En la mesa del tigrense están en tensión las dos posiciones. Un sector piensa que el Frente Renovador debe construir una alternativa junto al peronismo federal, en lo que sería una ampliación de la avenida del medio, que en 2017 resultó ser más angosta de lo previsto. Quienes sostienen esa idea creen que la crisis que vive el Gobierno ensancha cada vez más ese camino, la opción de los que nunca votarían una alternativa kirchnerista y de los desencantados del macrismo, que suben en las encuestas. Otra línea interna propone avanzar en la construcción de un frente opositor que incluya al kirchnerismo y su enorme caudal de votos.
Por momentos, Massa se anima a decir que a Cristina Fernández de Kirchner hay que ganarle “por adentro”, compitiendo en el mismo frente, para dar de una vez por todas por cerrada la etapa kirchnerista. Un espíritu similar al que lo embargó en 2013, cuando rompió con la ex presidenta, armó su propio electoral y le propinó una derrota que marcó el principio del fin del ciclo.
Entre las proyecciones de Massa, la interna con Urtubey es la más viable.
Pero al igual que Juan Manuel Urtubey, el líder del Frente Renovador piensa que, en caso de que esa posibilidad se concrete y de que algún representante del peronismo no kirchnerista gane las elecciones primarias, podría encontrarse ante la incómoda situación de tener que llevar una lista de diputados nacionales que incluya a representantes cristinistas. Algo imposible de explicar al electorado.
En el abanico de cartas que baraja en sus oficinas de Avenida del Libertador y Montevideo, donde armó su búnker de trabajo y reuniones, Massa apuesta por otra opción. Está convencido de que la ex presidenta no resignará su centralidad en la política y será candidata en 2019, pero por afuera del PJ, con su sello Unidad Ciudadana. Para el tigrense, hace años que Cristina dio muestras de que divide a la política en términos de izquierda y derecha, como sucede en otros países del mundo, sin tomar en cuenta la singularidad argentina que incluye al peronismo.
La relación con el kirchnerismo pasa ahora por lo legislativo y está delegada en Camaño, que logró generar con Rossi vínculos mucho más estrechos de los que tuvo con el bloque del Frente para la Victoria en los primeros dos años de mandato de Mauricio Macri. En ese período, sin embargo, el cristinismo le concedió su indulgencia a Massa, que conversó varias veces con el propio Máximo Kirchner. Cerca del tigrense creen que en el kirchnerismo genera “respeto” que el líder del Frente Renovador se hubiera animado a enfrentar a Cristina cuando el resto del peronismo, que ahora es crítico, todavía estaba cerca de las mieles del poder. Pero dan por descartado un acuerdo.
En ese contexto, como Urtubey, Massa imagina una primaria entre el peronismo federal y el Frente Renovador. El salteño cree que el líder del Frente Renovador, con quien compartió una comida la semana pasada, será su contrincante. Pero en la mesa chica de Massa evitan ponerle el sayo de candidato y sacan a jugar una de sus cartas más valiosas, la del ex ministro de Economía Roberto Lavagna, que lo acompaña desde 2013. “El candidato también puede ser Roberto”, siembran misterio en el entorno de Massa. En la lista también se anota otro dirigente, en tensión con el massismo pero todavía diputado del Frente Renovador que dijo que tiene intenciones de ser candidato, Felipe Solá. “Si tiene votos, que compita”, dicen.
Massa busca tender puentes con Lifschitz, ante un socialismo sin referencia nacional.
Otros de sus socios del peronismo federal remarcan que, si bien el nivel de conocimiento le juega a favor, Massa salió tercero en las dos últimas elecciones, 2015 y 2017, por lo que lo descartan de la competencia presidencial para ubicarlo como potencial candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, donde creen que tiene grandes chances. Para el massismo, esa posibilidad no eixste. El líder del Frente Renovador cree que, así como está, el distrito es inviable, y sueña con una división, al igual que otro dirigente bonaerense con el que mantiene una estrecha relación desde hace años, el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. En territorio de María Eugenia Vidal, Massa trabaja ahora con varios intendentes en un proyecto de desdoblamiento de las elecciones municipales para 2019, que podría liberar el camino de los desencuentros entre los que pujan por la unidad y aquellos que quieren deshacerse del kirchnerismo.
PUERTAS ABIERTAS. Como Urtubey, el tigrense también piensa que el peronismo debe presentar una propuesta electoral más amplia. Aunque su aventura con Margarita Stolbizer en 2017 no obtuvo el resultado esperado, apuesta a mantener ese vínculo y sumar, por esa vía, al sector progresista que representan el gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz, con quien mantiene una buena relación personal.
