LA GRILLA DEL PERONISMO. NOTA IX

El fenómeno CFK

¿Por qué, 33 meses después de concluir una era de 12 años y a pesar de escándalos judiciales y peronismos renovadores, Cristina no pierde vigencia? Su reconstrucción con viejos rivales hacia 2019.

Casi 33 meses separaban la sesión de aquella despedida a plaza llena. La enumeración de logros, la proclama de "empoderamiento popular", las lágrimas en la multitud. En el recinto del Senado, lejos del retiro, Cristina Fernández de Kirchner, acusaciones de asociación ilícita, encubrimiento del atentado a la AMIA, enriquecimiento ilícito y otros, escándalo de los cuadernos mediante, hablaba ante la mirada casi hipnotizada de buena parte de sus pares. "No me van a hacer arrepentir, no me arrepiento de nada".

 

El kirchnerismo emocional reafirmaba convicciones. Solo en los canales de cable el discurso superaba los 13 puntos de rating. Buena parte de la dirigencia confirmaba que la ex presidenta tomaba impulso y casi pronunciaba un discurso de lanzamiento de campaña. Los encuestadores repasaban números: un oficialismo en baja, dispersión de desilusionados, un núcleo antikirchnerista furioso y compacto, un electorado cristinista fiel, irreductible. Un escenario de ballotage con resultado impredecible.

 

No hubo pérdida de protagonismo ni salida de escena. A más de dos años del fin de su mandato, pese a las denuncias, los escándalos de corrupción y los intentos de jubilación, Cristina no se evaporó. Perdió una elección pero la realidad -la profunda crisis económica, el descontento- empujó al revés de la lógica. Desde la derrota, la ex presidenta recompuso relaciones con viejos adversarios, recibió a kirchneristas exiliados, se sentó a hablar con aquellos con los que llevaba una década sin dirigirse la palabra. No promovió sucesores, el Gobierno la eligió como rival y el peronismo no le encontró reemplazo.

 

Las encuestas de los últimos días muestran que, aún con una fila de imputados -empresarios y ex funcionarios- dispuestos a describir una supuesta ruta de coimas durante su gobierno, la ex presidenta no cae sustancialmente en las encuestas. Los analistas coinciden en que Cristina deja de sumar el voto del elector que, enojado con el kichnerismo, votó a Macri en 2015 y que, a esta altura de la crisis, ya se había olvidado de los bolsos de José López y había revalorizado su gestión, pero que ahora vuelve a huir espantado por los relatos. Sin embargo, el electorado propio nunca se pierde. Y no es escaso. ¿Por qué, 33 meses después, a pesar de causas judiciales y peronismos renovadores, Cristina no pierde vigencia?

 

"Preguntamos en nuestra última encuesta, '¿a usted, el gobierno de Cristina lo benefició, lo perjudicó o no sabe?'", enunció ante Letra P el director del Grupo de Opinión Pública (GOP), Raúl Timerman. La respuesta en el área metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires fue contundente: un 48,2 por ciento se inclinó por la primera opción, mientras que solo un 11,7 inclinó la balanza hacia el negativo. La contracara fue para Mauricio Macri: un 64,2 por ciento de los encuestados dijo que el gobierno de Cambiemos empeoró su vida. La ex presidenta sabe que, pese a todo, ése es su ancho de espadas. 

 

Encuesta Grupo de Opinión Pública -  julio de 2018.

 

 

Cristina puso sobre la mesa la carta de la marcha de la economía durante la campaña 2017. El Gobierno respondió con el discurso anticorrupción y encontró, sobre el final, algunos brotes verdes para pedir un voto de confianza: un pequeño repunte del consumo, un crecimiento tímido en rubros como la construcción, una reducción -aunque insuficiente- de la inflación. La lista oficialista, encabezada por Esteban Bullrich, sacó cerca de 400 mil votos de diferencia. La ex presidenta perdió la elección. Pero entonces llegó diciembre, con una reforma previsional impopular a la que le siguieron una profunda crisis cambiaria, devaluación, ajuste, un pedido de auxilio al siempre temido FMI, una inflación imparable, la caída de la actividad económica, el crecimiento de la desconfianza en el Gobierno.

