardío.
¿Para qué se sostuvo en el Consejo de Mayo casi hasta el final, aun cuando ya quedaba claro que no había allí nada que reflejara la negociación que le cabía como órgano consultivo? ¿Por qué el sindicalismo peronista no blanqueó esa realidad –el conflicto que viene– con la debida antelación, incluso dando antes de las elecciones legislativas el grito de alerta sobre el ataque que se pergeñaba contra el universo de los derechos laborales y lo que manda en la materia la propia Constitución?
LA CONSTITUCIÓN ANTE EL PROYECTO DE REFORMA LABORAL Ante el inminente debate sobre el proyecto de ley vinculado a la reforma laboral, y a la espera del texto definitivo, quizás sea necesario recordar algunas reglas constitucionales y convencionales que deben guiar el debate. En…
Los líderes de la CGT y los senadores de Fuerza Patria.
Todavía creo en mirar a los ojos
¿Está jugado el futuro de las relaciones laborales en la Argentina?
Más allá de la evaluación del proyecto de marras, responder esa pregunta impone la formulación previa de otra: ¿qué es una "buena ley" o, mejor, una ley eficaz?
¿Es la que impone todos y cada uno de los objetivos o intereses de sus beneficiarios o la que tiene mayores condiciones de consenso, cumplimiento y perdurabilidad? Vot 2: la mejor ley es la que reúne las condiciones para ser más amplia y duraderamente acatada, una negociada e, incluso, relativamente acotada en sus efectos. No es ese el camino que ha seguido el gobierno de extrema derecha.
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Al revés, el flagrante desequilibrio del texto pareciera haber surgido de un cuidadoso punteo del interés particular del gran empresariado y de un paralelo tachado de cualquier reclamo del sector trabajador. De ese modo, la futura ley parece venir al mundo con un último artículo escrito en tinta invisible que dice: "Evalúese en otro momento político, refórmese o deróguese".
Con todo, hay que destacar el mencionado costado simbólico y preguntarse si los efectos de la norma en ciernes no complementarán los de la reforma laboral de facto, ya hecha por el mercado. La desindustrialización, la uberización y la pobreza estructural y de larga data son veneno para el rasgo democrático de la sociedad argentina mencionado por Torre, su "impulso igualitario".
Para algunos, esa pulsión es la maldición argentina.
Para otros, es un tesoro que vale la pena preservar.