Como sea, Massa cree que este año no habrá margen para ningún lanzamiento. Ante su mesa chica analiza con preocupación el contexto social y vislumbra que se agravará hacia fin de año, con una inflación en alza, cercana al 30%, y un tipo de cambio que su equipo económico ubica entre los 28 y 29 pesos. “El clima del segundo semestre va a hacer imposible hablar de cualquier otra que no sea lo que le pasa a la gente”, repiten en el Frente Renovador. Así, el anuncio de la posible candidatura pasará para marzo de 2019, más cerca de las elecciones.
Mientras tanto, Massa avanza en la estrategia aliancista. Se reúne con Pichetto todos los fines de semana, alternando entre Tigre y la casa del senador, en Vicente López, y aumentó la frecuencia de sus encuentros con Florencio Randazzo, con quien retomó el vínculo a mediados de marzo, tras seis años de distancia. Menos de un mes después de esa reunión entre los ex funcionarios cristinistas, los dirigentes del peronismo federal, el randazzismo y el massismo coincidían en Gualeguaychú.
Con el ex ministro del Interior, Massa comparte la caracterización que hacen del gobierno de Macri. Los dos mantienen reuniones semanales, que en general tienen lugar en el Palacio Raggio, donde Randazzo tiene sus oficinas. De los encuentros participan dirigentes de confianza de los dos referentes. El diputado Raúl Pérez, el ex diputado provincial Juan José Amondarain y el ex senador provincial Sebastián Galmarini, suelen acompañar a Massa. En tanto, el diputado Eduardo “Bali” Bucca, Florencia Casamiquela y Marcelo Feliu, son asiduos concurrentes randazzistas. En efecto, fue el ex intendente de Bolívar, Bucca, uno de los que más propició el acercamiento entre Massa y Randazzo, así como también la articulación con el peronismo federal, que lidera en Diputados el salteño Pablo Kosiner, hombre de Urtubey, y en el Senado, Pichetto.
El senador por Río Negro es, junto a Camaño, Lavagna, Diego Bossio y algunos intendentes bonaerenses, una de las personas que más habla con Massa. La relación con Pichetto no es tan reciente como parece. En el massismo recuerdan que el líder del Frente Renovador apoyó a Pichetto en 2007 como candidato a gobernador de Río Negro, en contra de la orden que había dado Néstor Kirchner. Pichetto mantiene un vínculo de larga data con Marcela Durrieu, madre de Malena Galmarini y suegra de Massa. En 2016, apenas comenzado el gobierno de Macri, Durrieu intercedió ante Pichetto para que apoyara los proyectos de paridad de género que impulsaba Malena.
Es hoy la concejal de Tigre, Galmarini, quien se muestra más activa. Mientras su esposa recorre tanto territorio bonaerense como distintas provincias del país, y lo muestra en las redes sociales, Massa visita localidades del interior en silencio. Aprovecha para hablar con empresarios y pymes y dedica tiempo al estudio. El tigrense sabe que en su equipo económico reside gran parte de su fortaleza y profundiza en la materia.
En su entorno aseguran que, fuera del ritmo frenético que demanda la política cuando hay responsabilidades institucionales que cumplir, Massa está “relajado” y mira el juego desde afuera. Aprovecha el tiempo para hacer deporte, anda en bicicleta, acompaña a su hijo en los partidos de las inferiores de Tigre y dedica tiempo a la lectura. En abril viajó a Chicago para dar una charla sobre competitividad y en los próximos días volará a Silicon Valley.
“Hoy el único actor central es el Gobierno, hay que dejarlo así”, repite Massa ante sus dirigentes de confianza para explicar por qué se mueve en las márgenes de la política. El líder del Frente Renovador, que fue durante los primeros dos años de gestión de Macri garante de gobernabilidad –y que mantuvo una relación directa con Macri hasta que el Presidente lo llamó “ventajita”-, ahora mira de cerca las chances de que un armado opositor venza a Cambiemos en 2019.
En ese contexto, y en plena crisis de popularidad del Gobierno, dos de los principales emisarios del macrismo, Horacio Rodríguez Larreta y Vidal, intentaron volver a tender puentes con Massa, pocos días después de que la alianza entre el peronismo federal y el Frente Renovador, con apoyo del kirchnerismo le propinara al Presidente uno de los golpes más duros, con la sanción de la ley anti tarifazo.
Como Pichetto, Massa cree que el intento oficialista por reconstruir la relación llegó “tarde y mal”, a pocos meses de que el Congreso le presente a la Rosada una nueva batalla, esta vez por el Presupuesto 2019. Sin urgencias, con la lección de la dura derrota de 2017 en el haber, el líder del Frente Renovador juega con la ventaja de una campaña presidencial ya caminada, estudia y espera.