AMÉRICA 2022

Patrias Chicas: los países de la región expusieron sus crisis locales en la ONU

Las demandas nacionales se impusieron sobre los proyectos continentales. La necesidad de generar un punto de encuentro ante un mundo y un futuro incierto.

A pesar de la tribuna internacional de la Organización de las Naciones Unidas, este martes los países sudamericanos que tomaron la palabra en la Asamblea General -a la espera de quienes lo harán en los próximos días- se centraron en sus propios desafíos y demandas locales, lo que evidenció una falta de coordinación de una región en un mundo cada vez más interconectado, en un espejo invertido del proceso de regionalización mancomunada que se registra en distintas latitudes a raíz de las consecuencias de la guerra de Ucrania y la pandemia de Covid-19.

 

A pesar de su intención de promoverse como líder regional e interlocutor de América del Sur con Europa y otros polos de poder, el presidente Alberto Fernández se centró como tema principal en el intento de asesinato que sufrió la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el cual enmarcó dentro del crecimiento de “la violencia fascista que se disfraza de republicanismo”, que golpea con igual preocupación en los Estados Unidos y del otro lado del Océano Atlántico. El cimbronazo que vive la Argentina desde la noche del pasado 1 de septiembre puso en riesgo el pacto democrático de 1983 y lo obligó a guardar en su ropero el traje de líder continental. Durante sus 18 minutos de alocución, el líder del Frente de Todos (FdT) evitó centrarse en el proyecto regional e hizo referencia a los tradicionales tópicos de su política exterior: la necesidad de modificar el sistema económico y luchar contra el cambio climático, el levantamiento de los bloqueos sobe Cuba y Venezuela, el fin del “avance militar” de Rusia sobre Ucrania y la defensa de los derechos humanos.

 

En la primera jornada de discursos latinoamericanos, Fernández no fue la excepción porque las demandas nacionales se impusieron sobre las regionales, una constante en el resto de las figuras presidenciales no buscan erguirse como voz representativa del continente. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro –el primero en hablar como indica la tradición- utilizó la tarima de la ONU como un nuevo escenario de campaña electoral de cara a la primera vuelta del 2 de octubre, donde las encuestas le anticipan una derrota ante el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva. “Durante mi gestión acabamos con la corrupción sistémica en el país”, aseguró sin referirse a las denuncias que pesan en contra de su administración. “El responsable de eso fue condenado”, agregó, también sin tener en cuenta que la propia ONU sentenció que el líder del Partido de los Trabajadores (PT) sufrió un juicio parcial. La diferencia entre el argentino y el brasilero es que el exmilitar no apuesta por la unidad regional ni la inserción conjunta del continente en las cadenas globales de valor.

 

Hubo cierta Alcoyana, Alcoyana con el presidente de Chile, Gabriel Boric, quien hizo referencia a la calidad democrática de América Latina luego de que la sociedad chilena rechazara, con el 62% de los votos, la nueva Constitución. “Ese mundo de mayor bienestar, que sólo podemos lograr con más democracia, este es el llamado que todos debemos atender”, aseguró el mandatario trasandino, con quien Fernández mantiene una buena relación diplomática y personal. En momentos en los que crece la polarización en su país, junto a la violencia de distintos grupos mapuches y de la derecha que reivindica al dictador Augusto Pinochet, el exlíder estudiantil convocó a profundizar la democracia: “Respetando a quien piensa distinto, incorporando sus puntos de vista y entendiendo que el tener opiniones diversas no nos vuelve enemigos”, aseguró. Más allá de las coincidencias, no hubo propuestas conjuntas sobre los puntos comunes que atraviesan de un lado y otro de la Cordillera, lo que genera que los puntos de acuerdo se pierdan en las alturas.

 

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, también debutó en la ONU y, a pesar de que mencionó tópicos que tarde o temprano demandarían una coordinación general, tampoco hubo una avanzada en la práctica diplomática. “La guerra contra las drogas ha fracasado. La lucha contra la crisis climática ha fracasado”, aseguró, al hacer referencia a dos temas sobre los cuales Bogotá tiene material de sobra para aportar al debate regional. Como se esperaba, su discurso estuvo centrado en el combate contra el narcotráfico, un tema que puede cambiar su vínculo con los Estados Unidos, quien pregonó durante décadas el combate abierto a su consumo, y que puede impactar en América del Sur al tener en cuenta el impacto que el narcotráfico tiene en otros países, como México, Bolivia, Brasil e, incluso, la Argentina. “¿Qué es más venenoso para la humanidad, la cocaína, el carbón o el petróleo?”, preguntó y se respondió: “El dictamen del poder ha ordenado que la cocaína es el veneno y debe ser perseguida, pero, en cambio, el carbón y el petróleo deben ser protegidos”. La réplica regional todavía no llegó.

 

“La guerra contra las drogas criminaliza y genera sanciones unilaterales contra países del Sur, pero blinda el lavado de activos, facilita el tráfico y otros delitos conexos en los países del Norte”, lanzó el mandatario boliviano, Luis Arce Catacora, quien propuso la “regionalización de la lucha contra el narcotráfico” con un enfoque “menos militarizado y más económicamente social". Además, rechazó “todo tipo de injerencia con el afán de controlar el litio” y exigió que la ONU “tome medidas contra aquellos países que no respetan la soberanía”. Con el antecedente del golpe de Estado de 2020 y en coordinación con el primer presidente de izquierda de la historia colombiana, la región puede encontrar en el combate al narcotráfico un punto de coordinación y acuerdo que por ahora no se desarrolla.

 

Si la región busca construir un futuro coordinado, la 77° Asamblea General de la ONU deberá ser analizada no como otra oportunidad perdida, sino como un posible punto de salida. 

 

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