La ardua discusión en torno al recuento de votos en las elecciones para la renovación de autoridades provinciales en Córdoba no ha perdido intensidad. Ni siquiera luego de que el propio Luis Juez admitiera su derrota.
La porfía de los dirigentes de Juntos por el Cambio responde a razones que trascienden la suerte de su candidato a gobernador. En términos discursivos, permite disparar a valores como institucionalidad y transparencia, usados por el cordobesismo para su proyección nacional, a menos de dos meses de las PASO.
En una dimensión tangible, los apoderados de la alianza opositora tienen otro cometido: mantener los resultados en la puja por la Legislatura. Aún ajustados, los triunfos tanto en el tramo de distrito único, como en las representaciones departamentales, les permitirían contar con mayoría para el próximo período en la Unicameral.
De acuerdo al recuento provisorio, con el 95% de mesas escrutadas, corresponderían a JxC 34 de las 70 bancas de la Legislatura, 20 por distrito único (calculadas por Sistema D'Hondt) y 14 por departamentos (mayoría simple), a sólo dos del cuórum propio. Según el mismo conteo, al oficialismo le corresponderían 32 escaños: 20 y 12 respectivamente. Los cuatro restantes quedarían en manos de aquellas fuerzas que padecieron la polarización: La Libertad Avanza, Encuentro Vecinal, Creo en Córdoba y FIT-U, una para cada uno.
Existen razones para sospechar que tras el recuento definitivo podría modificarse esa proporción. Muchas miradas están puestas en el departamento Sobremonte, por ahora en manos opositoras por un margen de sólo 13 votos. Si se revirtiese, Hacemos Unidos por Córdoba equipararía fuerzas en el recinto. También podría ampliarse la brecha favorable a la oposición si trocasen resultados en el departamento Minas (66 sufragios a favor del representante peronista). De igual manera, el vecinalismo podría sumar una segunda banca por distrito único, a expensas de la lista de Martín Llaryora, en caso de mejorar su progresión en las mesas aún sin recontar.
Despejadas las ecuaciones, la alianza cambiemista deberá afrontar otro desafío que no parece menos complejo, a la luz del historial reciente: mantener la cohesión como una unidad política y blindar sus fronteras del peronista transversal que será gobernador.
Internas y alianzas
Aún con un panorama auspicioso por el eventual control del Legislativo, al interior de la alianza perviven añejos recelos y temores, entre las distintas fuerzas y al interior de las mismas. Acaso el ejemplo palmario sea la dificultad para inscribir formalmente la alianza en Córdoba, con la cruda interna de 2019 como ineludible mojón.
Desde entonces, anuencias en proyectos polémicos y transfuguismo han servido para que los socios se dispensaran acusaciones de colaboracionismo con los gobiernos cordobesistas. El punto cumbre llegó en diciembre de 2021, con la aprobación del juego online en la provincia. Desde entonces, los representantes de la coalición comenzaron a actuar en tres bloques autónomos: PRO, UCR y Coalición Cívica.
Sin desconocer antecedentes, entre ellos el bochornoso cierre de listas, parlamentarios electos consultados por Letra P prevén una situación diametralmente opuesta. Tres razones avalan sus presunciones. La primera de ella, de índole numérico: sólo dos de quienes ocuparán bancas por los próximos cuatro años repiten mandato: Daniela Gudiño y Dante Rossi, quienes además actúan orgánicamente.
Junto a ello, valoran “la juventud” de buena parte de los nuevos representantes, en particular quienes apuntan a convertirse en referentes de cada fuerza, tales los casos de Oscar Agost Carreño(PRO), Brenda Austin(ya diputada por la UCR) o Gregorio Hernández Maqueda(Coalición Cívica). “Hay un recambio generacional. Muchos llegan sin tantos años de rosca y sin deber tantos favores, incluso al peronismo”, atiza un legislador saliente.
En tales palabras hay también una alusión a la presencia de congresistas con vasta experiencia, como el radical Miguel Nicolás (exlegislador provincial en cinco ocasiones) y los juecistas Walter Nostrala(exdiputado y representante en el Mercosur) y Daniel Juez (exlegislador provincial y exconcejal).
A ellos corresponderá también la tarea de tejer alianzas para lograr cuórum y avales para los proyectos que impulsen. La búsqueda tendrá como primer objetivo la representación de Encuentro Vecinal, por ahora en manos de Rodrigo Agrelo. Si se confirmase una segunda banca, correspondería a la legisladora María Rosa Marcone.
La cercanía física podría servir para volver a tender puentes con Aurelio García Elorrio, a quien intentaron infructuosamente sumar a la alianza en más de una ocasión. Algunos de los encomendados para tal diligencia recuerdan con enojo una expresión profética: “No me perdonaría que el peronismo gane por los puntos que yo saque”. Esta vez, chicanean, esperan la invitación del primer café.
Más cerca, los socios también miran con atención lo que ocurre al interior de la UCR, partido que ocuparía 10 de aquellos 20 escaños. Seis se encuadran detrás de Rodrigo de Loredo, dos cuentan con apoyo transversal (Austin y Rossi) y dos presentan credenciales validadas por los otrora caciques Mario Negri y Ramón Mestre: Gudiño y Ariela Szpanin, respectivamente.
A ello hay que sumar la abrumadora pertenencia radical de quienes llegarían por representación departamental: 12 de 14, en su mayoría afines al diputado, con sólo dos representantes del juecismo.
Tal preponderancia no sólo marca la renovada fortaleza rojiblanca en el juego provincial. Suspicaces voceros echan dudas a la solidez de aquella sumatoria. “Las únicas internas a temer son las del radicalismo, que siempre están. Hoy los ves unidos, mañana pueden estar de los pelos”, chicanea una voz capitalina.
Buena parte de las tensiones podría disiparse si De Loredo se convirtiera en intendente de la ciudad de Córdoba. Un triunfo, aún ajustado, lo ratificaría como el líder de la manada albirroja, interpretan dentro y fuera de la UCR. “Si llega a perder, puede que se replique la dispersión de tribus”, advierte otro analista.
La resolución de tantas inquietudes puede allanar el camino también para el funcionamiento de interbloques partidarios dentro del bando mayoritario, una experiencia inusual en Córdoba. Además de homogeneidad, los actores deberán consensuar una agenda común, con prioridades y adhesiones aún ante disidencias. "Es una dinámica interesante. Podría darnos más volumen político", barrunta una autoridad partidaria.
“Tenemos cinco meses para sentarnos a laburar. No podemos repetir experiencias nefastas. El mensaje de la sociedad ha sido claro. Más de la mitad votó por un cambio. Eso implica también una oposición fuerte en la Legislatura, que hasta hoy es una escribanía”, sintetiza un congresista electo.