LA QUINTA PATA

¿De qué hablamos cuando hablamos de modelos?

Cristina, Alberto y un pacto imposible sin que alguien claudique. El debate en negro sobre blanco. Inflación e ingresos. ¿Y si el genio ya escapó de la lámpara?

La puja pareció por momentos personal, pero el último discurso de Cristina Fernández de Kirchner en Chaco y los dardos disparados desde Europa por Alberto Fernández –respaldados en Buenos Aires por el polemista designado, Martín Guzmán– terminaron de blanquear que la pelea de fondo es, nada menos, que por el modelo de país. A propósito, ¿de qué habrán hablado cuando fundaron el Frente de Todos, más allá de sus candidaturas y de lo malo que era Mauricio Macri?

 

La inflación, que el INDEC mantuvo en abril en un empecinado 6%, volvió a poner en blanco sobre negro que los problemas de la Argentina son dos y no uno: los precios, sí, pero en el fondo los ingresos, derruidos por Macri y quienes lo acompañaron sin rebeldía en Juntos por el Cambio (JxC) y que el gobierno del Frente de Todos (FdT) no sabe, no puede o no quiere recuperar de verdad. Hay algo positivo en la calamidad: ya nadie puede decir que un plato más en la mesa de una familia argentina es un atentado contra la macroeconomía.

 

Más allá de eso, como no da para insubordinarse ante la ley de gravedad, hay que hablar de la inflación. Si de ella y de peleas se trata, lo primero que surge es que sobran predicadores y faltan verdades reveladas.

 

En su última aparición pública, en Chaco, Cristina Kirchner definió cuál debería haber sido la política económica oficial.

 

“Hay que alinear precios de los alimentos, servicios, tarifas, salarios y jubilaciones, porque si no se los van a quedar cuatro vivos”, dijo.

 

“Pero lo dije en 2020, no ahora, cuando las cosas no habían sucedido”, recordó, con toda razón. En esa ocasión, Alberto Fernández todavía la aplaudía.

 

Mientras el Presidente se autoinvitaba a Europa presuntamente para escapar un poco de los dramas de todos los días –algo sobre lo que pareció cambiar de opinión en pleno vuelo, ya que dedicó la gira básicamente a contestarle a su enemiga íntima–, Guzmán salía a responder en un tono firme que no se le había conocido hasta entonces: el modelo cristinista no es sostenible ni consistente.

 

La vice tiene razón. La economía prolonga en crecimiento el rebote del año pasado, el empleo crece y los ingresos –aunque módicamente– se recuperan. Sin embargo, la propia escalada inflacionaria amenaza lo primero, ello pone en peligro lo segundo y lo tercero no alcanza ni remotamente para que se recupere todo lo que se perdió durante el primer tiempo de precalentamiento del ingeniero y durante la peste.

 

 

Fuente: Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF).

Mientras, el INDEC le acaba de dar otro cachetazo al ministro de Economía: 6% en abril, 23,1% en el primer cuatrimestre y 58% en los últimos 12 meses, con pronóstico más que reservado para el futuro inmediato. Esto revela que su estrategia de “tranquilizar la economía”, plasmada en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), por el momento está lejos de funcionar.

 

País complicado… Ocurre que Guzmán también tiene razón en el debate con Cristina. La receta de la expresidenta contra la inflación también fracasó y la gran diferencia entre el piso de 2015 y el techo de 2022 bien puede explicarse porque en el medio ocurrieron las tragedias de la macroeconomía, la pandemia, la guerra en Ucrania y, también, los errores actuales. Además, allá quien tenga saudades de la situación que dejó la actual vice en materia de precios.

 

La dirigente más influyente de la Argentina se complicó sola acerca de las denuncias sobre la manipulación del INDEC al señalar en Chaco que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) “se nos fue a un 38% en 2014, pero al año siguiente lo bajamos a un 24,25%”. Cabe recordar qué ocurrió en sus últimos años en el poder de acuerdo con las estadísticas más confiables de la Ciudad de Buenos Aires, que miden un universo similar al AMBA que atiende el INDEC: 26,6% fue el IPCBA de 2013, 38% el de 2014 –cuando ella y Axel Kicillof tuvieron que devaluar fuerte– y 26,9% el de 2015, el año final. Es dudoso que convenga “comprar” un modelo semejante.

