EL IMPERIO CONTRAATACA

El segundo Donald Trump: ¿en manos de quién nos puso Javier Milei?

Con la Argentina entregada a Estados Unidos, conviene seguir atentamente los pasos del republicano en la construcción de un mundo que moldea a martillazos.

La entrega voluntaria y casi gozosa que Javier Milei ha hecho de la capacidad de decisión del actual y de los futuros gobiernos nacionales obliga a mantener en foco a Donald Trump y a seguir con atención el devenir de su segunda administración.

Los Estados Unidos del mangnate republicano suponen un retroceso de la hiperpotencia a sus albores como tal en el siglo XX, aunque el imperialismo desatado de entonces tiene hoy un aditamento fundamental: la personalidad de un líder al que no le interesan en lo más mínimo las formalidades legales y cuyo rasgo distintivo es la arbitrariedad y la imprevisibilidad, por no hablar del deterioro físico e intelectual que parece caerle a sus 79 años, tema cada vez más mencionado en la prensa crítica.

La emergencia del Protectorado Estadounidense del Río de la Plata, un caso testigo para el mundo, fue un acto con consecuencias de largo plazo pero voluntario que la extrema derecha criolla perpetró para zafar en una elección de mitad de mandato y consolidar su proyecto de poder. Hay otros caminos, algunos más ásperos e impuestos, como se ve en estos días en una Venezuela con su espacio aéreo cerrado de facto y amenazada de invasión, en una Honduras que votó este domingo bajo la espada de Damocles del Tío Sam y hasta en una Europa que asiste atónita al cambio radical del mundo en el que creía vivir.

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Donald Trump versus Xi Jinping, la pelea de fondo en la que queda atrapado Javier Milei.

Donald Trump versus Xi Jinping, la pelea de fondo en la que queda atrapado Javier Milei.

Un rasgo esencial del modo en que el republicano trata de deshacerse de quienes entiende como obstáculos para sus objetivos es el de la amenaza.

Así como en Argentina hubo gran cantidad de anuncios para domesticar al mercado que se concretaron parcialmente o fueron puro humo, siempre sobrevuela la idea de que la palabra performativa de su gobierno achicará los costos materiales de alcanzar sus objetivos.

Las bombas de humo del virrey Scott Bessent sirvieron para calmar a un mercado imposibilitado de pulsear con el Tesoro de los Estados Unidos. Del mismo modo, las amenazas a Venezuela y la construcción frente a sus costas de una fuerza militar formidable, compuesta por el mayor portaaviones del mundo, buques de guerra, poder misilístico y 15.000 hombres, podrían llevar a un quiebre del aparato militar del chavismo, a una salida forzada de Nicolás Maduro y a su reemplazo por un liderazgo más permeable. La lógica es la misma.

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Nicolás Maduro, en la mira de Donald Trump.

Nicolás Maduro, en la mira de Donald Trump.

Todos los días surgen versiones de diálogos directos o indirectos entre Trump y Maduro, presuntas negociaciones sobre algún exilio dorado para el dictador venezolano, rumores de vuelos del avión del ocupante del Palacio de Miraflores más allá de las fronteras, sabotajes y preparativos para ataques militares en suelo venezolano. Es una guerra de desgaste que sólo se activará cuando haya evidencias de que el frente interno no se va a romper o que recién lo hará cuando empiece el ruido.

Mientras, la presión se sostiene con ataques reales a lanchas que Estados Unidos presume como portadoras de drogas, pero que también podrían ser otra cosa, y condenas a muerte sumarias en alta mar, lo que constituye una suerte de guerra de facto, no declarada por el Congreso y, por lo tanto, ilegal y revulsiva para la vigencia de los checks and balances de los que Estados Unidos se ha enorgullecido a lo largo de su historia.

La oposición demócrata pone el grito en el cielo, se ilusiona con barrer en los comicios intermedios del 3 de noviembre del año próximo y se aferra a encuestas, como la de CBS y YouGov, que describen un rechazo del 70% a una guerra en suelo venezolano. ¿Cuántas de las personas consultadas sabrán sobre qué se les pregunta y cuántas en verdad se preocupan por ese tema lejano?

