PLANO CORTO | ADOLFO RUBINSTEIN

El premio consuelo del ministro de Intratables

El sanitarista radical fue rebajado a secretario por Macri. A cinco meses del portazo, aprovecha la pandemia para levantar el perfil. Un cultor del mal menor.

El debate público sobre la forma de afrontar la pandemia lo incluye como una de sus principales fuentes de consulta, pero siempre en nombre de un sector de la oposición. El próximo martes, el médico sanitarista Adolfo Rubinstein recién cumplirá cinco meses desde que pegó el portazo como secretario de Salud de la Nación. Cuando se fue, a Mauricio Macri sólo le quedaban 18 días en el poder. Desde que renunció, en desacuerdo por la derogación del protocolo para la aplicación del aborto no punible que había firmado un día antes, defendió sus razones, nunca dejó de desairar al líder del PRO y se guardó en el silencio de la retirada. Ahora, la pandemia es su premio consuelo.

 

La emergencia sanitaria por el nuevo coronavirus le devolvió el alto perfil mediático que tuvo a partir de octubre de 2017, apenas el líder del PRO le pidió la renuncia a su histórico referente sanitario, Jorge Lemus, y le cedió esa papa caliente al exjefe de Medicina Familiar del Hospital Italiano, cargo que ejerció  entre 1989 y 2010. Graduado en la UBA y con estudios en Harvard, llegó al cargo como ministro y lo dejó como secretario, una degradación inédita para la cartera de salud. Eso no le impidió ser el sanitarista más escuchado por la UCR y, especialmente, por el extitular del Comité Nacional y fundador de Cambiemos, el mendocino Ernesto Sanz, encargado de impulsarlo en el Ejecutivo. 

 

 

MODERACIONES EN GRIS. Ante las agitaciones del sector más duro de la alianza opositora, encabezado por la exministra Patricia Bullrich, que reclama terminar pronto con la cuarentena, Rubinstein aconseja mesura y asegura que las medidas tomadas por el presidente Alberto Fernández son las correctas. Cuando tiene que delinear un balance provisorio, asegura que las decisiones han comenzado a dar los resultados esperados y, con cautela, toma distancia de los reclamos más insistentes de sus colegas de coalición, que acusan al Gobierno de ineficiente por no hacer testeos masivos o por no flexibilizar el aislamiento. Seis semanas después del primer contagio y con veinte días de cuarentena a cuestas, el exfuncionario recomienda "testeos oportunos" en los lugares donde sea necesario focalizar las mediciones y un "esquema valvular e intermitente para abrir y cerrar las medidas de restricción" de acuerdo a la evolución de los indicadores críticos. 

 

 

 

El 4 de marzo, cuando se registró el primer caso en Argentina, fue el primer miembro de la oposición en pedirle cautela a su sucesor, Ginés González García, que había minimizado el hecho y dijo que estaba más preocupado por el incremento de contagios de dengue y sarampión.  "No hubiera dicho eso, porque no sabemos qué va a pasar con el coronavirus: este caso índice pareciera estar adecuadamente aislado y contenido, pero no sabemos si hay otros casos dando vueltas por ahí, no sabemos los contactos que tuvo (el paciente cero)", disparó Rubinstein.

 

En la UCR, sus correligionarios ponderan sus opiniones médicas, pero a veces lamentan sus declaraciones políticas. Este domingo, luego de la extensión del aislamiento obligatorio hasta el 26 de abril, cuestionó a Fernández por rodearse del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y por el ministro del Interior, Eduardo De Pedro, y ubicar a Gonzáles García en un segundo plano. "Yo hubiera dejado el informe técnico al ministro de Salud" y, "la verdad, hubiera tratado de poner una mesa más grande que lo incluyera. Me parece que eso fue hasta simbólico, no sé qué quiere decir, pero el ministro no estaba sentado en la misma mesa", evaluó en una entrevista radial y se ganó las críticas de colegas y profesionales que lo condenan por fijarse en ese detalle luego de haber soportado la inédita degradación del ministerio a secretaría para aplicar el ajuste fiscal acordado por Macri con el FMI. 

 

 

 

LUCES Y SOMBRAS DE GESTIÓN. Ante el espejo sombrío de la pandemia, lo consideran un antecedente ominoso de la herencia de Cambiemos en el gobierno, que los protagonistas de la oposición prefieren eludir. No es la única que le adjudican. En medio de la crisis, algunos de su colegas, que son miembros del panel de expertos que consulta el Presidente o integran sociedades de virología y epidemiología, prefieren evitar "polémicas innecesarias", pero recuerdan que en su gestión reapareció el sarampión en el país luego de 18 años de haber combatido la enfermedad por completo. 

 

 

 

También le endilgan haber aceptado "mansamente" la virtual anulación del prorama Remediar, recortes del 20 al 40% en otros como Médicos Comunitarios o Incluir Salud, la omisión de la vacuna contra la meningitis a los niños a partir de los 11 años, la reducción en un tercio de la distribución de las vacunas contra el HPV, la antimeningocócica y triple bacteriana, junto a demoras en el envío de partidas de la antigripal, triple viral, contra la varicela, rotavirus y hepatitis A. 

 

Un exfuncionario que integró el staff de Rubinstein no impugna las críticas médicas. Asegura que "todo habría sido peor" sin la intervención de su jefe, que estuvo a punto de renunciar en 2018 cuando la cartera fue degradada. La teoría del mal menor pudo más y Rubinstein se quedó un año y dos meses más. Sus defensores reivindican cuando bancó la interrupción voluntaria del embarazo ante un Macri que no estaba de acuerdo, secundado por su jefa inmediata, la ministra de Desarrollo Social y Salud, Carolina Stanley y la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal

 

 

 

La alianza opositora no es pródiga en especialistas sanitarios y mucho menos en defensores febriles de la salud pública. En el partido amarillo, por ejemplo, la política sanitaria nunca tuvo a Macri como su principal impulsor. Durante sus dos mandatos como alcalde porteño se la confió a Lemus. Su sucesor, Horacio Rodríguez Larreta, primero tuvo a la odontóloga Ana María Bou -entre 2015 y 2019- y en su segundo mandato puso en el cargo a Fernán Quirós, un ahora integrante del PRO que gravita en los temas de salud porteños desde 2008, según exhumó el diario Perfil, cuando auxilió a Macri y Larreta para afrontar una crisis iniciática por la compra de insumos hospitalarios en el primer año de gestión del PRO en la Ciudad. 

 

 

 

Ese primer equipo tuvo un estreno anticipatorio: la primera medida de gobierno del flamante alcalde fue derogar la creación de un laboratorio público para producir medicamentos y su alusión inicial sobre la salud pública se concentró en culpar a los pacientes provenientes del conurbano bonaerense por la situación de los hospitales porteños, un argumento que volvió a resonar en los primeros días de la cuarentena por boca de ministros y funcionarios que aseguran que "la Ciudad podría atender la situación sin problemas si no tuviera que hacerse cargo de un 30% de pacientes de la provincia de Buenos Aires". 

 

Quirós tiene tres décadas de carrera profesional y docente en el Hospital Italiano, una más que Rubinstein en el mismo establecimiento. Ni ese origen común ni la pandemia lograron unirlos. Son las dos caras visibles de la oposición en materia sanitaria, pero en Cambiemos reconocen dificultades para exhibirlos juntos.

 

Marcelo Peretta
Armando Traferri y Rubén Pirola en el centro, referentes del bloque peronista del Senado santafesino. A su derecha, Osvaldo Sosa y Alcides Calvo.

También te puede interesar