Oposición aturdida, Círculo Rojo endulzado, sindicalismo desdibujado... ¿Es la economía? En esta nota, el escenario de la discusión que manda desde hoy.
El recambio legislativo que se formalizará este miércoles en el Congreso marcará el inicio del segundo bienio de la presidencia de Javier Milei, empoderado por el triunfo en las elecciones de octubre y ya lanzado, como un primer y solitario corredor, a la carrera por su reelección.
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En ese escenario, marcado por la confusión opositora, el embelesamiento del Círculo Rojo y la desactivación del sindicalismo y los movimientos sociales, se alza un enigma: ¿quién le discute el 2027 al Presidente?
Hoy, 10 de diciembre, convergen varios factores que complican el hallazgo de una respuesta para esa pregunta.
DEMOCRACIA BAJO ATAQUE Seis cañonazos al consenso del 83
El triunfo de la extrema derecha gobernante en las últimas elecciones legislativas le infundió a la díada del poder, Javier y Karina Milei, el ánimo para acelerar con un proyecto de sesgo autoritario que comienza a… pic.twitter.com/uSJUYTGyml
Segundo, el debut de las personas elegidas el 26-O para ocupar 127 bancas en la Cámara de Diputados y 24 escaños en el Senado será la piedra de toque de una nueva relación de fuerzas en el Congreso, favorable a la extrema derecha gobernante.
Tercero, esa posición le permitiría a Milei avanzar con un Presupuesto que institucionalice su ajuste, así como con las reformas laboral, penal, tributaria y más adelante jubilatoria, destinadas a consolidar la revolución conservadora y el imperio del mercado irrestricto.
Cuarto, Toto Caputo comenzará a tantear si hay agua para la Argentina en el estanque del mercado de deuda –en principio, el local–, recurso que le permitiría amortiguar parte del ahorro fiscal y aceitar la relación entre el Gobierno y las provincias.
Así las cosas, ¿hay pelea por 2027?
El espejo roto de Mauricio Macri
El clima político recrea el vigente el 10 de diciembre de 2017. Mauricio Macri venía de realizar una elección intermedia también muy buena, el peronismo navegaba a la deriva, el Círculo Rojo empresarial derrochaba elogios similares, se venían "las reformas" y el mercado –entonces abierto– allanaba el camino al gradualismo fiscal. Sin embargo, bastó con que esa mano invisible le bajara el pulgar al Caputo hiperendeudador de entonces para que la crisis estallara por el lado de la costura siempre frágil del dólar, todo cambiara y el peronismo retornara en 2019 con una propuesta tan audaz como, se supo luego, improvisada.
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La primera está dada por la falta de reservas y la permeabilidad a la fuga de capitales, pero, pese a eso, todo indica que el peronismo –para bien o para mal, la oposición verdaderamente existente– debería ganarse a pulso una nueva oportunidad histórica, al revés de lo que lo imponderable le regaló –para que luego malversara– a partir de 2018.
La segunda fragilidad del modelo está dada por sus efectos destructivos sobre una parte sensible del tejido económico y laboral –sobre todo, en la industria y el comercio–, su condición de posibilidad basada en el atraso crónico de los ingresos populares y los rezagos sociales que perpetúa y acentúa al cancelar el desarrollo de la infraestructura y congelar una matriz insatisfactoria de distribución del ingreso.
Entre esas fallas del sistema podría colarse la alternativa. ¿Pero cuál? ¿Orientada por quién?
Una política sin actores
Pensar en quién podría discutirle el 2027 a Milei lleva a tres dimensiones. Una, los nombres de los posibles rivales. Dos, en estos tiempos de política inorgánica subordinada a lo anterior, la de los sectores y espacios que sean capaces de sobrevivir al desierto del presente para coaligarse en pos de una alternativa. Tres, y sobre todo, los escenarios económicos.
Nombres hoy no sobran; es como si el drama de la política se hubiese quedado sin actores.
La primera y más evidente es la de administrar un distrito complejo e incandescente como la provincia de Buenos Aires, más en tiempos de ajuste draconiano como el actual. La segunda está dada por la interna feroz por el liderazgo que libra con La Cámpora y con la propia Cristina Fernández de Kirchner. La tercera es la dificultad de ser lo suficientemente K como para no enajenarse ese núcleo duro y, a la vez, lo suficientemente revisionista como para atraer a un electorado blando que, aun disperso, existe y define.
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Cristina Fernández de Kirchner, Axel Kicillof y Javier Milei.
La cuestión de los espacios es más breve. Si algo demostró el 26-O es que Milei vino a completar una tarea de demolición del sistema político que había comenzado antes de él, en los sucesivos fracasos del radicalismo, el macrismo y el peronismo. Sin embargo, impactó en las legislativas la falta de gancho de los partidos y las alianzas que se presentaron como alternativas más opositoras o más dialoguistas.
El peronismo, aun perdiendo, conservó una base interesante, pero sus desgajamientos impiden saber qué cosa es en la actualidad. La UCR virtualmente dejó de existir como expresión nacional, el PRO maquilló su extinción convirtiéndose en furgón de cola de La Libertad Avanza (LLA), los provincialismos mayormente hicieron agua y la avenida del medio –rebautizada Provincias Unidas– resultó una decepción rutilante.
Confederación General de Twitter (CGT)
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La CGT, ausente en los dos primeros años de Javier Milei en el poder.
A nivel de sectores o grupos de interés el páramo es similar.
El sindicalismo –el de la Confederación General de Twitter (CGT), pero no sólo ese–, que ha hecho mutis por el foro en la mayor parte del primer bienio, podría reactivarse ahora que comienza la ofensiva legislativa en pos de una reforma laboral decimonónica, abusiva, tal la presentada este martes por el denominado Consejo de Mayo.