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Venezuela y la eterna maldición del petróleo

¿Las causas del acoso? Negocios y China. La alegada lucha contra el narcotráfico y el viejo caballito de batalla de la promoción de la democracia importan poco y nada.

La semana pasada, la diputada republicana Maria Elvira Salazar declaró que "entrar en Venezuela" significaría "un día de campo para las petroleras estadounidenses porque supondría más de un billón de dólares en actividad económica". Políticamente más relevante, Bessent se esperanzó con que "algo que pasara en Venezuela" haría que "viéramos que los precios del petróleo bajasen aun más".

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Hay especialistas que relativizan la relevancia de esos dichos porque Estados Unidos ya es la primera potencia petrolera del mundo, porque ha logrado prescindir totalmente del crudo de Venezuela y porque las reservas de ese país –las más grandes del mundo– se hacen cada vez más difíciles de explotar por las sanciones internacionales al madurismo y la mala gestión del sector.

Sin embargo, todo luce diferente cuando se entiende que la modernización de esa industria podría ser un gran negocio para empresas estadounidenses, cuando se repara en que China es la gran aspiradora del petróleo venezolano y, sobre todo, cuando se piensa que mantener ampliamente abierta la canilla por la que fluye el hidrocarburo es la garantía de precios internacionales bajos y, por añadidura, de un alivio a las presiones inflacionarias desatadas por la guerra arancelaria que Trump le declaró al mundo y que, consciente del error, ahora trata de desandar.

Una era de petróleo barato sería un tema de consideración para la Argentina, cuyas explotaciones no convencionales en Vaca Muerta requieren, más bien, un mercado sostenido.

Como sea, ¿habrá al final invasión a Venezuela?

El patio trasero que quiere Donald Trump

El país caribeño, que debería lidiar con Maduro por sus propios medios y no "gracias" a invasiones que se pagarán con vidas y con recursos por décadas, es un test severo respecto de la tolerancia regional al regreso de la política de las cañoneras.

Por ahora, América Latina dice demasiado poco sobre eso. Posibles damnificados futuros como Miguel Díaz-Canel y Gustavo Petro se quejan, Luiz Inácio Lula da Silva se ofrece para mediar y el resto dice poquito o calla totalmente.

Embed - ARANCELES | Trump y Lula con cautela sobre un eventual acuerdo arancelario | EL PAÍS

Nuestro país no honrará su historia. Luis María Drago no es sólo una calle de Villa Crespo, sino el nombre del autor de un aporte reluciente de la diplomacia argentina al mundo. La Doctrina Drago de 1902, cuando justamente Venezuela sufría un bloqueo naval del Reino Unido, Alemania e Italia, impuso en el derecho internacional el criterio de que es inaceptable el intento de cobrar deudas externas en base a intervenciones militares.

Argentina es uno de los nombres de la nostalgia.

La doble vara de Donald Trump

Lo de combatir el narcotráfico del presunto "Cartel de los Soles" en Venezuela sería un buen argumento si fuera cierto. Mientras Trump juega a los soldaditos en el Caribe, Trump anunció que indultará al expresidente Juan Orlando Hernández (2014-2022), condenado en Estados Unidos a 45 años de prisión por conspiración para introducir 400 toneladas de cocaína en ese país.

Hernández, extraditado en 2022 y condenado el año pasado, fue el líder del Partido Nacional hondureño, representado este domingo en las urnas por Nasry "Tito" Asfura, por quien Trump llamó vivamente a votar.

Rixi Moncada, zelayista y ministra de Defensa de la izquierdista saliente Xiomara Castro, sería para el estadounidense "una líder equivocada (que) solo podría traerle consecuencias catastróficas al país", mientras que el también derechista Salvador Nasralla podría ser también un amigo. El republicano jugó en Honduras con su aval a Asfura del mismo modo en que lo hizo el 26-O argentino.

Embed - Trump holds meeting with Javier Milei as US extends rescue package

Tampoco se trata de la democracia, por supuesto. Si no, no habría elogiado tan vivamente en el encuentro del fin de semana al "altamente respetado" todopoderoso príncipe saudita Mohamed bin Salman, señalado –incluso por la CIA–, entre otras cosas, por el asesinato y descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi perpetrado en 2018 dentro del consulado de Riad en Estambul.

