Apurado por la profundización y extensión de la recesión que se avecina, Mauricio Macri relanzó su gabinete con una drástica reducción de su plantilla, a la mitad, y sin ningún integrante nuevo. La foto, una lista corta de once carteras y un largo despeñadero de degradaciones de rango, es el resultado del virtual fracaso de las negociaciones de último momento que mantuvo el Presidente con miembros de Cambiemos para refrescar con caras nuevas su equipo. Pero los convocados se negaron a asumir funciones, luego de reclamar una condición que el jefe de Estado se negó a aceptar: no depender del jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Con ese saldo a cuestas, los principales perdedores de la nueva conformación del Poder Ejecutivo no son los ministros que pasaron a ser secretarios de Estado, sino el propio Presidente. A pesar de los sondeos, que se filtraron a los medios a propósito, Macri no pudo recuperar a Carlos Melconián ni a Alfonso Prat Gay por preservar a Peña. En la crisis más aguda desde que llegó al cargo, el jefe de ministros tuvo que desprenderse, al menos formalmente, de Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, los dos vicejefes de Gabinete, cuyos cargos fueron licuados en una sola vicejefatura que desde ahora estará en manos del nuevo encargado de cuidar a Peña: Andrés Ibarra, hasta el domingo ministro de Modernización y desde ahora viceministro coordinador, con las funciones de gerente de Recursos Humanos que administra desde que llegó al cargo en diciembre de 2015, luego de ejercerlo en la Ciudad durante ocho años.
Dentro de la debilidad acelerada de Macri, la promoción de Ibarra implica el movimiento de una figura originaria del PRO, que acompaña al Presidente como uno de sus hombres de confianza desde Sociedad Macri (SOCMA), como directivo, y como gerente general de Boca Juniors. Tiempos previos a la llegada del entonces joven Peña al primer grupo que constituyó las ambiciones políticas de Macri. El desembarco de Ibarra detrás de las espaldas de Peña no sólo implica un encerramiento dentro de la Jefatura de Gabinete, con un virtual "soldado" interventor de Macri, sino el cierre de cualquier ascenso del radicalismo a la primera línea de decisiones de la administración de Cambiemos.
El alejamiento de la UCR dentro del Gobierno también cuenta con otra pieza determinante: la degradación del Ministerio de Salud a Secretaría, que por ahora seguirá en manos del sanitarista radical Adolfo Rubinstein, mano derecha en la materia del abogado y ex titular de la UCR, Ernesto Sanz.
Ante las consultas de Letra P, un funcionario del Gobierno confirmó que la negociación que naufragó con la UCR para que Sanz asumiera un cargo como ministro de Defensa, o de Interior, también determinó la estrella menguante de Rubinstein, que ahora dependerá de la ministra de Desarrollo Social y Salud, Carolina Stanley, otra de las figuras del macrismo originario que tendrá más poder y, posiblemente, un margen mayor de acción ante la partida de Quintana, su controller más implacable.
La fusión de Salud con Desarrollo Social implica el ascenso de la militante antiabortista más importante dentro del Ejecutivo, por encima del sanitarista que aportó una posición clave para motorizar la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).
EL FIN DE LOS CONTROLLERS. “Ahora Ibarra no será un controller; el gran cambio es que los ministros ahora dependen directamente de lo que hablen con Peña y con Macri, sin intermediaciones", confió un funcionario que pasó el fin de semana atajando las versiones nuevos nombres en carteras como Hacienda o Interior.
Otro ministro que sumó un poco más de poder es Nicolás Dujovne. Sigue al frente de Hacienda, pero no alcanzó a incorporar a todos los ministerios del equipo económico que originalmente analizaron Peña y Macri. Desde ahora tendrá bajo su órbita a Javier Iguacel, ex ministro de Energía, una cartera que vuelve al rango de secretaría, como lo fue durante el menemismo y el kirchnerismo. Dujovne no pudo quedarse con la nueva Secretaría de Agroindustria, que seguirá en manos de Luis Miguel Etchevehere, el ex titular de la Sociedad Rural Argentina que se negó abiertamente a la reducción de retenciones desde que surgió la primera opción después de la crisis cambiaria de principios de mayo.
En el primer escarceo al respecto, Etchevehere amenazó con renunciar. Su degradación a secretario también podría desembocar en su partida, aunque en el Gobierno admiten que el Presidente les pidió a todos los funcionarios degradados que se mantuvieran en sus nuevos cargos, como parte del "acompañamiento de este esfuerzo".
Para los pronósticos oficiales, los que tuvieron que soportar el mal trago del segundo plano “se quedarán en sus cargos”, pero ninguna de las fuentes consultadas se animó a asegurar que esas permanencias se extenderán por mucho tiempo. Parte de esa contención dependerá de sus ex compañeros de gabinete, que ahora pasaron a ser sus superiores inmediatos.
MESA ANTICRISIS. Es el caso de Etchevehere, que deberá compartir un segundo plano junto a Jorge Triaca, otro miembro del club de ex ministros degradados a secretario. Al igual que Salud, el Ministerio de Trabajo será ahora una secretaría, una des-jerarquización que también podría acelerar la salida de Triaca, en un esquema donde la autoridad laboral afrontará un semestre de alta conflictividad sindical.
