Aunque la cuarentena cede de a poco, de la mano del aplanamiento de la curva de casos de COVID-19 logrado por las autoridades y de la impaciencia de una sociedad que encuentra cada vez más difícil proveer su día a día, el freno de la economía es violento, la recaudación fiscal experimenta un retroceso severo y el Estado enfrenta cada vez mayores necesidades de gasto. Privado de acceso al crédito y en momentos en que libra una dura batalla para renegociar la deuda en peligro inminente de default, el Gobierno encontró, en ese contexto, la manera de llenar el agujero en la emisión monetaria del Banco Central. Los niveles copiosos que ese recurso alcanza, los llamados de atención del mercado cambiario y el peligro de una inflación espiralizada actualizan el debate sobre los modos posibles de limitar la impresión de pesos, por lo que la idea de las cuasimonedas vuelve al primer plano. Algunos economistas la proponen, otros buscan limarle los filos, un tercer grupo la rechaza y la administración de Alberto Fernández, por el momento, la descarta. Así las cosas, ¿por qué todos hablan de ella?
La recaudación tributaria totalizó el mes pasado 398.658,7 millones de pesos, 11,6% más en términos nominales que la de abril de 2019, según informó la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). Como la inflación interanual era a marzo del 48,4%, la percepción del fisco retrocedió en términos reales casi un 37%, expresión del brutal freno que experimenta la actividad económica.
En paralelo, el Banco Central le giró al Tesoro 310.000 millones de pesos el mes pasado en concepto de adelantos transitorios y transferencias de utilidades, esto es, casi el equivalente a lo recaudado. El abismo fiscal asusta.
En tanto, en lo que va del año, ese financiamiento ya se eleva a 622.000 millones, más de dos tercios de los 900.000 millones de pesos proyectados para todo el año por el ministro de Economía, Martín Guzmán, y un cuarto de la base monetaria actual. Como la mayoría de los especialistas estima que la perspectiva oficial de un déficit fiscal de 3,1% del producto bruto interno (PBI) se queda corta y que será, en realidad, de entre 4,5 y 6,5%, la necesidad de financiamiento puede resultar bastante mayor.
En efecto, la inflación de abril reflejará un fuerte descenso debido a la falta de actividad económica, pero aún así el empinamiento de los tipos de cambio paralelos y en ensanchamiento de la brecha con el oficial constituyen motivos de inquietud. Es más, se espera que el índice de precios repunte desde junio, sobre todo si la economía empieza a dar señales de vida, lo que, de concretarse, retroalimentaría la carrera entre precios y dólar.
¿Cómo financiar, entonces, la necesidad de que el Gobierno vuelque dinero a un mercado paralizado para empresas y trabajadores sin correr tantos peligros en el futuro?
El economista Carlos Melconian ha sugerido la emisión de una “coronamoneda”, una cuasimoneda similar a los patacones y lecops de 2001-2002 pero que, al revés de aquellos, tendría como fuente al Estado nacional y no a las provincias.
Según dijo, “es una moneda que no sé si es senior contra el peso (porque eso) depende de la jerarquía que le dé el Gobierno para que valga y que sea rescatada en tres o cuatro años, diciendo desde el primer día cuándo va a suceder”.
“El esquema podría ser: emitamos dos tercios de pesos y un tercio de ‘coronamoneda’ (que) tiene 100% de encaje (bancario)”, planteó.
Otros economistas consultados por Letra P, pero que prefirieren no ser mencionados por lo delicado del tema, manejan una idea con puntos de contacto: la emisión de un bono. Para uno de ellos, dado que el dinero no alcanza, más que a una cuasimoneda, habría que recurrir a ese recurso para pagar parte de los salarios, como hizo Álvaro Alsogaray en 1962 con el Bono 9 de Julio. Según indicó, es cierto que tendería a valer menos y que eso afectaría a la gente, pero, mientras dure la cuarentena, de hecho el consumo es menor.
“Eso permitiría patear el problema al menos un tiempo y tendría un menor impacto inflacionario”, agregó. Según indicó, llamar a esa alternativa “bono” o "cuasimoneda” en un sentido es algo semántico, pero su idea es que, al revés de esta última, el instrumento no circule con la misma fluidez de los pesos, porque esto “también generaría inflación”.
La “coronamoneda” o el “coronabono” no permitirían comprar dólares, lo que restaría combustible a una demanda que ha llevado la brecha cambiaria por encima del 70% pese a los denodados esfuerzos regulatorios del Central.
Cuasimoneda o bono, la ventaja sería que, en definitiva, circularía deuda pública, que tendría un compromiso de rescate en ciertos plazos, y no dinero, sin que, además, la emisión de pesos dañara más el balance del Banco Central. Por otro lado, la “coronamoneda” o el “coronabono” no permitirían comprar dólares, lo que restaría combustible a una demanda que ha llevado la brecha cambiaria por encima del 70% pese a los denodados esfuerzos regulatorios del Central.
Pero “patear el problema un tiempo” implica costos futuros y, como se demostró en la poscrisis de 2001, rescatar cuasimonedas no es sencillo y, de hecho, eso terminó de ocurrir cinco años más tarde.
De ahí que el Gobierno se haya opuesto hasta ahora a esa posibilidad y los recelos que causó la emisión de un bono de la provincia de Córdoba para hacer frente a deudas con sus proveedores… un comienzo calcado del de los viejos patacones, lecops y otras especies autóctonas.
Otros economistas ven decididamente con malos ojos la posibilidad.
Según le dijo a Letra P el economista Federico Furiase, director de la consultora Eco Go y profesor en la Maestría de Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), la emisión de una cuasimoneda “sería una anestesia que no solucionaría el tema estructural y podría generar los mismos problemas a futuro”.
En tanto, Gabriel Zelpo, socio de la consultora Seido, le dijo a este medio que “obviamente la idea atrae a los gobernadores, pero no es una solución mágica, porque su efecto es el mismo que el de emitir pesos”. El raspado del fondo de la olla es tan intenso que hasta intendentes barajan la idea.
Lo hagan las provincias o la Nación, como propone Melconian, pagar sueldos con una cuasimoneda implicaría una reducción de salarios, porque aquella se devaluaría frente al peso, tal como ocurrió entre 2001 y 2006. El problema es que, suspensiones mediante, los sueldos efectivamente están siendo recortados, al menos durante la emergencia, según surge de numerosos acuerdos recientes entre empresarios y trabajadores.
“En el fondo, sería una devaluación interna”, enfatizó Zelpo.
El debate sigue. La crisis y sus peligros, también.