"Son cosas que pasan", matizó Trump, quien elogió "el increíble historial en materia de derechos humanos" del príncipe heredero. Es verdad: su récord es increíble.

Un mundo feliz (para Donald Trump y sus amigos)

Negocios de amigos milmillonarios y embestida total contra China. La "paz" que el jefe de la Casa Blanca trata en estos días de imponer entre Rusia y Ucrania constituye el mejor ejemplo de esas directrices del trumpismo 2.0.

Un artículo extenso y atrapante de The Wall Street Journal –de cuya línea editorial no hace falta hablar– detonó el sábado la política estadounidense.

La nota señala que una tríada de hombres –el enviado especial Steve Witkoff, un magnate inmobiliario; el yerno presidencial Jared Kushner y Kirill Dmitriev, titular del fondo soberano de Rusia y delegado personal de Vladímir Putin– pergeñan un plan que va por la colectora del sistema diplomático, de seguridad y de inteligencia tradicional de Estados Unidos para imponerles a Kiev y a la Unión Europea (UE) condiciones a la medida de Moscú y de empresas y empresarios afines a la Casa Blanca.

Según The Wall Street Journal, el enviado especial de Donald Trump para Medio Oriente y Ucrania, Steve Witkoff, lidera la negociación de un plan para ponerle fin a la invasión rusa.

El artículo Hacé dinero, no la guerra señala que el Kremlin obtendría reconocimiento de Estados Unidos a la mayor parte de sus reivindicaciones territoriales –un cercenamiento definitivo de la integridad ucraniana–, el fin de las sanciones económicas y financieras y lucrativos contratos para la explotación de recursos naturales con empresas norteamericanas.

Los sectores elegidos para la firma de acuerdos valuados en cientos de miles de millones de dólares serían los de petróleo y gas, tierras raras, minería, finanzas, inversión en reconstrucción y cooperación aeroespacial, lo que incluiría una misión conjunta a Marte con rol descollante del tecnoplutócrata Elon Musk, sorprendentemente retornado al redil.

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Donald Trump y Elon Musk.

Donald Trump y Elon Musk.

Rápidos para los mandados, ya se anotan para lo que viene, señala el WSJ, los propios negociadores Witkoff y Kushner, Musk, el inversor Todd Boehly, los donantes trumpistas Gentry Beach y Stephen P. Lynch y gigantes como Exxon Mobil y el fondo de inversión Elliott, un buitre que sobrevoló la Argentina.

Trump les promete a todos sus aliados lo mismo: masivas inversiones de empresas de su país para la explotación de recursos naturales. ¿Cómo haría la Argentina para pelear por ellas con una Rusia tanto más dotada de esos recursos y tanto más importante en lo geopolítico?

Más allá de lo anterior, el expediente ruso no se trata de puros negocios y hasta corrupción. La alianza entre Trump y Putin le serviría al primero para meter una cuña entre Rusia y China –de Venezuela, ni hablar– y al segundo, para escindir a Estados Unidos de la OTAN, lo que dejaría a Europa oriental –eso al menos– a merced de la influencia del Kremlin.

Restaurar el poderío geopolítico de la era soviética es una fijación de Putin –tan ultraderechista como Trump porque, aunque parezca lo contrario, la historia está hecha más de continuidades que de rupturas.

La reacción europea y, desde ya, ucraniana es tan adversa que semejante paz resulta por ahora difícil de imponer. De ahí la dureza de los ataques rusos de los últimos días. Esa es, como la venezolana, una historia en desarrollo.

Trump no estará para siempre: tiene mandato hasta el 20 de enero de 2029, no cuenta con posibilidad constitucional de reelección, su sucesión es incierta debido a los daños que causan sus políticas, pierde apoyo social y provoca reacciones tan duras en el establishment que no puede descartarse que el país vuelva alguna vez a sus fuentes y revierta su legado.

¿Qué pasaría, entonces, con la compra llave en mano de la Argentina?

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