Con una postura corporal tan moderada como su manera de hablar, se acercó a la puerta de uno de los salones del primer piso de la Casa Rosada, donde ya esperaba un puñado de dirigentes de alto rango de la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Confederación General del Trabajo (CGT). No se hizo ver demasiado. Recién cuando ingresaron al lugar, los ceos se dieron cuenta de que a quien no habían reconocido en un primer acercamiento era uno de los hombres del gobierno de Alberto Fernández de los que más habían hablado en términos elogiosos. El ministro de Economía, Martín Guzmán, no ostenta ni en sus gestos físicos, pero encabezó la mesa del gabinete económico semanal a la que el Gobierno decidió sentar a los que mueven los hilos del poder económico y sindical.
Encabezados por el titular de la UIA, Miguel Acevedo, los empresarios habían visitado Balcarce 50 con Mauricio Macri como presidente, pero ellos mismos aseguran que, ya en el primer contacto con el nuevo gobierno, se vieron diferencias claras.
Hábil de reflejos, días antes de la convocatoria el albertismo olió sangre y los llamó. La UIA y la CGT venían plantenado, sotto voce, cuestionamientos y dudas. Los sindicatos, presionados por las bases, querían encauzar la inflación y culpaban a los empresarios por los precios; los ceos estaban algo enojados por el secretismo oficial sobre el plan económico y por lo que observan como diferencias ideológicas entre segundas y terceras líneas de los ministerios técnicos.
Se sentaron Daniel Funes de Rioja, de la Coordinadora de Productores de Alimentos (COPAL); Adrián Kaufmann Brea, de Arcor; el santafesino Guillermo Moretti y Acevedo. Al lado, Héctor Daer, titular de la CGT, con Antonio Caló (UOM), José Luis Lingeri (AYSA), Carlos Acuña (Estacioneros) y El Gitano Armando Cavalieri (Comercio). Enfrentados, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; la vicejefa, Cecilia Todesca; el ministro de Trabajo, Claudio Moroni; el de Producción, Matías Kulfas, y Guzmán.
Los que fueron por el sector corporativo son los que el exministro de la Producción Francisco "Pancho" Cabrera calificó de "llorones". Y son los mismos que, unos meses antes de las PASO presidenciales, comieron con el entonces jefe de Gabinete Marcos Peña en un restó de Puerto Madero, en lo que algunos de los presentes calificaron como "la cena más surreal que vivimos". Allí, el ideólogo del plan Macri vendió que Cambiemos ganaría cómodamente la elección y desoyó el pedido de algunos de los ceos de buscar una alianza con sectores del peronismo, más precisamente, con Sergio Massa. "Con la vieja política no se ganan más elecciones; tenemos que hacer más redes sociales", les dijo. No se olvidarán nunca de esa frase de Peña.
Luego de cuatro años de orfandad política, sobre todos los industriales viven una primavera en la relación con el albertismo, aún una situación de crisis delicada, que todavía no tiene confirmada una salida exitosa. "Miren, les quiero ser muy franco", dijo Guzmán en la mesa del gabinete y completó: "Cuando resolvamos el tema deuda externa, no esperen que haya un repunte automático, hay más cosas en las que trabajar". Fue la declaración que más gustó y la que más adhesiones se llevó; un sinceramiento que rompió el hielo en el vínculo y casi transformó la charla en la de un equipo unificado.
"No estoy exagerando, pero fue una gran reunión", dijo otro de los presentes, que contó un dato relevante: se planteó en esa mesa que no podía ser que se comunicara siempre en el sentido de que, si no hay resolución de la deuda, no puede haber avances del Gobierno en otros frentes. Acordaron empezar a hablar de cosas concretas que se están haciendo. Uno de los ceos, inclusive, les dijo a los funcionarios que la baja de tasas de interés de 80% a 44% era toda una noticia y que no se estaba exponiendo. Lo mismo que las moratorias a industriales.
Naturalmente, el Círculo Rojo es variopinto y alcanza con mirar acciones concretas para ver que el Gobierno eligió a los industriales como la prioridad. El secretario de Industria, Ariel Schale, un viejo conocido de casi todos los fabriles, hizo algo inédito en los últimos tiempos: comió con representantes de la Asociación de Industriales Metalúrgicos ( Adimra), raleados por el macrismo en el marco de la causa de los cuadernos que llevó a una de sus cabezas al banquillo. Y Kulfas visitó la Confederación General Empresaria (CGERA), la entidad de pymes industriales que conduce el fabricante de cierres y botones Marcelo Fernández, ignorada por Cambiemos. Schale llevó al ministerio a los laudatistas, un grupo de pymes fabriles del conurbano alineadas con los ideales del papa Francisco. Y a todo esto hay que sumarle el desembarco del Presidente y buena parte del gabinete al evento de apertura de la planta del laboratorista Hugo Sigman en Garín.
En este escenario, es imposible no ver simpatías mutuas que serán amor si la economía despega. Es una reacción natural al despecho, primero, y un anhelo de un modelo similar, después. Para el Gobierno, los sindicatos y los industriales, los grandes y los pymes, son los garantes del empleo y la producción, el corazón del modelo Fernández. Por ahora, el respaldo es político, como lo fue con Macri en 2016, pero con algún nivel mayor de respeto a y compromiso con los que toman decisiones.