DÉJÀ VU COVID-19

La segunda ola pone a la región otra vez de rodillas

Brasil sigue sufriendo por la deserción de Bolsonaro, mientras que Uruguay y Paraguay ya no son ejemplos. La dificultad de vacunar y el extraño caso de Chile.

Casi un año pasó desde que se registraron los primeros casos de covid-19 en América del Sur, pero la situación sanitaria sigue lejos de estar controlada. La falta de vacunas y los problemas de logística, el aumento constante de casos, la cercanía de una nueva temporada de frío y las reiteradas deficiencias de coordinación y unidad regional amenazan con destruir los pequeños logros de un selecto grupo de países y con repetir las crisis que azotaron al resto en 2020. El mismo continente y una actualidad similar, más allá de los doce meses de experiencia.

 

Desde el inicio, la preocupación regional más importante ha sido Brasil, que vive hoy el peor momento de la pandemia,  ya superó los 12 millones de contagios y se acerca a las 300.000 muertes. Según la CNN local, 25 de los 27 estados reportan una ocupación de camas de terapia intensiva superior al 80% y 16 de ellos, por encima del 90%. La crítica situación, que los expertos adjudican a la propagación de la cepa P.1 de Manos, provoca  falta de insumos como medicamentos y oxígeno. El Frente Nacional de Alcaldes (FNP) denunció que 76 municipios están por quedarse sin oxígeno. El escenario es el peor, pero con la particularidad de que llega un año después del primer caso reportado en ese país.

 

La crisis no le saldrá gratis a Jair Bolsonaro y más en momentos en los que su máximo oponente, Luiz Inácio Lula da Silva, recupera sus derechos políticos y amenaza con enfrentarlo en 2022. Según PoderData, el 52% de la población considera como “mala o pésima” la gestión del presidente y otro de sus sondeos lo da como perdedor en un hipotético ballottage con el exlíder metalúrgico. Además, empieza a sufrir fuego amigo. Más de 500 empresarios, banqueros y economistas denunciaron que “la situación económica y social es desoladora” y que Brasil “podría estar en una mejor situación”. La crisis llega a un punto en el que durante días no estuvo claro quién era el ministro de Salud ya que hace unos días fue anunciado Marcelo Querioga –quien finalmente juró–, pero su antecesor, Eduardo Pazuello, se negó largamente a renunciar. La problemática es tan grande que supera sus fronteras y se vuelve una amenaza continental.

 

Uruguay y Paraguay lograron controlar la primera ola, pero que enfrentan ahora nuevos y severos problemas. El exitoso modelo uruguayo quedó en el pasado y Luis Lacalle Pou enfrenta un récord de contagios, que en relación con la población llegó a superar al de Brasil durante unos días, debido a la propagación de la peligrosa cepa de Manaos. Ante la alerta de la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva (SUMI) de que a este ritmo las camas de terapia intensiva se saturarán en 15 días, el gobierno suspendió la obligatoriedad de asistir a clases y limitó las reuniones y aglomeraciones sociales. A pesar de esto, una encuesta de Equipos Consultores le adjudica al líder del Partido Blanco un 54% de aprobación y un 24% de desaprobación

 

El éxito de Paraguay también es pasado, pero, a diferencia de Lacalle Pou, su presidente, Mario Abdo Benítez, sí sufre las consecuencias. La crisis generada por la falta de medicamentos y vacunas provocó un intento de juicio político por parte de la oposición que fracasó en el Congreso al no contar con los votos necesarios. Hasta el momento, Asunción solo logró comprar 4.000 dosis de Sputnik V y debió apelar a la exigua solidaridad mundial para conseguir 36 mil dosis del mecanismo Covax, 20 mil donadas por Chile y tres mil enviadas por Emiratos Árabes Unidos. El golpe fue tan significativo que renunció el ministro de Salud, Julio Mazzoleni, que aparecía como posible candidato presidencial en 2023.

 

Ningún éxito está asegurado, y así lo demuestra también Chile. Su gran campaña de vacunación, que esta semana se ubicó en el tercer puesto mundial en relación a la población y que ya administró más de 8 millones de dosis, choca con un récord de casos. La semana pasada fue la peor de la pandemia, con más de 40 mil contagios. En la actualidad hay  cinco veces más de casos activos que en diciembre y la ocupación de las camas en los hospitales llega al 95%. A pesar de los exitosos números de la vacunación, 13,7 millones de habitantes, el 73% de la población, se encuentran bajo cuarentena y se debate la posible postergación de las elecciones regionales y constituyentes del 11 de abril. Las vacunas podrán salvar a la población local, pero no a Sebastián Piñera. Según la última encuesta de CADEM, el 71% de la sociedad desaprueba su gestión y solo un 20% la aprueba.

 

En Bolivia, Perú y Ecuador, la actualidad sanitaria está fuertemente atravesada por la política.

 

En La Paz, la segunda ola que se vivió en enero, en la que se contagió el expresidente Evo Morales, dio paso a la disputa judicial por las responsabilidades penales en el golpe de Estado de 2019 con la detención de la expresidenta de facto, Jeanine Áñez.

 

Por su parte, el presidente peruano, Francisco Sagasti, aseguró que su país se encuentra “en un cuarto intermedio entre una segunda y una posible tercera ola”, a la vez que ordenó un nuevo confinamiento durante Semana Santa ante una situación que vuelve a preocupar. Además, Perú todavía paga las consecuencias del escándalo conocido como Vacunagate, en el que se vacunaron cerca de 470 funcionarios, amigos o familiares del poder de forma irregular.

 

Algo similar ocurre en Ecuador, donde el presidente, Lenín Moreno, nombró a su cuarto ministro de Salud desde la aparición del covid-19, Mauro Falconí, tras el escándalo de la “vacunación privilegiada” de un grupo de personalidades que saltearon el orden preestablecido.

 

Con nuevos picos de contagios, la proximidad del otoño y el invierno, un trabajo conjunto regional que aún brilla por su ausencia y problemas para acceder a la vacuna, los países de la región se arriesgan a repetir las crisis del pasado o a perder las conquistas. Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. La región se encamina a ser un nuevo ejemplo de ello.

 

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