GUERRA EN UCRANIA

El día después: un mundo incierto y más peligroso

Las consecuencias de una invasión. El declive de Occidente que se acelera, la alianza entre Rusia y China que crece y los riesgos futuros.

Menos de 48 horas le costó a Rusia llegar a Kiev, la capital de Ucrania, y darle un golpe casi mortal a la resistencia comandada por el presidente Volodímir Zelenski, quien este jueves aseguró: “Estamos solos para defender a nuestro país. ¿Quién peleará con nosotros? Para ser sinceros, no veo a nadie”. A la espera de la resolución de un conflicto que, de todas maneras, será temporal ante la volatilidad del escenario y que hasta el cierre de esta nota se desconocía, el mundo se enfrenta a sufrir dos tipos de consecuencias globales: por un lado, las tradicionales, como las hambrunas, las olas migratorias, la muerte y la destrucción; por el otro, las nuevas tendencias, que provocarán una mayor imprevisibilidad y peligrosidad en un sistema internacional que se retrae.

 

Primer acto

En un momento que constituyó una primera limitación del sistema global, ninguno de los mecanismos institucionalizados logró detener la escalada. Durante semanas, Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) alertaron sobre lo que parecía ser una inminente invasión del territorio ucraniano, que el presidente ruso, Vladimir Putin, se encargó de desmentir y banalizar constantemente. El juego de echarse las culpas mutuamente y la leña lanzada al fuego como forma de amenaza se impusieron y la guerra comenzó en un momento puntual que pasará a la historia: Putin dio inicio a su “operación militar especial” mientras el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, le pedía que le diera “una oportunidad a la paz” nada más y nada menos que en una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU que presidía, justamente, Moscú.

 

-Puedes tomar tu celular y llamar a Moscú para evitar la guerra- le dijo en esa reunión el embajador de Ucrania, Sergiv Kyslytsya, a su homólogo ruso, Vassily Nebenzia.

 

-Es muy tarde. No los voy a despertar ahora- respondió el ruso.

 

El sistema internacional falló, durante el desarrollo de la invasión volvería a fallar y, si no toma nota urgente, volverá a hacerlo en el futuro.

 

Segundo acto

“Nuestras fuerzas no van a Europa para luchar, sino para defender a nuestros aliados de la OTAN y del flanco oriental”, dijo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al anunciar un paquete de sanciones económicas contra Moscú en momentos en que las tropas ya empezaban a rodear Kiev.

 

A pesar de que se dedicó a remarcar que las medidas eran adoptadas por Occidente en su conjunto y que Washington no actuaba solo sino junto a sus históricos aliados, la conclusión de fondo era una sola: Washington no va a involucrarse en un conflicto internacional lejano, ajeno y de potenciales consecuencias devastadoras. El presidente Zelenski lo entendió y horas después dijo: “Estamos solos”.

 

 

La decisión de Biden marcará un cambio histórico para el mundo, porque Estados Unidos, luego de apropiarse del derecho a intervenir a lo largo y ancho del mundo durante décadas en defensa de sus propios intereses, decide cambiar de estrategia, retraerse del escenario mundial y operar de forma limitada para centrarse en sus propios asuntos no ya internacionales, sino locales. “Voy a hacer todo lo que pueda para limitar el dolor que sienten los estadounidenses en las estaciones de servicio”, dijo Biden ante los problemas energéticos que puede generar el conflicto armado. En el mismo momento en que los tambores de la guerra sonaban en las fronteras orientales de la OTAN y la Unión Europea, el presidente norteamericano se centraba en las estaciones de servicio de su propio país. ¿Cuándo se vio algo así? Con el expresidente Donald Trump, quien comandó, hasta el momento, las máximas expresiones de distanciamiento norteamericano bajo su lema “America First” (América primero).

 

En agosto de 2021, luego de que Washington comandara una estrepitosa y desastrosa salida de Afganistán ante el avance Talibán, los videos de personas cayendo de los aviones al intentar huir recorrieron el mundo. En aquel momento, representantes del gobierno local denunciaron que Estados Unidos los había “abandonado”. Meses después, lo dijo el líder ucraniano. No son casualidades, sino decisiones políticas y diplomáticas que marcan una ruptura con el pasado injerencista de la Casa Blanca y que traerá consecuencias para todo el mundo en el futuro.

 

Tercer acto

Al cierre de este artículo, Ucrania confirmaba que las tropas rusas ya rodeaban Kiev y el Kremlin anunciaba, luego de hablar con China, que está dispuesto a enviar una nueva delegación diplomática a Minsk, la capital de Bielorrusia, para entablar negociaciones. A la vez, distintos reportes de prensa notificaban que Italia se encamina a excluir de las sanciones contra Rusia los artículos de lujo. Las tres acciones permiten empezar a vislumbrar las consecuencias del conflicto: un Occidente desunido, donde los intereses locales (vender ropa Gucci a la oligarquía rusa) pesan más que las responsabilidades internacionales ante un gobierno chino en ascenso que empieza a jugar cada vez con más fuerza en un tablero donde Rusia, a través de la fuerza, consigue sus ansiados objetivos.

 

Estas tendencias, que no son nuevas pero que cada vez se masifican más, generarán un sistema global donde la incidencia y el poder occidental, tanto de Europa como de los Estados Unidos, será cada vez menor a medida que el ascenso del eje chino-ruso ocupa nuevas instancias de poder y en el cual, como lo plasma el territorio ucraniano, la fuerza será una opción cada vez más tentadora para distintos gobiernos que no encuentran las suficientes trabas ni limitaciones para evitar el derramamiento de sangre.

 

Ya con las hostilidades iniciadas, Zelenski le dijo a Europa: “Si ustedes no nos ayudan, mañana la guerra tocará sus puertas”. La forma de resolver las futuras tensiones globales se determinarán cuando aparezcan, pero, luego de la invasión a Ucrania, el mundo será un lugar más impredecible, más peligroso y más incierto para Europa, para los Estados Unidos y, claro, también para la Argentina.

 

Fernando Cerimedo, asesor de Javier Milei acusado de conspirar contra el gobierno de Lula da Silva.

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