LAS CONTORSIONES DEL MODELO

Toto Caputo y el dólar: recalculando

El trader cedió y anunció ajustes en el esquema cambiario. ¿Realidad o fantasía 2026? Riesgo Milei y la maldita meseta de la inflación. El triple doble.

El año que se avecina comenzará con un nuevo esquema cambiario, anunciado este lunes por el Banco Central a instancia de Toto Caputo después de un millón de desmentidas inútiles. La falla en el sistema ya es imposible de ocultar y requiere un remedio.

El consenso de los economistas de tendencias diversas, el aumento de los decibeles del reclamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y las limitaciones de un salvataje estadounidense que –se nota ahora– está acotado a un swap caro y amarrete, sin aporte de bancos privados y que no es "whatever it takes" obligaron a Javier Milei y al ministro de Economía a anunciar una aceleración de la pauta de actualización del dólar oficial. Eso, claro, como contracara de algo más o menos parecido a un objetivo de compra de divisas para fortalecer las reservas. El GPS grita: "¡Recalculando!".

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La gran pregunta, que sólo responderá el tiempo, es si esta vez el Gobierno cumplirá o si la suba más acelerada de la banda será una mera virtualidad, un valor que evitará alcanzar, como hasta ahora, por todos los medios.

Mientras, lo que vale es la señal y por eso el mercado respondió sobre el cierre con una suba de los activos argentinos. El Fondo festejó, aunque, escaldado por tantas promesas burladas, quiere ver hechos.

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A los efectos del análisis, asumamos que esta vez el equipo económico habla en serio.

En se sentido, se podría listar una serie de eventos que, concatenados, impusieron un golpe de timón que el Gobierno resistió todo lo que pudo y que podría tener tanto efectos benéficos como políticamente espinosos. Entre los primeros hay que destacar la posibilidad de una reducción mayor del riesgo país, compatible con un regreso sensato al mercado de deuda; entre los segundos, una eventual ralentización –aun mayor que la reciente– de la desinflación, con sufrimiento extra para los ingresos populares.

Los golpes de la realidad

Entre esas causas inmediatas del giro, todas concatenadas, hay que mencionar el amesetamiento del riesgo soberano en un nivel de unos 150 puntos básicos –por lo menos– superior al que sería aceptable para emitir deuda a fin de cubrir vencimientos. El anuncio y su concreción en la realidad deberían ayudar.

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En relación con lo anterior, se suma el paso en falso de la reciente licitación de un bono en dólares en el mercado doméstico, con la que el Gobierno terminó juntando 910 millones de dólares –Caputo quería mil millones– a un costo del 9,2% anual –el ministro pretendía un ocho y pico–, mayor que el conseguido semanas atrás por la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Santa Fe.

Una vez más vinculado con lo anterior, la inminencia del vencimiento de deuda del 9 de enero, por 4300 millones de dólares. Entre las compras más recientes y módicas del Tesoro y lo juntado con la emisión mencionada, queda un agujero de más de 3000 millones de dólares. Estos se cubrirán y saldrán del swap –si el virrey Scott Bessent da el OK– o de reservas que están otra vez en peligroso terreno negativo.

Por último, el sostenimiento de la inflación durante ya 14 meses en la maldita meseta del "dos y pico por ciento", incompatible en el tiempo con un sistema de bandas cambiarias que actualizaba la superior al 1% mensual, acercando ese techo y haciendo bajar lentamente la espada de Damocles de una intervención obligada con dólares que el Banco Central no tiene en caso de que cualquier evento disparara la demanda privada.

Así no se podía seguir y a Milei y a Toto Caputo hay que reconocerles que, aunque no pueden evitar del todo las canchereadas, en el último tiempo al menos dejaron de hablar de mandriles y cremas hemorroidales.

Bandera blanca en el Gobierno

En concreto, Caputo y su exsocio Santiago Bausili, a quienes nadie les reprocha que ni siquiera careteen la independencia del Banco Central, decidieron que las bandas cambiarias no sigan evolucionando al 1% mensual –la superior al alza, la inferior a la baja– pactadas con el FMI en el acuerdo de abril. Desde el comienzo del año próximo, lo harán cada mes de acuerdo con el último dato de inflación anunciado por el INDEC. Por ejemplo, en enero se aplicará el 2,5% de noviembre.