 

Sintéticamente, podría decirse que el modelo de Cristina contra la inflación pasa, como ella misma dijo, por atrasar el tipo de cambio oficial para usarlo como ancla; asumir como inevitable una brecha severa con los paralelos y la consiguiente expectativa de devaluación del primero; congelar las tarifas, otro lastre para los precios; desentenderse del problema del desequilibrio fiscal y subir salarios y jubilaciones por encima de los precios. No habría problema en ello, explicó, para usarlo como ancla la causa de la inflación no es de ningún modo la emisión monetaria y pasa, en verdad, por la falta de reservas en el Banco Central. Como si esto último no haya sido, inicialmente, un producto de aquel programa…

 

Así, el remedio para el mal sería la política, que debe imponerse por sobre la lógica del mercado: control de cambios, control al movimiento –salida– de capitales, control de importaciones, control de precios, control de tarifas…

 

En tanto, el modelo Fernández-Guzmán quedó plasmado en el acuerdo con el Fondo: refinanciación de deudas para despejar pagos en el corto plazo; avance paulatino -aunque no indoloro– hacia el equilibrio presupuestario y el fin de la emisión del Banco Central; reducción de los subsidios a las tarifas de servicios públicos; exportaciones y acumulación de reservas para darle solidez al dólar oficial; objetivo –muy– mediato de alivio del cepo y alineamiento de las expectativas. Esto último, argumenta el ministro, le resulta imposible si sus aliados le disparan día y noche con obuses.

 

Si, como él dice, la inflación es multicausal y ese concepto incluye el carácter oligopólico de mercados clave como el de los alimentos, ¿por qué olvida las herramientas políticas? Parece que todos y todas tienen razón, pero nadie pega una.

 

En medio del ruido, Consultatio Plus lanzó el último viernes un informe que hace pensar.

 

“El dato de inflación de abril (…) es el mejor síntoma de un proceso de deterioro macro sostenido, que las expectativas reflejan antes que los indicadores”, dice.

 

“La nominalidad de 100% a la que se desplazó la economía durante abril no se explica en lo fundamental por un shock cambiario”, acierta. De hecho, la devaluación del dólar oficial es nueve puntos menor que el IPC. Tampoco “por shocks externos” debido a que Alimentos y bebidas creció por debajo del promedio en abril –5,9%– y cinco puntos más en el agregado desde enero, sin los cuales la situación sería también desastrosa. Asimismo, no hay atribución posible a “shocks tarifarios” que aún están en las gateras. La cuestión, concluye, pasa “por expectativas que no encuentran más ancla que el atraso de tarifas, algo que en algún momento deberá revisarse”.

 

El genio de la inflación, parece, se salió de la lámpara y hace lo que quiere.

 

Mientras el IPC viaja hacia algún punto cercano al 70% –¿alguien da más?–, cabe citar a Juan Domingo Perón, quien en verdad parafraseó a Aristóteles: "La única verdad es la realidad”. Y esta indica que, por las razones que sea, en promedio, el empresariado está recomponiendo –vía remarcaciones– los márgenes de ganancia que había perdido en la megarrecesión macrista y en la pandemia. Los salarios… te los debo.

 

 

Frente a la rebelión de los empresarios, la pregunta se impone: ¿y dónde está el Estado? Por caso, ¿con qué poder de fuego podría abrir importaciones en rubros como el de la indumentaria, que escandalizan por su nivel de protección y superan largamente la inflación general? ¿Con qué reserva de dólares sustentaría la mera amenaza de hacerlo? Asimismo, ¿quién le cobra al turismo su remarcación brutal, después de haya sido sostenido con subsidios a través del plan Previaje?

 

La política no entiende que se salva a sí misma o que no la salva nadie. A propósito, ¿qué fue de la gran promesa de 2019 de Fernández, la convocatoria a un amplio acuerdo económico y social para comprometer a empresarios, sindicatos y sectores sociales en un rumbo posible?

 

Ese tren pasó y su gobierno ya es un pato que no deja de pegarse tiros en sus patas rengas.

 

Es tarde para lágrimas.

 

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