DE TIGRE A LIBERTADOR. Massa y Monzó se conocen desde el lejano inicio partidario en la Ucedé, crecieron en el peronismo, tienen ideas similares sobre el presente y llevan la marca de ser parte de la misma generación política. Ya en 2010, dicen los memoriosos, Néstor Kirchner consideraba que en ese continente podía nacer una alternativa de recambio en el Frente para la Victoria que no fue. Monzó y Massa quedaron en veredas separadas en 2015, pese a que el entonces armador del macrismo buscaba una fórmula que uniera, de algún modo, al hijo de Franco con el ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner.
“O abrimos Cambiemos o armamos algo nuevo”, explican los aliados de Monzó, que son pocos pero influyentes.
Se conocen virtudes y mañas, se tienen confianza y, a un lado y al otro, ahora todos son elogios. Cuando coincidieron en Diputados, Sergio tenía su despacho pegado al de Emilio. Hoy suelen verse los días hábiles en la zona de Retiro, cerca de las oficinas del Frente Renovador de la Avenida Libertador, y coincidir algún fin de semana en el Pacheco Golf Club de Tigre.
Según dijeron a Letra P fuentes del massismo, la apuesta del candidato es ampliar su mapa de relaciones de cara a 2019. El peronismo del medio no sería su estación terminal, sino un espacio de toda la oposición que incluya al kirchnerismo pero lo trascienda. De los cuatro que se sacaron la foto, Massa es el más cercano a un entendimiento con todos. Juan Manuel Urtubey, otro amigo íntimo de Monzó, es el más lejano.
Acuerdismo sonriente. Monzó, con los K Rossi y Espinoza en la tensa sesión por el Presupuesto.
EL AUTO DE MONZÓ. La jugada de Monzó es otra, pero pueden confluir. Arrinconado en el ala política del PRO junto al ministro Rogelio Frigerio, el diputado quiere nutrir un sector crítico dentro de Cambiemos y después ver hacia dónde se dirige. “Este espacio es un vehículo. Lo podés estacionar con freno de mano o agarrar para la tranquera. La idea es quedarse adentro, por ahora”, dicen cerca del todavía presidente de la Cámara de Diputados.
Derrotado en la interna del macrismo, Monzó ya anticipó que considera agotado su ciclo de bombero en Diputados.
Con un dólar más calmo, la aprobación del Presupuesto, la vidriera del G20 y la esperanza de una inflación que baje a fuerza de recesión y caída del consumo, el macrismo duro ya empieza a adivinar el horizonte electoral, con el entusiasmo intacto. Por eso, al lado de Emilio dicen que no hay que anticiparse.
En un escenario de calma y recuperación -que no está garantizado-, el auto de Monzó puede servirle a la alianza y arrimar incluso algún peronista del medio como Urtubey, otro de sus habituales interlocutores. No sucedió hasta hoy porque el núcleo duro de la Casa Rosada decretó la muerte del peronismo disecado que el ex ministro de Gobierno porteño quería sumar.
El político derrotado en la interna del macrismo ya anticipó que no piensa ser candidato en 2019 y considera agotado su ciclo de bombero en Diputados. Afirma hace tiempo, en privado, que ya hizo el duelo y se dio cuenta de que sólo puede estar unido a Marcos Peña y Jaime Durán Barba por el espanto. “O abrimos Cambiemos o armamos algo nuevo”, explican sus aliados, que son pocos pero influyentes. La mayoría le da la razón en privado, pero cierra filas en público. En la provincia de Buenos Aires y también a nivel nacional, los legisladores que renuevan en 2021 apoyan porque entienden que, sin política, ganar elecciones se torna cuesta arriba.
Reconocido y respetado por todos los sectores de la oposición y el empresariado, Monzó tiene un proyecto ambicioso para ser protagonista en serio del futuro político. Probado en el rol de armador, están a su lado los que lo impulsan -sin fecha- como candidato. Las encuestas de consultoras amigas lo dan todavía con un bajo nivel de conocimiento -de entre 25 y 30 puntos- y el presidente de la Cámara de Diputados dice que no quiere encabezar nada. Pero sus colaboradores creen que hay material para instalarlo. También Massa sugiere que sería un buen candidato a gobernador en la provincia de Buenos Aires.
El comodín. Flexible, Lousteau está en los planes de todos.
NUEVA ALIANZA. Dentro del arco de la alianza gobernante, el que mejor sintoniza con su pensamiento es otro tapado, que no habla pero no descansa: Martín Lousteau.
Zigzagueante en sus movimientos, de diálogo con Macri, el economista que asustó mal a Horacio Rodríguez Larreta en 2015 tiene pretensiones elevadas. Lo venden como candidato de alta popularidad Enrique “Coti” Nosiglia y Chrystian Colombo; lo combaten Elisa Carrió y Ernesto Sanz, como quedó demostrado con las declaraciones del gobernador Gerardo Morales.
Monzó y Lousteau hablan todos los días y se reúnen a comer los lunes. Se ven en un mismo proyecto.
Los radicales alineados con el Presidente dicen que el de Lousteau es un proyecto municipal y biográfico, no político ni, mucho menos, colectivo. Sin embargo, Martín representa a un sector del radicalismo que no digiere al hijo de Franco, mide bien y se entiende mejor con Emilio: hablan todos los días y suelen reunirse a comer los lunes. se ven en un mismo proyecto hacia adelante, algo que puede madurar a partir de marzo o puede dilatarse en el tiempo, hasta que Macri sea pasado.
Las encuestas que maneja Monzó dan a Lousteau como el candidato con mejor diferencial positivo después de María Eugenia Vidal. Apuntan a rescatar a los náufragos del oficialismo y constituir una nueva alianza, en el caso de que la actual se agote antes de tiempo.
MIGRANTES ADENTRO. En el diseño que imagina, el ex intendente de Carlos Tejedor y ex ministro de Agricultura de Daniel Scioli incluye a Urtubey, a Massa, a Lousteau y a un sector del radicalismo. Incluso Margarita Stolbizer podría sumarse a ese espacio. Pero tiene como componente principal la intención de nutrirse de los migrantes de Cambiemos, disconformes con el núcleo impenetrable de Macri y Peña. Que represente a los votantes de la alianza oficialista, pero que genere menos rechazo y cometa menos errores, en un marco de diálogo con la oposición. Con menos timbreo y más acuerdos.
Larreta tiene una buena relación con Frigerio y Monzó y, además, es íntimo amigo de Massa.
Ese sector podría crecer si sumara a Frigerio, pero, sobre todo, a Rodríguez Larreta, un jugador clave que aparece alineado con el Presidente en público, pero no oculta sus diferencias en privado.
Criado durante el menemismo y con una capacidad de trabajo que Macri envidia y no tiene, el alcalde porteño va por la reelección, pero también se ve arrastrado cuando la crisis desborda. Larreta no sólo tiene una buena relación con Frigerio y Monzó: además, es íntimo amigo de Massa y se entienden de memoria. La suerte y Durán Barba quisieron que hoy estén divididos y gobernados por un empresario que se incorporó último a la política. Larreta es, además, el jefe histórico de Vidal.
El objetivo es el mismo que intentó Massa por afuera en 2017, pero desde adentro: romper la polarización y zafar de la grieta, pero con los decepcionados del macrismo adentro. Que la fuerza social que apoyó al Presidente no se diluya con su eventual fracaso y encuentre un cauce natural. Tarde o temprano, dicen los protagonistas, ese espacio va a madurar y confluir.