Los movimientos sociales quedaron en buena medida desactivados por la ruptura de las intermediaciones entre el mar de pobres y la voluntad –más bien escasa– del Estado a proveerles alguna oportunidad en la vida.
El Círculo Rojo empresarial aplaude lo que entiende como el camino hacia la concreción de su sueño: una Argentina liberada del "impulso igualitario" que enunció Juan Carlos Torre pero que, en verdad, inauguró el peronismo.
El Círculo Rojo se aferra a las reformas que les promete Javier Milei.
El deleite ideológico es tal, que les pone sordina a los reclamos –tibiecitos– de los segmentos del empresariado que ya intuyen que no tendrán futuro bajo este modelo. El sector comercial descubre que, más allá de estadísticas, el tono recesivo del consumo parece un rasgo consustancial al esquema y el industrial directamente se sobresalta con la idea de la extinción.
Los jugadores más grandes del sector industrial pueden perder en tanto manufactureros, pero logran reconvertirse como importadores o como actores del creciente sector hidrocarburífero. Incluso los que no completan esos pasos pueden contar con algo que no suele tenerse en cuenta: la caída de empresas, sostenida en lo que va del mileísmo, reduce la competencia y constituye una garantía de control más amplio del mercado para los protagonistas con espaldas suficientes como para resistir este vendaval. Para ellos, las penurias actuales serían una suerte de inversión a futuro.
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Lo que pase en el mundo del trabajo, desde ya, no sería de su incumbencia y, de hecho, no hay ley ni reforma más eficaz que lo que logra el propio mercado al convertir empleo formal –con derechos que se pretende conculcar– en trabajo informal, uberizado y carente de encuadre.
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Así, lo crucial, como se insinuó antes, radica en los escenarios económicos que pueden trazarse como base de la pelea por 2027. La economía que deje Milei será el vivero del futuro.
Es la economía, Javier Milei…
Si de economía se habla, hay que trazar tres escenarios: uno favorable al Gobierno, otro de crisis y uno intermedio, tal vez el más probable.
Cualquiera de ellos cabalgará sobre un mandato de hierro: lidiar del mejor modo posible con los dictados de Estados Unidos, a cuyos brazos Milei arrojó al país. Trump acompañará el primer tramo de la próxima administración argentina y no hay que descartar que sus imposiciones sobrevivan a su mandato.
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Javier Milei y Toto Caputo, atados a Donald Trump.
El escenario económico optimista comienza a jugarse en el esfuerzo del Gobierno por volver al mercado de deuda, de manera de refinanciar vencimientos a priori difíciles de sostener y, con eso, aflojar un ahorro fiscal que solamente debería asegurarse de que ingresos y gastos estén equilibrados. Más claro: si la deuda fuera refinanciada, no sería necesario ahorrar "sobre el hambre y la sed" de los argentinos –Nicolás Avellaneda dixit– para pagarla y el ajuste podría aflojarse un poco.
En ese sentido, el regreso del crédito podría alentar la inversión y el consumo y la rueda de la economía comenzaría por fin a rodar sin comprometer la reducción de la inflación. Entonces, a la hora de votar por Milei o un rival, una mayoría, sueña el Gobierno, podría pronunciarse en favor de la continuidad y rechazar una vuelta al pasado de los precios desatados.
El escenario alternativo a este, el más negativo para la extrema derecha, sería el de una crisis, cuyos vectores podrían ser un por el momento improbable retiro de la garantía del Tesoro de los Estados Unidos, un desequilibrio cambiario y de cuenta corriente que volviera a cerrar el mercado voluntario de crédito o un shock externo, de esos que no se anuncian y que resultan letales para economías frágiles como la argentina. Es el reino de lo imponderable y, por lo tanto, una pobre base para la construcción de una alternativa, cuyo rostro, de darse, podría ser de una radicalidad opuesta a la actual.
Conviene poner la mira en el tercer escenario, el más probable. En ese tablero, Milei consolidaría un régimen de inflación baja –al menos para los parámetros nacionales–, pero debería lidiar con una economía de crecimiento segmentado, con sectores dinámicos –campo, Vaca Muerta, minería, finanzas– y otros, los fundamentales para el empleo, en coma prolongado.
La desocupación crecería, la pobreza se estancaría entre el 25 y el 30% y las personas de clase media entenderían que las estrecheces serán parte permanente de sus vidas.
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Ante ese escenario, el oficialismo debería conformar una mayoría que lo validara dentro del universo de los incluidos y conseguir que las víctimas del sistema quedaran aisladas en sus quejas. Ya pasó en los 90.
Como contrapartida, una alternativa opositora debería ser capaz de representar a los excluidos, activar a los desencantados, restaurar los valores de la empatía y la compasión y, lo más difícil, convencer a quienes zafen y valoren la estabilidad de que no pondrá en juego una conquista que, más que de Milei, sería de la sociedad que lo sobrellevó.
Esto no cancela la ideología ni la lucha por la igualdad; al contrario, la encauza. Así ocurrió en Brasil, en México, en Uruguay, en Chile, en Colombia y en tantos otros países de la región. La izquierda o los progresismos montaron sus propuestas sobre las promesas simultáneas de cambio y responsabilidad y, más allá de alguna defección o insuficiencia, no debieron dejar sus convicciones en la puerta de los respectivos palacios de gobierno.
Un último dato a tener en cuenta apunta a la promesa de Vaca Muerta. ¿Qué presidente, qué proyecto de país, qué idea del futuro recogerá los frutos de un auge que tomará verdadera velocidad durante el próximo mandato? ¿Cuál será la impronta final de esa chance? ¿Cuánto le dejará al país? ¿Cuánto ni siquiera pasará por él? También eso, ese último bondi, pasará en dos años.