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Eso sería compatible, añade el comunicado del Central, con un objetivo de compra de divisas en el mercado de entre 10.000 millones y 17.000 millones de dólares en el año, dependiendo de la evolución de la demanda de pesos.

Esto último no deja de ser una promesa que llega cuando se le está por pedir al Fondo el segundo waiver –dispensa– por el grosero incumplimiento de la meta de reservas en el marco del programa en curso. Es más, el anuncio parece un mimo a cambio de un perdón cada vez más difícil de pedir y de conceder.

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Esa compra de reservas implica, tal como está planteada, una serie de condiciones que no pueden darse por seguras: mayor confianza en el peso, menores deseos de dolarización privada de carteras, ralentización del anticipo de importaciones y de la retención de exportaciones y, en definitiva, más consumo y crecimiento económico. Ver para creer.

Así, el Gobierno ondea la bandera blanca y deja de repetir los sonsonetes de que no hace falta acumular reservas "¡porque el dólar flota!" o que su incremento provendrá del ingreso de inversiones a largo plazo y no de compras en el mercado. Fin.

Caputo se resistió todo lo que pudo a esta concesión.

"A lo sumo, el Gobierno estaría dispuesto a acelerar el ritmo en que se amplían las bandas cambiarias del 1% a un 1,5% mensual", le dijo el funcionario a un grupo de inversores en Estados Unidos, según contó Bloomberg el 10 de noviembre.

Hace casi nada, el último viernes 5, le dijo a radio Mitre que "dada la volatilidad de la demanda de dinero, la política y la poca profundidad del mercado, no conviene cambiar el esquema".

Ahora, de golpe, conviene.

Un enorme "¿para qué, Toto Caputo?"

Ya no vale la pena usar el eufemismo de "bandas" para referirse al esquema cambiario en vigor porque el cálculo de la inferior no sirve para nada, el dólar no va a tocarla nunca y, por lo tanto, no ocurrirá lo que había pronosticado Milei: que el Gobierno saldría a comprar cuando ocurriera ese milagro en un entorno de 900 pesos.

Así, más que de bandas corresponde hablar ahora de una suerte de tope para la actualización mensual del tipo de cambio oficial mayorista, una especie de crawling peg de hecho pero potencial, toda vez que no implica que el dólar efectivamente se actualice de acuerdo con la inflación pasada. Ese, simplemente, será su límite; lo que ocurra en la práctica dependerá de si Toto Caputo y Bausili comienzan efectivamente a acumular dólares y a qué ritmo.

Subyace a todo esto una afirmación y una pregunta. La afirmación es que la porfía de limitar la evolución de la banda superior al 1% mensual no sirvió para forzar la reducción de la inflación al "uno coma…" prometido tantas veces. La pregunta, entonces, es cuál fue el sentido del capricho, ya que mantener pisado el tipo de cambio ha costado mucho en términos de avalancha importadora, cierre de empresas y destrucción de empleos formales en lo que va de la era Milei.

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El enigma de la inflación

Un dólar eventualmente más caro no fortalecería, precisamente, el poder de compra de los salarios. De hecho, el cambio de política no supone solamente un reconocimiento del fracaso de haber tratado de forzar la desinflación en base a un ancla cambiaria inviable, sino, si realmente se cumpliera una resignación a que el proceso se haga todavía más pausado.

Si el IPC tendiera a sostenerse por más tiempo en sus niveles actuales, la arbitraria pauta salarial del 1% fijada de facto por una Secretaría de Trabajo que no homologa las paritarias que no le gustan se haría más lesiva e insustentable. ¿Acaso más "necesaria", compatible con la reforma nacional decimonónica que se pretende imponer, en un contexto de flexibilización del ancla cambiaria?

Como sea, el comunicado del Central ratifica que la prioridad sigue siendo llevar la inflación al nivel internacional, no mayor al 5%… anual.

