COMPARACIONES ODIOSAS

Javier Milei, ante la maldición del tercer año

El 2014 de CFK, el 2017 de Mauricio Macri y el 2022 de Alberto Fernández: alerta 2026. ¿Qué necesita el Presidente para zafar del maleficio?

El 2014 de CFK

Cristina Fernández de Kirchner y su entonces flamante ministro de Economía, Axel Kicillof, convalidaron en enero de 2014, al inicio del tercer año del segundo mandato de CFK, una devaluación del peso destinada a corregir el atraso cambiario generado por la inflación y la caída de las reservas del Banco Central, producto, a su vez, del avance de los precios, del cierre persistente del mercado de deuda y del déficit energético.

La recesión resultante, de 2,5% del PBI, deterioró la imagen del Gobierno y el rebote de 2,7% en 2015 no fue suficiente para que Daniel Scioli, hoy todo un libertario, hiciera olvidar viejos lastres y prolongara el ciclo iniciado en 2003.

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El 2018 de Mauricio Macri

Mauricio Macri se impuso en los comicios de mitad de mandato de 2017 y era considerado número puesto para la reelección. Sin embargo, los grandes fondos de inversión que habían financiado su estrategia fiscal gradualista con deuda emitida en forma irresponsablecon el aporte técnico y relacional de Toto Caputo – dijeron basta entre febrero y abril de 2018, el entonces presidente acudió al Fondo Monetario Internacional (FMI), se abrazó al salvavidas de plomo del ajuste en modo shock y perdió el control sobre el dólar.

Resultados: su tercer año marcó lo que Macri denominó luego el "final del gobierno económico", perdió con el peronismo en 2019 y entregó, después de tanto esfuerzo social, una inflación que duplicó la que había recibido.

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El 2022 de Alberto Fernández

Por último, a Alberto Fernández le estallaron a la vez, en el tercer año de su pobre gestión, una imagen que nunca supo reflotar, la interna brutal del Frente de Todos, el dólar paralelo y la inflación, que en 2022 casi duplicó la que había recibido de Cambiemos y que al año siguiente la multiplicaría por cuatro, ya con Sergio Massa desdoblándose entre el Palacio de Hacienda y la carrera electoral.

Maldito tercer año.

Javier Milei, los vaticinios y la fe de los profetas

La situación de Milei tiene paralelos con las de sus predecesores. Con los tres, la recurrencia a la devaluación –54% en su debut de diciembre de 2023, 26% desde el acuerdo de abril con el FMI y... ¿contando?-. Con los dos primeros, la sensación de contar con un poder político bien fundado y con Macri, el buen augurio de la victoria en las legislativas.

Sin embargo, como en todos los casos mencionados, el riesgo sigue siendo financiero, hecho de reservas insuficientes para asegurar el pago de deudas y la demanda de divisas de empresas y particulares. En resumen, se trata de la incertidumbre por el futuro del dólar.

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Javier Milei, el profeta (imagen generada con inteligencia artificial).

Javier Milei, el profeta (imagen generada con inteligencia artificial).

Al Presidente le viene funcionando la política en la era del Gran Ajuste, básicamente porque puede exhibir logros –punta a punta, al menos– en materia de desinflación.

El IPC, con todo, viene amesetado desde hace 14 meses en torno al "dos y pico" por ciento, así cerrará 2025 y en 2026 tendría que bajar a un nivel mucho más razonable para que la política le siguiera siendo favorable.

Conciente de eso, Milei promete. Según vaticinó en una entrevista con La Nación +, "entre junio y agosto" el IPC mensual "va a empezar con cero".

En ese reportaje, emitido el domingo a la noche, el jefe de Estado "anarcocapitalista" (sic) dio una explicación técnica para justificar la demora: monetarista dogmático, contó que nueva evidencia empírica muestra que el rezago de la política monetaria sobre los precios es mayor que el que pensaba.

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"Nosotros creíamos que era de entre 18 y 24 (meses, pero) un estudio reciente de la Universidad de Córdoba muestra que son 26 meses (…) ¿Esto qué quiere decir? Si nosotros fijamos la cantidad de dinero (y) se terminó de sanear el Banco Central a mediados de 2024", la inflación debería extinguirse antes de agosto próximo.

La Universidad de Córdoba, parece, vino a reforzarle una fe que acaso tambaleaba por culpa de una realidad que es más compleja que la de los manuales y las biblias. A todos los profetas les ocurre en algún momento.

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¿Golpe de timón…

Algunos analistas están rehaciendo sus cuentas en función del nuevo esquema cambiario anunciado la semana pasada, que indexará a principios de cada mes las bandas entre las que flota el dólar de acuerdo con el último dato de inflación disponible. Vale insistir en tres aclaraciones:

  • Lo que se indexa es la evolución de las bandas, no la cotización de la divisa, sobre la que no hay garantías, tablitas o crawling peg establecido.
  • Hablar de bandas ya es un abuso del lenguaje por el nivel más que absurdamente bajo de la inferior, al que el tipo de cambio jamás se acercó a pesar de lo que Milei afirmaba meses atrás. Mejor es pensar el esquema como un techo más elevado que el Central debería en algún momento salir a defender.
  • Con todo, lo relevante es la promesa, por fin, de acumular reservas en un rango de 10.000 a 17.000 millones de dólares en 2026 según cuál sea la evolución de la demanda de pesos. Esas compras sumarían la presión del Banco Central en el mercado y, se supone, darían lugar a una paridad más elevada.

