Nadie pidió no pagarle al FMI, pero varias voces pidieron plazos mayores, menos intereses y mejores condiciones. La inflación es el cuco, se dijo con otras metáforas. Lo mismo que la brecha entre los salarios y la canasta básica. ¿Qué se puede achicar cuando el 62% del Presupuesto nacional está destinado al sistema previsional y el gasto social? La salida es el crecimiento, respondió Martín Guzmán en un reservado almuerzo que tuvo lugar esta semana en el Congreso. Dijo también que su objetivo es bajar la inflación, estimada en 33% para 2022 en el Presupuesto.
El anfitrión en el Salón de Honor fue Sergio Massa. Completaron la mesa las jefaturas de los bloques del Frente de Todos de Diputados, Máximo Kirchner y Cecilia Moreau, y del Senado, José Mayans y Anabel Fernández Sagasti. Se les sumó luego el ministro del Interior, Eduardo De Pedro. Por la Cámara baja estuvo también Carlos Heller, que volverá a ser ratificado como presidente de la comisión de Presupuesto, a la que Guzmán acudirá este lunes a las 13. El menú fue liviano: pescado, aunque del rosado.
La charla fue el preámbulo del duro discurso que para "avivar giles" pronunció Cristina Fernández en el Día de la Democracia. "Tranquila", le respondió en público Alberto Fernández sobre las negociaciones. Más o menos en los mismos términos, aunque más calmos, se dio el diálogo puertas adentro del Parlamento. El compromiso de las espadas legislativas del oficialismo con el ministro fue aprobar el Presupuesto y buscar los apoyos necesarios para hacerlo. Le aclararon, sin embrago, que las provincias necesitarán algo a cambio y, sobre todo, ciertas certezas.
El encuentro, que duró dos horas, arrancó con un análisis de Guzmán. El ministro explicó el proyecto enviado el 15 de Septiembre y que incluye el arreglo con el Club de París pero no el futuro acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). También habló del Presupuesto en ejercicio, que no cumplió las previsiones por la extendida emergencia sanitaria. Un año atrás, el kirchnerismo duro había pataleado precisamente porque para 2021 no se había previsto ni un nuevo IFE ni otras ayudas sociales y sanitarias, a pesar de que no había certezas de que la pandemia terminara. La oposición también lo había marcado.
"Mi aspiración es bajar la inflación", buscó calmar el ministro de Economía al resto de la mesa, como un par de semanas atrás lo hizo frente a la CGT. También subrayó que los índices señalan un futuro crecimiento y que esa es la meta, en la que están trabajando fuerte con el equipo técnico de su cartera.
Máximo Kirchner asintió un par de veces e hizo preguntas puntuales. Lo mismo Fernández Sagasti, mano derecha de la vicepresidenta, que acaba de jurar por un nuevo mandato hasta 2027. Mayans enumeró los reclamos que escucha en su bloque y anticipó los de la oposición. Heller ya recibió una lista de pedidos por escrito. Hay quienes solicitan obras de agua, otros rutas, otros un acueducto. Los subsidios a los servicios y al transporte se incorporaron a los planteos. La mayoría de los presentes fueron optimistas respecto de que habrá mínimos consensos. "Hay provincias opositoras al Gobierno que recibieron asistencia", agregó alguien casi como un pase de factura, pero también previendo que primará la "racionalidad" a la hora de las votaciones. Otro reclamo que se oyó fue la necesidad de una tarifa eléctrica para las zonas cálidas, en el norte, así como hubo una ley para subsidiar el gas en las zonas frías. En el Senado hay un proyecto en ese sentido presentado por el entrerriano oficialista Edgardo Kueider desde hace varios meses.
Las charlas con las autoridades provinciales están encaminadas de manera de garantizar votos propios y de algunos de los 23 escaños sueltos, más alguna provincia opositora, como ocurrió el año anterior. Se reparten las gestiones entre el jefe de Gabinete, Juan Manzur; De Pedro y Massa, que ya recibió en su despacho a los gobernadores que tiene más cerca, como Sergio Ziliotto (La Pampa), Gustavo Bordet (Entre Ríos), Mariano Arcioni (Chubut) y Oscar Herrera Ahuad (Misiones). Los acuerdos deben acelerarse, porque el Gobierno pretende votar en el recinto este jueves. En el Senado, aún sin cuórum ni mayoría, hay confianza en sumar a los monobloques.
La mayor preocupación durante el almuerzo estuvo vinculada al gasto social, con foco en las jubilaciones, pensiones y en la educación, ítems donde cualquier punto de más o menos mueve toda la estructura. También se observó la necesidad de mantener la inversión pública, que no se discontinúen proyectos de viviendas, rutas e infraestructura. Quienes gobiernan las provincias apoyarán un acuerdo con el FMI y el plan plurianual, que viene con demoras, si se contemplan la obras, se oyó. El ministro de Economía tomó nota. Heller también. Ya tiene prevista para el martes a las 11 la visita de Gabriel Katopodis, ministro de Obras Públicas de la Nación.
La renegociación de la deuda es clave, se insistió. No obstante, para garantizar crecimiento y desarrollo "las obras estratégicas son necesarias", puntualizó uno de los presentes que consideró imprescindible negociar con el FMI la quita de sobrecargos de intereses y un tiempo más prolongado de gracia para permitir que el país crezca. Hizo cuentas: la Argentina no está en condiciones de pagar lo que se debe en el plazo estipulado hasta hoy.
Kirchner consultó: "¿Podemos salir bien?". El ministro se mostró optimista, incluso cuando le plantearon cuál es su proyecto para recuperar el valor del salario, cómo bajar el costo de la canasta y los alimentos y cómo garantizar la comida de los argentinos y las argentinas.
Si nadie pidió no pagar es porque hay una coincidencia: para tranquilizar a los mercados, hay que cerrar con el Fondo. En ese marco, Mayans, de profunda fe católica, destacó "el esfuerzo" del ministro. "Me gustó lo del papa", le dijo cuando se saludaron en referencia al nombramiento del platense como miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales. "Nos puede dar una mano", mostró esperanza Guzmán. El formoseño recordó que si bien Kristalina Georgieva también es católica, no es la verdadera jefa del FMI, sino Joseph Biden, como antes lo fue Donald Trump, que levantó el teléfono para auxiliar a Mauricio Macri.