 

Cristina empezó a marcar el pulso desde su banca del Senado. "El problema no soy yo. El principal problema que tiene este gobierno son ustedes mismos y sus políticas espantosas. Es-pan-to-sas", apuntaló la ex presidenta desde su banca. Para algunos analistas, allí reside todavía el fuerte del kirchnerismo, en medio de la tormenta: en haber sido la fuerza política que mejor caracterizó y anunció -en algunos casos, como el de Axel Kicillof, ya en diciembre de 2015- las consecuencias sociales que tendría el plan económico macrista.

 

 

 

LA POLARIZACIÓN EMOTIVA. El cristinismo aspira a que el recuerdo de un pasado mejor anule la indignación del elector volátil. Un consultor de diálogo permanente con el espacio afirma que la lectura del núcleo duro que rodea a la ex presidenta apunta a que "el fracaso de Cambiemos mejora la memoria kirchnerista, revaloriza lo que se tenía y se perdió". Pero la realidad todavía no acompaña por completo esa hipótesis. "El gobierno de Macri carga con un fracaso económico, pero tuvo un cierto éxito narrativo a la hora de reescribir el pasado", advierte.

 

La Rosada también anota ese factor en su haber. Gestión contra gestión, Cristina venía subiendo en las encuestas mientras el Gobierno se derrumbaba. El cuadernazo frenó el efecto mudanza. "Hay un porcentaje que dejó de verla como alternativa. Ella se compactó en su voto. Eso, por un lado, la hace poderosa. Pero le frena el crecimiento", explica un consultor de diálogo con el Ejecutivo. En el Gobierno creen que cualquier mínimo atisbo de mejora económica le devolverá el caudal perdido. Parte de la idea de que el elector argentino tiende a ser reeleccionista. Por esperanza, entonces, volvería a apostar por Macri y le pondría punto final al kirchnerismo.

 

"Si en las encuestas uno incluye la corrupción entre las opciones sobre cuáles son las preocupaciones que tiene, la gente la elige. Pero cuando las menciones son espontáneas, la corrupción recién ocupa el sexto lugar. Lo que le importa a la gente es la economía", afirma Raúl Timerman.

Pero la economía no muestra signos vitales y las encuestas varían. Un informe reservado que recibió la Rosada de manos de la consultora Poliarquía muestra que Cristina subió siete puntos en el Gran Buenos Aires desde que estalló el escándalo de las supuestas coimas. "El cuadernogate no está modificando la estructura de opiniones y preferencias que viene mostrando la sociedad", leyó el Presidente en el análisis del sondeo.

 

Timerman recuerda que la Revolución Libertadora del 55, que llamó a Juan Domingo Perón "tirano prófugo" y se encargó de difundir versiones sobre supuestos hechos de corrupción de su gobierno e historias sobre presuntos amoríos del General con menores de edad y jóvenes varones, encontró el siguiente eslogan como respuesta en la resistencia: "Puto y ladrón, lo queremos a Perón". "La corrupción no espanta al argentino. Si en las encuestas uno incluye la corrupción entre las opciones sobre cuáles son las preocupaciones que tiene, la gente la elige, porque hay un deber ser que impera. Pero cuando las menciones son espontáneas, la corrupción recién ocupa el sexto lugar. Lo que le importa a la gente es la economía. Pesa mucho más que la moral", dice. Esa resistencia, piensa Timerman, oscila a nivel nacional entre 25 y 30 puntos del electorado.

 

Un número cercano a los 30 puntos arroja la encuesta que hizo Analía del Franco en la provincia de Buenos Aires, después del escándalo de las coimas. En ese sondeo, la ex presidenta encabeza las preferencias de los candidatos a presidente 2019. La sigue Macri, cinco puntos más abajo. Sin embargo, para Del Franco, Cristina perdió cinco puntos por el caso que terminó en un raid de allanamientos a sus propiedades. "Lo variable, lo que corresponde a los arrepentidos de 2015 que votaron a Macri y ahora habían vuelto a ella", dice. El Presidente también bajó. ¿Adónde va el causal de posibles votos que pierden uno y otro? "Por ahora, no lo capitaliza nadie. La gente está enojada con los dos. Hay casi 25 puntos de indecisos", afirma Del Franco. 