¿Será así o Milei y Toto Caputo le soltaron al FMI otra vez la mentira piadosa que el Fondo necesitaba escuchar para extender el segundo waiver –dispensa– por el incumplimiento deliberado justamente de la meta de acumulación de reservas?

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En paralelo, ¿también para que el mercado perciba que finalmente corrigen la principal falla del sistema que pergeñaron, incremente su confianza, compre bonos argentinos, disminuya más el riesgo país y se le abra al Gobierno para colocar nueva deuda y refinanciar vencimientos exigentes que tienen el 9 de enero la primera de sus paradas bravas?

Ambos han evitado, como gato panza arriba, acatar ese punto central de las condicionalidades establecidas en el paquete de financiamiento de abril para evitar que una divisa más sostenida recaliente los precios –demorando, justamente, la desinflación– y profundice la era de hielo del consumo y de la actividad en sectores sensibles.

Otra vez, entonces: ¿cambio de rumbo sincero o mentirita blanca para calmar a Kristalina Georgieva y al mercado?

… o engañapichanga?

Eso sólo se sabrá conforme comience a andar 2026, cuando debería debutar el nuevo esquema. Por ahora, el cumplimiento de la palabra rota ya varias veces choca con algunos indicios. Probablemente por eso el riesgo soberano, que bajó un escalón con el anuncio del nuevo régimen cambiario y de la compra de reservas, volvió a estancarse y se resiste a perforar el nivel de 500 puntos básicos, mínimo indispensable para que cualquier emisión de deuda no se parezca a una irresponsabilidad grave.

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Fuente: Ámbito Financiero.

Fuente: Ámbito Financiero.

El primero de esos indicios es que el Tesoro sigue comprando dólares en bloque, por fuera del mercado único para no recalentar la cotización mayorista, pero de hecho en no pocas ruedas vende adentro para seguir pisando la cotización. El Central, por su parte, por ahora no suma.

Además, el énfasis en la desinflación que puso el propio Milei en la entrevista con La Nación + hace dudar de que haya realmente cambiado de prioridades, que ahora sí esté dispuesto a resignar el ancla cambiaria y, de ese modo, a comprometer el cumplimiento de la inflación casi cero que garantiza para mediados del año que viene… Universidad de Córdoba mediante.

Por último, el anuncio de la compra de divisas para las reservas del Central se planteó de modo que no sea inflacionaria, esto es que vaya acompañada de un aumento de la demanda de pesos que la autoridad volcaría al mercado a cambio de los billetes verdes.

Esto significa que los inversores, las empresas y el público en general decidan mantenerse en moneda nacional. Sin embargo, el verano traerá una demanda fuerte de dólares en concepto de turismo emisor, quien tenga capacidad de ahorro difícilmente prefiera quedarse indefinidamente en pesos y una actividad que no hace más que ralentizarse y que sólo zafó de la recesión técnica por esas cosas del INDEC no dan cuenta, precisamente, de un horizonte de mayor demanda de moneda argentina.

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Sin crecimiento económico será difícil. El aumento del PBI de 4,5% previsto para el año que se cierra es, básicamente, producto de la baja base de comparación que dejó el 2024 recesivo, los datos de actividad se deterioran trimestre a trimestre, la variable clave del consumo está lejos de repuntar –diga lo que diga Milei–, el desempleo cae "gracias" a la creciente informalización del mercado –otra vez, diga lo que diga–, el ajuste será perpetuo y el "amigo invisible" será la estrella de la Nochebuena de regalos.

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¿Habrá, entonces, compra de reservas? En todo caso, ¿en qué medida?

Los desafíos de Javier Milei

La calma chicha del dólar es una realidad del momento, pero el Gobierno deberá dar ciertas pruebas de amor para que ese estado de cosas no se altere.

El vencimiento de casi 4300 millones de dólares que opera el próximo 9 de enero y los que se avecinan, entre ellos uno similar a mediados de 2026, siguen siendo un desafío. La plata estará, pero por ahora no se sabe de dónde va a salir.

Al Presidente y a su ministro les falta juntar más o menos la mitad de lo que hay que pagar y siguen hablando de ofertas de bancos que, tal vez por ser demasiado caras en un contexto que siguen juzgando de alto riesgo, siguen sin cerrarse.

¿Y la "ayuda" del Tesoro de Estados Unidos, el "whatever it takes" de Scott Bessent, la posibilidad de seguir convirtiendo en deuda tramos del swap por 20.000 millones de dólares? Es raro: ya ni se habla de eso.

He ahí otro tema a seguir. ¿El compromiso de Donald Trump con su peón argentino, el que lo seguiría incluso hasta el fin del mundo de una invasión a Venezuela, está plenamente vigente o durará lo mismo que sus evanescentes palabras?

El tercer año de Milei pinta movido. ¿Maldito?

La actividad en Vaca Muerta tuvo un movimiento al ritmo de la política nacional.
Javier Milei.

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