Una dura derrota electoral en 2019 y una serie de sucesos encadenados a lo largo de los dos últimos años fueron suficientes para que María Eugenia Vidal perdiera buena parte del capital político que tenía en la provincia de Buenos Aires. Aferrada a la distancia a un puñado de legisladores y legisladoras que por ahora le responden, intentó sin éxitos una última avanzada sobre los intendentes de Juntos que le devolviera el protagonismo de los años en que se sentaba al sillón de Dardo Rocha: batalló en las redes y en los medios contra las modificaciones a la ley que limita las reelecciones y perdió en la Legislatura contra sus socios internos. El desenlace probablemente haya sido mirado con atención por Horacio Rodríguez Larreta, principal interesado en darle volumen a quien encumbró como diputada nacional: acaso advierta que buena parte de los jefes comunales del PRO comenzaron a dudar de la eficacia de su plan presidencial.
La ruptura de la relación entre la exgobernadora y los intendentes quedó registrada en la última sesión de la Cámara de Diputados de la provincia, aunque las tensiones provenían de mucho antes. Este martes, ambos grupos quedaron claramente delimitados. De un lado, diez de los 11 diputados y diputadas que acompañaron con su firma el comunicado que tenía por título "un no rotundo a las reelecciones indefinidas"; del otro, buena parte del partido amarillo y el radicalismo, que empujaban una modificación que tenía por objetivo saldar un error en la reglamentación que firmó Vidal y, de paso, garantizar una vuelta electoral más para 27 alcaldes de la UCR y una docena del PRO.
Quienes se opusieron al proyecto de reforma que impulsaron los dueños de los votos fueron los diputados Matías Ranzini, Sergio Siciliano, Santiago Passaglia, Juan Carrara y Alex Campbell, las diputadas Anastasia Peralta Ramos, Johana Panebianco y Noelia Ruiz y los senadores Walter Lanaro y Owen Fernández, todos ellos, firmantes del comunicado vidalista. Afuera quedaron Daniel Lipovetzky, que decidió finalmente habilitar con su voto el tratamiento del proyecto y luego abstenerse, al igual que Martiniano Molina, que se alejó del grupo por diferencias con Campbell, y Fabián Perechodnik, exministro de Vidal que se alineó definitivamente al intendente de La Plata, Julio Garro. Incluso Joaquín de la Torre, que avaló con su firma el decreto reglamentario de la ley 14.836 en 2017, estampó su nombre en el proyecto reformista de Juan Pablo Allan.
Junto al grupo de incondicionales, Vidal atraviesa su peor momento en territorio bonaerense y se encamina a ratificar su exilio en la Ciudad de Buenos Aires, jurisdicción a la que regresó al aceptar el plan canje de Larreta y porque no estaba dispuesta a soportar nuevas derrotas en las urnas después de la de 2019. ¿Hubiera ganado Juntos la madre de todas las batallas con ella al frente? Nunca lo sabrá.
Ahora, si bien al otro lado de la General Paz camina con un sólido caudal de votos que le permite incluso hablar de su propia candidatura a presidenta en 2023, la dirigencia bonaerense cree que esa ambición persigue la meta real de ser la próxima jefa de Gobierno de la Ciudad, un camino para nada allanado en el que se podría enfrentar tanto a Martín Lousteau, el socio radical de Larreta, como a Jorge Macri, que levanta en gestión e imagen con un apellido taquillero en tierras porteñas.
Incluso, Néstor Grindetti, uno de los jefes comunales más moderados y uno de los artífices del triunfo de Diego Santilli en la provincia, le aplicó un pase político a la diputada nacional. “No quiero entrar en una polémica, pero Vidal ahora está en la Ciudad; no sé por qué se pone tan dura con esto. Yo soy de los primeros que trabaja por la unidad y eso internamente lo saben. Entonces, yo creo que las discusiones hay que darlas hacia adentro y no por los medios. Lamentablemente, esto nos pone peor frente a la sociedad, pero lo que estamos haciendo es corregir un error de una ley que salió durante nuestro gobierno”, expresó lanusense en declaraciones al diario La Nación, en las cuales remarcó que, si bien sus pares de Juntos no pretenden “la reelección eterna”, era necesario “arreglar este problema”.
Con términos más duros, en otros distritos también levantan críticas, aunque no todos se animan en público. Como sea, en frente Campbell, Lanaro y alguno más fueron a fondo con el tema tras la derrota legislativa, pero otros intentaron recomponer relaciones con el intendentismo. El dato no menor es que varios terminan sus mandatos en 2023 y, sin Vidal como garante directa de sus reelecciones, en los municipios estiman que, pese a todo, intentarán mantener la armonía para no quedarse afuera en el futuro.
El año para Vidal terminó, encima, con un escandalo que la empujó más afuera de la provincia: la Gestapo-gate mostró a funcionarios de su gabinete bonaerense apurando a empresarios para que los ayudaran a armar causas contra sindicalistas y a uno de ellos declarando fantasías inconfesables: de la guerra contra las mafias a la mafia de Estado. Un sólido blindaje mediático le permitió hacer como si nada hubiese ocurrido y amortiguar el golpe, apenas un poco.