 

 

La medición de Analía del Franco Consultores.

 

 

A LA SOMBRA DE CRISTINA. Pero la oposición ofrece pocas alternativas. Ningún consultor político duda hoy de que la ex presidenta será candidata en 2019. La propia Cristina obturó el alumbramiento de cualquier otro candidato de su espacio con su decisión de ser candidata en 2017. El kirchnerismo quedó encerrado en la figura potente de la ex presidenta. Una fortaleza y una debilidad. Haya sido por obstinación propia o por clamor ajeno, personificado en los intendentes bonaerenses que recurrieron a la seguridad cristinista para no arriesgar sus territorios. ¿Lo mismo harán los gobernadores en 2019? A eso apuesta un sector del kirchnerismo, que los alienta a aguantar "espalda con espalda" lo que describe como una embestida macrista "contra todo el peronismo" que no logró coronar, por ahora, a un líder diferente.

 

Pese a que se posicionan e intentan, ni el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, ni el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, lograron convencer todavía al conjunto en estos dos años y medio. Algunos advierten el riesgo: no es bueno que el propio Gobierno te elija como adversario; implica que sabe que te puede ganar. Eso, aunque el kirchnerismo haya hecho lo propio con Macri y los cálculos hayan fallado (o no). 

 

  

ni Urtubey ni Massa lograron convencer todavía al conjunto en estos dos años y medio. Algunos advierten el riesgo: no es bueno que el propio Gobierno te elija como adversario, implica que sabe que te puede ganar.

 

 

Mientras, Cristina se encargó de reconstruir. Recompuso lazos con dirigentes que durante su gobierno rompieron con el kirchnerismo, como Alberto Fernández, Felipe Solá  y Hugo Moyano. Como en los primeros tiempos, diez años después de haber renunciado a la jefatura de Gabinete en pleno conflicto del gobierno kirchnerista con el campo, Fernández volvió a ocupar un lugar en la mesa chica de la ex presidenta. Hace tiempo que quienes frecuentan el Instituto Patria ya no se asombran al verlo reunido con Cristina. La postal es cotidiana. Con Solá se reunió en privado, el mismo día que estalló el escándalo. El ex gobernador dice que le pidió que hiciera "el esfuerzo de olvidar el sectarismo". Durante su discurso en el Senado, la ex presidenta dijo que se arrepentía de no haber sido "lo suficientemente inteligente o amplia" como para persuadir a otros de que su gobierno "había mejorado la situación de muchísimos argentinos y la posición del país".

 

Tras siete años de enfrentamiento, Moyano también volvió a sonreír en la foto junto a la ex presidenta. Los cuadernos de Centeno no hicieron mella en la reconciliación. "Ella tenía razón", sintetizó el camionero luego de reunirse con Cristina en la sede de SMATA en Cañuelas. El encuentro fue propiciado por el secretario general de ese gremio, Ricardo Pignanelli. Ahora hasta el triunvirato de la CGT, encabezado por los nada kirchneristas Héctor Daer, Carlos Acuña y Juan Carlos Schmid pide una reunión de "todas las variables del peronismo" para enfrentar el ajuste de Macri.

 

 

El histórico reencuentro de Cristina y Moyano, en SMATA.

 

 

TERRITORIO K. Por último, la pata territorial. El puntano Alberto Rodríguez Saá fue el primer converso al kirchnerismo del período macrista. Un aliado sorpresivo, tras 12 años de pelea, repentino organizador de cumbres cristinistas. El pampeano Carlos Verna, uno de los más rebeldes frente a la Rosada, fue destinatario de los elogios del jefe del bloque del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, que se reunió con el vicegobernador Mariano Fernández en La Pampa. Cerca de la ex presidenta aseguran que los vínculos con Verna "están aceitados" y los recompusieron en diálogo directo la propia Cristina y el gobernador.