¿Sería posible alcanzarla pronto si el tope admisible de la evolución del dólar quedara indexado, añadiendo, potencialmente, un elemento a la inercia inflacionaria? He ahí un motivo para intuir que, más allá de lo anunciado, seguiría mandando la cautela en la manta corta de la desinflación y las reservas.

Entonces, ¿cuándo llegará la inflación internacional? ¿A mediados de año, como promete el Presidente de acuerdo con sus cálculos sobre el rezago de los efectos de la austeridad monetaria?

En la respuesta a este interrogante anidan unas cuantas claves del humor social y del futuro político-electoral hacia 2027.

Dólar, inflación y bandas: el "triple doble"

Habrá que observar desde ahora cómo se alinean ciertas variables clave. Lo que venía pasando era raro.

Tomemos el hito del 11 de abril, cuando se anunció el acuerdo con el Fondo, el esquema de bandas y la meta –inclumplida– de acumulación de reservas.

Como arrancó desde muy atrás, el dólar efectivamente subió bastante desde ese momento, contranarrativa para un Gobierno que no admite haber devaluado la moneda al debutar y, de nuevo, en ese momento.

En efecto, el dólar mayorista costaba entonces 1.074 pesos y este lunes cerró a 1.442. La suba del billete verde fue del 34,2%.

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El dólar en la era de Javier Milei y Toto Caputo (Fuente: Rava Bursátil).

El dólar en la era de Javier Milei y Toto Caputo (Fuente: Rava Bursátil).

En tanto, la inflación acumulada desde mayo alcanzaría, si se proyectara un hipotético 2,5% para el mes en curso, a 17,88%.

Por último, la actualización de la banda cambiaria superior al 1% mensual arroja, en ese lapso, un acumulado de 8,29%.

El aumento del dólar duplicó a la inflación y el IPC, a la actualización de la banda superior del esquema cambiario. Es el "triple doble".

Lo que queda claro es que la divisa estadounidense arrancó desde el subsuelo en el que la tenía encadenada Toto Caputo.

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El precio justo del dólar

Ahora bien, si el dólar subió tanto, ¿por qué se sigue diciendo que está atrasado y ya ni siquiera el ministro puede sostener sin ponerse colorado que eso no es así?

Una vez más canchero, el jefe del Palacio de Hacienda se burló hace poco de quienes sostienen que el tipo de cambio es inconveniente al señalar la persistencia del superávit del comercio de bienes. Claro, el funcionario no desagrega esos números brutos.

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El problema, en todo caso, no es la balanza comercial, sino la cuenta corriente –el saldo total del flujo de divisas–, que impone una sangría constante de dólares en concepto de aumento del turismo emisor, giros de empresas y atesoramiento privado. De hecho, aunque la tendencia se desaceleró fuerte después de las elecciones, el año terminará con compras por más de 20.000 millones de dólares por parte de personas físicas.

Con esa presunta inocencia es que se le han escapado como arena entre los dedos los dólares del blanqueo, el rescate del FMI y el salvataje de Donald Trump.

Ahora, en el inicio del mes que viene, de los dólares "acorralados" desde el blanqueo –para evitar el pago de penalidades– sumará un desafío en un mercado pequeño.

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Más allá de todo eso, hay que considerar que el dólar es, a fin de cuentas, un bien y que la política oficial ha supuesto que los que deberían ser sus principales demandantes –el Tesoro para pagar deudas y el Banco Central para brindar garantías de estabilidad monetaria– finjan no necesitarlo.

Una cosa es, entonces, el nivel de tipo de cambio conveniente para una economía como la argentina y otra, diferente, cuál es el posible.

El Gobierno comenzó este lunes a hablar de un cambio de rumbo. El tiempo dirá si incumplirá su palabra por tercera vez o su economía entra en una fase menos fantasiosa.

Paolo Rocca versus Horacio Marín (YPF) y Alejandro Bulgheroni (PAE).
Toto Caputo y Santiago Bausili ajustan las bandas del dólar

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