MARIDAJES FORZOSOS. NOTA I

Stanley - Rubinstein: tensa calma después de la tormenta

¿Existe un doble comando al frente del flamante mega ministerio de Salud y Desarrollo Social? El equilibrio inestable de una convivencia forjada al calor de la crisis. "Si vas a irte, hacélo ahora".

“Si te vas a ir, hacélo ahora y no dentro de un par de semanas”, le dijo el jefe de Gabinete, Marcos Peña, al sanitarista Adolfo Rubinstein. La advertencia data de los primeros días de septiembre, cuando el presidente Mauricio Macri armaba y desarmaba esquemas para “compactar” su elenco ministerial, que pasó de tener 21 sillones a la mitad. Fue un proceso de degradaciones y achicamientos que golpearon duramente en áreas sociales y sanitarias, como Trabajo, Desarrollo Social y Salud, que perdió el rango de ministerio a fines de agosto, en medio de una de las crisis más agudas de la administración Cambiemos. La última derivó en un presunto achicamiento de áreas que, hasta ahora, no implicó ninguna reducción presupuestaria, pero generó un drástica redistribución de poder

 

El radical Rubinstein, mano derecha del mendocino y ex titular de la UCR Ernesto Sanz, todavía no cumplió sus primeras cuatro semanas como “secretario de Gobierno de Salud de la Nación”, cargo que lo dejó debajo de su nueva superior jerárquica inmediata, la ministra de Salud y Desarrollo Social, Carolina Stanley. Cuando los dos eran ministros de sus respectivas carteras polemizaron sin estridencias sobre la legalización del aborto, un tema que los enfrentó adentro y afuera del gabinete, pero no en los medios.

 

 

Aún así, ni las formas para preservar la polémica, ni los códigos para respetar los límites políticos de la alianza oficialista, impidieron que Rubinstein fuera el último ministro de Salud del gobierno argentino desde el 3 de septiembre. Ahora sigue en el Ejecutivo, pero con un cargo menor, a cambio de preservar su estructura de funcionarios, sin más degradaciones que la suya y con el mismo presupuesto.

 

La última postal de esa zozobra tuvo lugar en el Hospital Posadas tras el despido de 40 profesionales, que desembocó en la renuncia del médico Cristian Kreutzer, quien estaba al frente del equipo de cirugía cardiovascular infantil y dejó el cargo luego de las cesantías. Tras la degradación ministerial, fue el primer frente público que tuvo que afrontar Rubinstein para justificar los despidos en medio de un creciente descrédito público por las consecuencias sociales del ajuste aplicado en ese hospital de referencia para el oeste bonaerense.

 

 

 

Los voceros de de Stanley y de Rubinstein aseguran que los funcionarios llevan adelante un buen trabajo conjunto para llevar las riendas de un mega ministerio que ahora tiene bajo su órbita a todas las políticas sociales de alcance federal y a la estructura sanitaria nacional.

 

Por encima de la aparente dupla, la conducción está en manos de Stanley, que se comprometió a mantener “todas” las políticas de salud previas a su nuevo cargo, aún aquellas que desataron polémicas internas, como los programas de salud sexual reproductiva o el seguimiento estadístico que Rubinstein repitió hasta el cansancio para demostrar la cantidad de mujeres que pasaron por el sistema sanitario a causa de un intento de aborto. Son los primeros saldos políticos de un doble comando que todavía cosecha el escepticismo de sus técnicos, atravesados por el temor de muchos de ellos ante la posibilidad de perder sus puestos o afrontar tareas críticas en medio de una creciente degradación presupuestaria con consecuencias humanas inmediatas.

 

 

 

Hace un mes, cuando todavía era ministro de Salud, Rubinstein siguió con atención la evolución de los rumores sobre la posible jibarización de su cartera. Los datos salían a borbotones en boca de algunos funcionarios de segunda línea de la cartera sanitaria, que, junto a la confirmación de la degradación, le llevaban su renuncia “para evitar terminar en cana por abandono de persona”.