Las nuevas secretarías de Agroindustria y Trabajo responderán de ahora en adelante a un fortalecido ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, que está en el cargo desde el 16 de junio, hace escasos dos meses y medio. El mismo tiempo que duró el cortísimo paso de Iguacel como ministro de Energía, desde que salió de la Dirección Nacional de Vialidad (DNV) para reemplazar al desplazado Juan José Aranguren.
Para Sica anticipan una ardua tarea de contención para un semestre de crisis y recesión, donde deberá lidiar con un negociador laboral degradado a secretario y un área de interlocución con la industria y el campo que posiblemente deban afrontar más reclamos sectoriales por la caída de la actividad y la dificultad de sostener los puestos de trabajo. ¿Serán Sica, Triaca y Etchevehere los miembros de una mesa de crisis para las consecuencias empresariales y laborales de la recesión que recién comienza?, preguntó Letra P en los pasillos calientes de la Casa Rosada. Cerca de Peña aseguran que ésa será su función para estos meses, con una interlocución reforzada con Stanley, pero parte de esa estrella dependerá de la capacidad de Sica para conducir a dos “figuritas difíciles”, como los (¿ex?) ministros de Trabajo y Agroindustria.
EFECTOS COLATERALES. La negativa del ex ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat Gay para transformarse en el nuevo canciller provocó un desgaste “inesperado” en el ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Faurie, según confiaron a Letra P dentro del Palacio San Martín. El embajador de carrera y especialista en ceremonial seguirá reportando al secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo. Para defenderse advirtió al Presidente de los costos políticos podría implicarle al país un cambio repentino en la organización de la cumbre del G-20.
Dentro del radicalismo, el único ministro boiniblanco que sobrevivió en el nuevo staff es el titular de Defensa, Oscar Aguad, cuya influencia ante las Fuerzas Armadas sufrió otro revés cuando se filtró que Sanz estuvo a un paso de reemplazarlo, pero tampoco quiso.
Otro cambio que no se concretó, pero que también despertó inquietud en el mundo militar, fue la posible fusión de la cartera castrense con el Ministerio de Seguridad, conducido por Patricia Bullrich. Ambos movimientos fallidos dejaron al ministro cordobés en medio de otra etapa de desgaste, con consecuencias mucho menores a la desaparición del submarino ARA San Juan. La muerte de los 44 tripulantes de la nave marcaron la llegada del ex titular de la cartera de Comunicaciones al Edificio Libertador.
PATIO TRASERO. En medio de la tensión que gira en torno al desarrollo de la crisis cambiaria, algunas pulverizaciones de ministerios pasaron virtualmente inadvertidas, pero confirmaron la caída en desgracia de algunos funcionarios que, desde hace meses, no tenían la mejor consideración presidencial. El rabino Sergio Bergman quedará a tiro de Macri y el secretario General de la Presidencia, Fernando de Andreis, como secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable. Una suerte similar tendrá el nuevo secretario de Turismo, Gustavo Santos, cuya misión estará concentrada en monitorear el impacto de la devaluación del peso en la actividad turística, el único “brote verde” que Macri espera en medio de la crisis.
En el pelotón de ministros ajenos al equipo económico, el otro funcionario fortalecido es el titular de Educación, Alejandro Finocchiaro. Junto a su amigo, el nuevo vicejefe de Gabinete Ibarra, es uno de los pocos ministros “empoderados”. Ahora también será el jefe del ex ministro de Cultura, Pablo Avelluto y del ahora secretario de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, que se mantuvo como ministro del área durante los años de gobierno de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner. Aceptó continuar en el cargo cuando Macri le aseguró que no iba a tocar el presupuesto de ciencia y técnica, como señal de una política de Estado que presuntamente no iba a sufrir cambios. El anuncio de este lunes implica la degradación de esa repartición que tuvo a Barañao como principal exponente. Ninguna fuente oficial pudo confirmar que el área, en su nuevo derrotero como secretaría, zafará del ajuste. Tal negociación podría desembocar en el final de una larga agonía de Barañao como funcionario de Cambiemos, aunque la malla de contención depende de la fidelidad que le puedan dedicar al Presidente, a quien le juraron seguir en los cargos para preservar la salud del nuevo gabinete.
PATO Y GERMÁN, AGUA Y ACEITE. Durante el fin de semana, un intento de fusión fracasó por el empeoramiento de una interna. La lista corta de Macri buscaba la creación de un ministerio de Justicia y Seguridad, pero el titular de la cartera de asuntos judiciales, Germán Garavano, amenazó con pegar el portazo. “Solamente lo desaconsejó en medio del proceso de reforma del Poder Judicial”, acotó una fuente cercana al ministro, que siempre deslizó sus diferencias con la ministra Bullrich, cuyo perfil no tiene en la justicia el mismo predicamento positivo que ha forjado con los mandos de las fuerzas de seguridad federales.
El punto desequilibrante no sólo fue la fusión de Justicia y Seguridad, sino la posibilidad de que Bullrich fuera ascendida por encima de Garavano. El titular se rebeló con más resistencia que Aguad, que también estuvo a un paso de tenerla a la ex funcionaria de la Alianza como jefa de una virtual cartera de “Seguridad y Defensa”, que quedó en el tintero de los planes. Fue esta otra de internas que Macri tuvo que administrar en el proceso de jibarización del equipo de gobierno.