Delegar es una virtud. En la vida y en la política. Comprender que una construcción, un armado, se sostiene y profundiza de la mano de la confianza y la contención es pilar inherente a la actividad política. Se contiene con gestos, con apertura, con vínculo y, también, con dinero. De ese modo, las crisis se sobrellevan de otra manera, uno no se tumba ante la primera ventisca.
Santa Fe sufre desde hace un rato una crisis, o varias. El gobernador Omar Perotti tiene varios frentes abiertos al mismo tiempo. Padece el pico de una pandemia que tiene a maltraer a Rosario, con una ocupación de camas críticas que ronda el 95 por ciento. Hay un equipo sanitario del Ministerio de Salud nacional instalado en la provincia desde hace cuatro semanas. En modo humor, entre semana y en público, el rafaelino le pidió al ministro Ginés González García que no le quitara a una subsecretaria de la cartera nacional. “No me la quiere devolver”, se rió el funcionario nacional.
Ojalá solo fuera la pandemia, piensan en el peronismo santafesino. A la par de la crisis sanitaria, reluce la inseguridad, la que Perotti prometió resolver con su certero eslogan de campaña “paz y orden”. En concreto, al cierre de esta nota, se contaban 155 homicidios solo en Rosario en lo que va del año. Aun con los errores no forzados que comete, el rafaelino confía en el ministro Marcelo Sain y está convencido de que es la persona indicada para enfrentar el crimen organizado que azota.
Ojalá solo fueran la pandemia y la inseguridad, piensan en el PJ provincial. Pero no. En el Gran Santa, Fe la desocupación supera el 20 por ciento y la pobreza está por encima de la media nacional (42,6 y 41,8 por ciento, respectivamente). A un productivista como Perotti es el dato que más lo inquieta. Como corolario, los incendios en las islas frente al río Paraná generan una catástrofe ambiental y el olor a humo que llega del humedal hace irrespirable a la ciudad más poblada de la provincia.
El escenario es un combo explosivo y los costos los paga el gobernador. Perotti elige como estrategia el vacío, comparte sus jugadas solo con su núcleo chico y toma distancia del resto de la pirámide del peronismo. “Falta un número dos”, le admitió a Letra P un funcionario provincial; un articulador que le allane al rafaelino el juego político, que respete acuerdos con las tribus internas y la oposición.
Entre el ministro de Gobierno, Esteban Borgonovo, y su par de Gestión Pública, Rubén Michlig, se reparten el juego político, pero ninguno tributa directamente en el perottismo. Mueven hacia dentro y hacia afuera, pero, a la hora de los bifes, siempre define Perotti o, cuanto mucho, el senador nacional Roberto Mirabella.
Las desavenencias dañan y contribuyen a que el gobernador nunca termine de conducir al peronismo y no logre un entendimiento fino con el arco opositor. Esa lectura pareció hacer Perotti, que convocó a un encuentro a solas a su antecesor Miguel Lifschitz, como contó en exclusiva Letra P. Una buena prueba de fuego tendrá cuando le mande el presupuesto 2021 a la Legislatura. ¿Cuánto le costará convertirlo en ley? ¿Cuánto deberá ceder? ¿A qué precio? ¿Qué tan difícil se la harán propios y ajenos?
La construcción que llevó a Perotti a la poltrona más pesada de la Casa Gris fue ejemplar. El rafaelino condujo a todas las corrientes del PJ a una victoria contundente. “Unidad en la diversidad”, que le dicen. Ahora, en una actualidad de crisis aguda, es cuando el jefe necesita sostén y replicar ese esquema que lo llevó a la gloria. Contagiar y contener; en definitiva, delegar.