Blindado por la foto con la vicepresidenta Cristina Fernández y el respaldo de buena parte del kirchnerismo, Sergio Massa finalmente asumió sus funciones plenipotenciarias con la intención casi mesiánica de salvar algo más que la barca del Frente de Todos (FdT), a la deriva por la crisis política, económica y social. El cambio de rumbo vino acompañado por un pronóstico de frío polar proveniente del Vaticano; muy distinto al abrigo a los exfuncionarios albertistas Martín Guzmán y Gustavo Beliz. Las terminales religiosas vernáculas –y no solo católicas– tampoco hicieron subir la temperatura ambiental para recibirlo.
La llegada de Massa al gabinete de Alberto Fernández trajo a la memoria los motivos que siempre circularon en los entornos eclesiásticos sobre el por qué de la tensión relacional del papa Francisco con el otrora intendente de Tigre y jefe de Gabinete. El círculo rojo bergoglista le atribuye al superministro haber sido partícipe necesario del antiguo plan de conspiración para que el jesuita dejara la arquidiócesis de Buenos Aires en manos de otro obispo del ala más conservadora de la Iglesia o fuera llevado al Vaticano, y hasta de fragotear para que no sea proclamado papa.
En esa movida conspirativa, a Massa se lo vincula con Esteban Caselli, exembajador argentino ante la Santa Sede en épocas de Carlos Menem y a cargo de la Secretaría de Culto durante la gestión de Eduardo Duhalde; y también con Jorge O’Reilly Lanusse, un empresario inmobiliario vinculado al Opus Dei –organización religiosa a la que el papa acaba de degradar– que en los 90 le presentó su amigo Horacio Rodríguez Larreta, y que llegó a ser asesor suyo cuando ocupó la Jefatura de Gabinete con CFK en la Presidencia.
Desde aquella connivencia político-religiosa para sacarlo de la sede arzobispal porteña, de la que el tigrense niega haber sido uno de sus protagonistas, nada fue igual entre el superministro y el residente de la Casa Santa Marta, al punto que Francisco se negó –confirmaron oportunamente fuentes vaticanas– a recibir a Massa en la previa de las elecciones presidenciales de 2015, como sí hizo con otros candidatos.
Un clima relacional muy distinto al que Bergoglio mantuvo y mantiene con los salientes ministros Guzmán y Beliz, ambos con línea telefónica abierta e integrantes de la Academia Pontificia para las Ciencias Sociales por bendición papal. El exsecretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, que renunció a su cargo con una carta que cerraba con la expresión “Que Dios los guarde", volvió a dar la nota esta semana al participar de un tramo de la peregrinación “religiosa” de cinco días entre los santuarios de Luján y San Cayetano, en Liniers, organizada por los movimientos populares francisquistas y que el próximo domingo se sumará a la marcha a la Plaza de Mayo de las organizaciones sociales y piqueteras por el Salario Básico Universal.
En las terminales de cabotaje, el escenario relacional de Massa con los credos es bastante similar y destemplado, aunque con alguna excepción por parte del obispo patagónico Jorge García Cuerva, quien se ha manifestado cercano al tigrense y no ha dudado en darle un consejo espiritual cuando lo ha requerido. El vínculo se fraguó en la época del flamante funcionario al frente de la intendencia de Tigre, donde junto al entonces cura raso trabajaban en forma articulada en los barrios de las periferias del partido bonaerense en la asistencia de los sectores más vulnerables y en la lucha contra las adicciones.
En marzo de 2019, cuando el papa nombró a García Cuerva obispo de Río Gallegos, Massa viajó al bastión kirchnerista santacruceño para participar de la ordenación episcopal de su “amigo” y donde, además de bajar línea política exhortando a la dirigencia a “un gran acuerdo nacional”, desparramó elogios para el nuevo pastor diocesano. En ese contexto celebrativo tampoco faltó la polémica, tras la difusión de una selfi del flamante obispo haciendo la V de la victoria peronista junto a Malena Galmarini, hoy presidenta de Agua y Saneamientos Argentinos (AySA), que se divulgó por las redes sociales con reacciones cuestionadoras de la actitud.
Sergio Massa en la toma de posesión episcopal del obispo Jorge García Cuerva
Ahora, García Cuerva retribuyó aquellas palabras de apoyo al opinar que la asunción de Massa como ministro de Economía, en reemplazo de Silvina Batakis, “es un volantazo del Gobierno porque creen que puede dar soluciones”. “No digo que es un salvador y no me gusta usar esta frase de ‘superministro’ porque de los problemas salimos entre todos. Si al Gobierno y a Massa les va bien, nos va a ir bien a todos y viceversa“, expresó en declaraciones a la emisora local Radio Nuevo Día 100.9.
García Cuerva era sacerdote de la diócesis de San Isidro, la jurisdicción eclesiástica que contiene el partido de Tigre, entre otros. El actual obispo Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), no coincidió temporalmente con Massa dado que llegó en 2009 para acompañar a Jorge Casaretto y recién se hizo cargo del gobierno pastoral a fines de 2011. Otra es la relación que el superministro tuvo con la Asociación de Pastores de Zona Norte (APZN), que en 2015 organizó un encuentro donde las iglesias evangélicas de Tigre expresaron su apoyo a la candidatura de Massa a la presidencia y de Julio Zamora a la jefatura comunal del distrito. Ahora, en plena crisis, las referencias cristianas zonales se llamaron a silencio.