El ministro de Economía, Martín Guzmán, ya no sólo cruza la Plaza de Mayo para ir a hablar con el presidente Alberto Fernández por la deuda, también lo visita los fines de semana. En el último mes, el pupilo de Joseph Stiglitz, aplicado en sus oficios y buen guardián de la evolución de las negociaciones, llevó en varias oportunidades datos a la Quinta de Olivos.
Esta dinámica se sumó a los contactos telefónicos periódicos que mantienen ambos, con un nivel de secretismo que bloquea el acceso a esa intimidad hasta a los funcionarios de la mesa chica. Se replicó un esquema aún más intenso en la última gira por Europa, con largas charlas bilaterales. Guzmán es, por naturaleza, un hombre reservado, de silencios y pocas definiciones, pero en este tema llega a la obsesión. Y el Presidente coincide en que es el abordaje más apropiado en un contexto delicado.
En la práctica, el tema deuda, en sus detalles generales y comunicables, pivotea en dos frentes: una mesa chica de Guzmán con asesores y secretarios y, cuando lo amerita, en el marco de la mesa semanal del gabinete económico que funciona en la Casa Rosada. Guzmán, su secretario de Finanzas, Diego Bastourre; el subsecretario Financiamiento, Ramiro Tosi; el encargado de la Unidad Técnica de Deuda Externa, Lisandro Cleri; Emiliano Libman, al frente de las Relaciones Multilaterales, y Sergio Chodos, el hombre político con silla en el Fondo Monetario (FMI), son los únicos que se sientan en la mesa de la deuda en Economía. Son los que arman la estrategia, llevan gestión la diaria y preparan informes semanales que Guzmán envía a Fernández.
En algunas ocasiones, cuando el asunto se relaciona con la economía real desde algún punto, la cuestión se cuela en la mesa del gabinete: están allí al comando el jefe y la vicejefa de Gabinete, Santiago Cafiero y Cecilia Todesca; la titular de AFIP, Mercedes Marcó del Pont; el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y, ocasionalmente, el titular de Trabajo, Claudio Moroni, además del propio Guzmán.
Georgieva y Guzmán. El Gobierno asegura que la relación con el Fondo cambió.
De hecho, el jefe del Palacio de Hacienda mencionó el tema este jueves, cuando se sumaron a esa mesa las cúpulas de la UIA y la CGT. Fiel a su estilo, volvió a ser claro: “Que se resuelva el problema de la deuda no garantiza que empiece a crecer la economía”, dijo y pidió colaboración de todos para la segunda instancia.
Hoy, la voz de Guzmán es la de Fernández. El Presidente le aclaró que confía en su manera de negociar y que no tiene que preguntarle todo lo que tiene que hacer. “Alberto no tiene la obsesión de Cristina (Fernández) por los temas ni es (Carlos) Menem, que mientras jugaba al golf llamaba por teléfono y preguntaba cómo andaba la cosa”, ejemplificó un funcionario del Gobierno con años en la política.
Esta ventana al gabinete, en el marco del cono del silencio que mantienen Fernández y Guzmán por la deuda responde, en parte, a una demanda de los ministros de áreas calientes de la economía. A dos meses de asumido el nuevo gobierno, los sectores ya empezaron a desesperarse por medidas concretas extra deuda. La respuesta, para todos, es que hasta el mínimo detalle -subsidios, impuestos, beneficios- está atado a lo que decida el binomio que charla los avatares de la deuda.
Fuentes del Ministerio de Economía dijeron a Letra P que “(que no se hable de medidas concretas) no es un capricho que sólo tenga que ver con que sin arreglar la deuda no habrá crédito y menos crecimiento, sino, más que nada, responde a que de la resolución del tema depende el próximo presupuesto”. Sintéticamente, si el Gobierno no sabe cuánto dilatará los plazos para pagarle al FMI y qué pasará con la deuda privada, tampoco puede disponer de partidas para políticas en áreas claves, como consumo, producción y créditos.
Este esquema de silencio le permite al Gobierno confiar en que la renegociación de la deuda con el Fondo, aún más después de que el organismo declarara impagable el rojo que dejó el macrismo, está avanzada en un 80% y en que los con los bonistas privados el terreno es más pantanoso: hablan de un 50% de posibilidades de acordar.
La relación con el FMI es radicalmente opuesta a la que mantiene el Gobierno con los fondos. En las próximas horas, Guzmán estará en Arabia, para participar de la reunión de banqueros centrales del G-20, donde tendrá bilaterales con países de peso en el organismo. Chodos, que pasó los últimos días en Washington, se sumará a la comitiva.
En Hacienda celebraron como un logro político una columna reciente de la titular del organismo, Kristalina Georgieva, en la que admite que el FMI debe modificar su comportamiento con los países emergentes. En el ministerio aseguran que, luego de los años de Christine Lagarde, el fin de un Fondo “monetarista” coincide con las negociaciones de Guzmán en Washington y Nueva York. Y con una comprensión diferente de los países miembros de lo que debe pasar con la deuda de naciones en vías de desarrollo.
También aclaran que, en el marco de las negociaciones, al FMI no le interesan las expresiones políticas que han tenido Fernández y Cristina Kirchner respecto a una quita. Por el lado del Presidente, también fue claro en que las declaraciones políticas fuertes no son señales de ruptura. El mayor mito: un enojo del Fondo con los dichos de CFK en Cuba. Entre funcionarios de Hacienda aseguran, incluso, que al organismo no sólo no le interesan estas posiciones, sino que tampoco ve ruidos en el rol de CFK.