 

En medio de esos amagues, partió Sergio Maulen, hasta entonces director de Sida, Enfermedades de Transmisión Sexual, Hepatitis, Tuberculosis y Lepra, que pegó el portazo ante la confirmada reducción presupuestaria de su área. La salida de Maulen confirmó la ola de versiones sobre renuncias en masa dentro de Salud, una de las áreas más sensibles del Ejecutivo, con una jerarquización de cargos que está más vinculada a cuestiones técnicas de política sanitaria que a correlaciones políticas.

 

 

 

Dentro del Gobierno, cuentan que cuando Rubinstein vio la oficialización del nuevo “mini mabinete”, el lunes 3 de septiembre, tomó su celular y le envió un mensaje de Whatsapp a Peña. “Venite ya mismo”, le contestó el ministro coordinador en medio de jornadas donde todos ponían en duda su poder al lado de Presidente. Posiblemente, una de las confirmaciones sobre su permanencia en ese círculo de confianza la hizo ante Rubinstein, cuando le reclamó que definiera qué quería hacer en ese mismo instante. “No tiene sentido que te quedes por un tiempo más", como le había sugerido el ministro para dejar el cargo. "Si te vas a ir, hacélo ahora y no dentro de un par de semanas. Y si te quedás, seguís al frente del área como siempre”, le exigió un desgastado Peña, empeñado en cumplir con la máxima presidencial impartida en Olivos durante los días mas duros de la última crisis, un “acá no se va nadie” que implicaba subordinación para los degradados y valor para los ascendidos o mantenidos en sus cargos, que desde entonces absorberían dos o tres funciones nuevas.

 

 

 

HECHO EL AJUSTE, HECHA LA TRAMPA. Para evitar estampidas de funcionarios degradados, como la que estuvo por estallar en Salud, en la Jefatura de Gabinete diseñaron una salida burocrática contenedora: la creación del cargo de “Secretario de Gobierno”, un ardid administrativo para que los ministros degradados no fueran nombrados secretarios de Estado y tuvieran la posibilidad de seguir designando cargos como si fueran ministros. “Un secretario de Gobierno puede nombrar secretarios de Estado y, con eso, evitamos degradaciones masivas y no le tocamos el sueldo a nadie”, se ufanó uno de los funcionarios de Peña que participó en el armado del nuevo organigrama “de compactación”.

 

 

 

Con ese salvoconducto, Rubinstein aceptó quedarse bajo las órdenes de Stanley, que en algunos temas de política sanitaria está en las antípodas del médico radical. “La relación entre ambos es excelente; ya trabajaban antes coordinados con otras cosas de las dos carteras. Y ahora, como secretario de Gobierno, Adolfo sigue al frente de toda la cartera de Salud, los programas siguen igual, con el mismo financiamiento. Debajo de la secretaría de Gobierno de Salud siguen todos los directores en sus cargos e igualmente los secretarios de Estado”, aseguró un colaborador de Rubinstein a Letra P sobre la convivencia que mantiene con Stanley en un nuevo esquema que todavía no cumplió su primer mes de funcionamiento.

 

 

 

“Los que decidieron irse en medio de los cambios se anticiparon inútilmente, porque la decisión es mantener todo como está”, detalló a este medio un funcionario que acompaña a Stanley desde sus primeros pasos como funcionaria del Ministerio de Desarrollo Social porteño que condujo la actual gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, durante el primer mandato de Macri como alcalde capitalino.

 

 

 

Cerca de la ministra preferida de Macri admiten que le “aseguró a Rubinstein que, si se quedaba, mantendría el mismo funcionamiento del ministerio y que iba a evitar la reducción de programas y presupuestos. Ella le tiene mucho respeto profesional, aunque no coincidan en algunos aspectos sobre los que ya polemizaron públicamente, como el tema del aborto”, detalló un destacado escudero de la flamante jefa de la cartera de Salud y Desarrollo Social para reflejar los contornos de un equilibrio inestable, donde ella tiene la acción de oro.

 

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