CÓRDOBA (Corresponsalía) El referente del expresidente Mauricio Macri en Córdoba, Gustavo Santos, atravesaba un momento incómodo entre sus pares de Juntos por el Cambio (JxC). El fuerte rechazo del pelotón aliancista a un acuerdo nacional (y eventualmente local) con el gobernador Juan Schiaretti se redujo al apriete: cualquier atisbo de transversalidad política sería impugnada por radicales, juecistas, lilitos y halcones amarillos como “funcional” al peronismo y su perpetuación en el poder provincial.
Antes de ser ministro de Turismo de Macri, Santos integró el gabinete de José Manuel de la Sota, y también el del cofundador de Hacemos por Córdoba (HxC). Schiaretti no objetó la salida de la Agencia Córdoba Turismo para que integrara el gabinete de “un amigo”, referencia cariñosa que el entonces presidente utilizaba para referirse al “Gringo” y que el peronista correspondía con pasos de baile en el acoplado de una camioneta apostada en algún obrador.
Por coherencia y padrinazgo político es muy improbable, entonces, que Santos arremeta contra la administración peronista. También desde el punto de vista táctico. La alta aprobación popular de Schiaretti facilitó la postura del macrista porque hasta el opositor Luis Juez viste plumas de paloma a la hora de polemizar con el jefe del Panal. Como sea, el mayor activo de Santos no viene de las bases dirigenciales sino de su mentor.
Sindicado por algunos como el potencial mariscal de la ruptura por su afinidad con el staff peronista y su histórica rivalidad con Juez -que es también la de Macri por el proceso judicial que inició el senador contra su amigo German Kammerath en el marco de la causa “Radioaviso”-, Santos encontró un salvavidas de la rosca interna en su reciente designación como director para las Américas de la Organización Mundial de Turismo.
Mientras dirime con su equipo el momento político adecuado para dejar el Congreso y asumir en el organismo, Santos ya goza de los beneficios de un fuerte respaldo del Círculo Rojo a su nuevo rol internacional. Fue felicitado por sus conmilitones y hasta el delfín de Schiaretti, el intendente capitalino Martín Llaryora, dejó saludos en las redes.
El mismo peronismo cordobés se encargó de darle la jerarquía que JxC le niega al adalid de Macri en Córdoba. Santos escuchó el simposio de Schiaretti para la Fundación Mediterránea en la mesa principal de HxC. Las pompas por el 25 de Mayo mostraron la especialidad en los juegos de artificio preelectorales del PJ. El vicegobernador a cargo del Ejecutivo, Manuel Calvo, y Llaryora sumaron a la primera línea de la foto oficial a Santos y a la diputada macrista Soher El Sukaria, en calidad de “invitados de la casa”.
No es novedad que el PJ jugará en internas propias y ajenas para retener el poder provincial, aunque es muy prematuro hablar de acuerdos domésticos cuando Schiaretti no definió el rol que ocupará el año que viene. Sin embargo, no dejan de ser sugerentes las señales de los alfiles de Macri que, como se sabe, no dan puntada sin la cobertura del dedal de su referente.
25 de mayo. Santos y El Sukaria, "invitados de la casa" cordobesista
Operativo antidesgaste
Santos se repliega. Con su nueva posición internacional –transversal- levanta el perfil, pero ahora esquiva definirse como precandidato a gobernador como lo hacía en tiempos del surménage cambiemista dl 2021. “No voy a abandonar a Córdoba”, repite a periodistas y al Círculo Rojo. El concepto de “abandono” encierra un mensaje político a la interna doméstica de JxC que se completa cuando el exfuncionario del radical Rubén Martí plantea “¿para qué queremos gobernar Córdoba?”.
Todos quieren ser, pero nadie quiere cargar con el costo del desgaste. Juez creyó necesario primerear la candidatura a gobernador, pero ya sufre las pequeñas muestras gratis de lo que le espera. Cayó como una bomba en las filas del senador la noticia que colocó en la mira a su compañera de bancada, Carmen Álvarez Rivero. La empresaria quintuplicó su planta de asesores, mientras que un quinteto de ese lote responde a Juez, según dio a conocer Perfil Córdoba.
Son prácticas tradicionales, aunque abiertas al debate, que en tiempos de electorados cautivados con el libertario Javier Milei cobran una dimensión peligrosa. Especialmente para Juez, que asumió la empinada tarea de pelear en desigualdad de condiciones con sus retadores y resetear su imagen negativa como gestor, cuya fama le atribuye al peronismo.
Cuando Schiaretti habla de previsibilidad de gestión pondera ese activo que le niega al emergente de JxC. Cuando el macrista Santos promete “no abandonar Córdoba” sugiere algo más o menos parecido. Es una manera elegante de tender puentes nuevamente entre el macrismo y el schiarettismo, más allá de los reproches del oficialismo local por alguna obra no pagada. También es un posicionamiento político. Como se esperaba, entre el macrismo y el juecismo no asoman posibilidades de acuerdo. Nace así el nuevo mesías del cordobesismo que no busca el cambio por el cambio mismo.
El pacto tácito entre ambos dirigentes siempre sobrevoló la política cordobesa: Schiaretti se separó del pelotón de gobernadores peronistas que apoyaron a Daniel Scioli en 2015; Macri fue “prescindente” en la elección provincial en la que Cambiemos fue dividido facilitando el triunfo histórico de Schiaretti y el acceso de Llaryora al Palacio 6 de Julio. En el presente, tienen motivos sobrados para bloquear la llegada de Juez al poder.
Schiaretti pretende cerrar con honores el sistema de postas que ideó con De la Sota. Macri sostiene en privado que Juez es el mejor posicionado, pero que no está preparado para gobernar Córdoba como cara visible de su marca política.
Sobran los antecedentes de buena sinergia entre Macri y Schiaretti. Hoy, los guiños tercerizados entre viejos conocidos no faltan.