 

En el Senado, al ritmo de la crisis del Gobierno, Cristina plantó una bomba en el corazón del bloque peronista, que conduce Miguel Ángel Pichetto. Primero se quedó con una senadora, Silvina García Larraburu. Después, arrastró a otros a respaldarla frente al pedido de allanamiento de Claudio Bonadio. Solo ocho de los 24 miembros del interbloque dieron quórum en la primera sesión en la que se intentó tratar el tema. En el segundo intento, varios votaron los pedidos que hizo Cristina sobre las condiciones en las que debía llevarse adelante la medida. A la vista quedó la avanzada de la célula más cristinista del bloque, encabezada por el formoseño José Mayans y el tucumano José Alperovich. En el peronismo también incluyen a la catamarqueña Inés Blas, alfil en la Cámara de Lucía Corpacci, una de las gobernadoras que pone la cara en el PJ y más propicia la unidad para 2019.

 

Los gobernadores juegan su juego. Salvo Córdoba, donde Cristina tiene por lejos la peor imagen, en todas las provincias la ex presidenta sigue siendo una figura potente. Los mandatarios saben que necesitarán de la pata kirchnerista si quieren evitar el desastre. Hasta el de Salta, Urtubey, tiene negociaciones abiertas con Sergio "El Oso" Leavy, el diputado nacional del Frente para la Victoria (FpV) que obtuvo casi 24 puntos en las últimas elecciones, apenas uno menos que el espacio del gobernador. El salteño sabe que, sin unidad provincial, la provincia caerá en manos de Cambiemos. En el kirchnerismo cuentan otros ejemplos similares: Chaco, Tucumán, San Juan, Tierra del Fuego, todos los gobernadores necesitan -o, al menos, no pueden prescindir- de la pata kirchnerista para mantener su poder. Cuestión de supervivencia.

 

En ese contexto, la grieta con el peronismo federal, confían cerca de la ex presidenta, se irá desdibujando, pese a que la propia Cristina se haya encargado de disparar contra el "fuego amigo", en general, y contra Pichetto, en particular, en la sesión en la que se calzó el traje de candidata. Los intendentes bonaerenses, por ahora también atados a la suerte nacional -y en tanto no prospere la idea de desdoblar la elección de la provincia que promueve, entre otros, Massa-, también empujan. La ex presidenta tiene a Martín Insaurralde (Lomas de Zamora) y Gustavo Menéndez (Merlo) entre los dirigentes a los que ve con mayor frecuencia. La relación con el peronismo bonaerense es, sin dudas, su fortaleza mayor.

 

 

 

Sin embargo, en el resto de las provincias, el desdoblamiento marcará un dilema. ¿Los gobernadores jugarán solo a asegurarse el territorio o buscarán que el peronismo vuelva a la Casa Rosada? ¿La ex presidenta garantiza esa posibilidad? ¿Será mejor apostar a la derrota final de Cristina para abrir paso a una renovación definitiva?

 

"Con Cristina no alcanza pero sin ella no se puede", repiten operadores del kirchnerismo, que juran que no están dispuestos a convertirse en una oposición testimonial y que buscarán armar la opción electoral "más amplia posible", que pueda ganarle a Macri. "La gente nos va a pasar factura si no somos capaces de articular una oposición seria", dicen cerca de la ex presidenta.  

 

En la mesa chica cristinista saben que cuentan con una militancia capaz de peregrinar horas bajo la lluvia para acompañar a Cristina a Comodoro Py, pero que ahora la ex presidenta debe salir -otra vez- a la caza del votante perdido, del elector que evalúa que vivía mejor en tiempos kirchneristas pero se aleja con el relato de cuadernos, bolsos de dinero y coimas. Eso implicará meterse de lleno en la batalla de agendas. Darle pelea al barro de las denuncias de corrupción con la economía.

 

Como en 2017, en el FPV aseguran que "solo Cristina" sabe si será candidata y estirará hasta último momento la definición sobre su candidatura, pero su comparación con el caso de Luis Inácio "Lula" da Silva en pleno Senado parece haber marcado la señal de largada.

 

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