NUEVA ERA EN COLOMBIA

Petro asume y se prepara para enfrentar el reto de la nueva izquierda

Este domingo quedará instalado el primer gobierno progresista del país. Paz e igualdad, las demandas. La expectativa social y los desafíos del nuevo presidente.

Este domingo, cuando jure como nuevo presidente de Colombia ante un público estimado de más de 100 mil personas, Gustavo Petro se convertirá en el primer mandatario de izquierda de la historia nacional y romperá con el dominio de la derecha tradicional que históricamente impuso un modelo social y económico neoliberal. Con su victoria en la segunda vuelta, el exguerrillero ya entró en el pergamino nacional, pero ahora enfrentará el reto de la nueva izquierda latinoamericana: cumplir las promesas de cambios que reclama su electorado en medio de los tiempos del Estado.

 

En diálogo con Letra P, la investigadora asociada de la Universidad de París y especialista en Colombia Olga González aseguró que la llegada de Petro “es muy importante” porque “representa a fuerzas muy distintas a las que han gobernado en los últimos 80 años”. “Viene a darle voz a los sectores que han estado poco representados por los gobiernos de derecha”, adelantó y aseguró que “no será un gobierno fácil”. “Si bien hay mucha ilusión, no hay suficiente dinero. Los desafíos son muy grandes, pero es difícil determinar qué posibilidad de verdaderos cambios hay porque no entra en un momento de vacas gordas y no es fácil cambiar un modelo extractivista de la noche a la mañana”, profundizó.

 

Al igual que Gabriel Boric en Chile y Alberto Fernández en Argentina -quien viajará para presenciar su jura-, el nuevo presidente colombiano “estará sometido a una serie de contradicciones” entre las demandas de las calles y los tiempos del Estado. Petro es producto del ciclo de protestas que vivió Colombia durante los últimos años y, especialmente, del estallido social de 2021 que comenzó con el rechazo a una reforma impositiva regresiva y desembocó en un hartazgo contra el modelo económico y social dominante en el país. Lo que hasta el momento representó una oportunidad histórica, desde el domingo se convertirá en su principal desafío debido a la expectativa y la esperanza puesta en la dupla Petro - Francia Márquez, una lideresa afrodescendiente, feminista y defensora del medioambiente. En el Palacio de la Moneda, el mandatario más progresista desde Salvador Allende ya lo sufre con una caída de su imagen positiva y una demanda social que le exige mayor aceleración y profundidad. Algo similar ocurre en la Argentina. La ventaja del exguerrillero será que contará con estos antecedentes para lograr calibrar de la mejor manera posible la balanza entre los tiempos de la calle y los del Estado. 

 

En esta peligrosa balanza, Petro enfrentará dos principales retos:  por un lado, cambiar el modelo productivo y económico dominante para mejorar las condiciones socioeconómicas de la población y reducir la desigualdad y; por el otro, alcanzar la paz con los grupos irregulares que existen por todo el país, especialmente el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la guerrilla activa más grande. Son las mismas demandas que a sus 24 años lo convencieron de tomar las armas, una muestra más del estancamiento y agotamiento económico y social del país que exige un cambio que hoy, como lo deseó en su juventud, está en sus manos. 

 

Casi desde su independencia, Colombia tuvo un modelo liberal de la economía basado en la exportación de materias primas y energías, cuyas ganancias quedaron en manos de unas pocas familias que se aseguraron el arancelamiento de distintos servicios. Petro promete cambiar esta dinámica porque “si se deja actuar libremente a la economía, la humanidad se extingue” y su proyecto es hacer de Colombia “una potencia mundial de la vida”, donde la población local no tenga que abandonar sus hogares ante el avance indiscriminado de empresas privadas ávidas de materias primas. Para ello propone salir del “petróleo y el carbón” a través del turismo y la producción agroindustrial bajo estándares ambientales que logren armonizar el día a día de una población golpeada por las desigualdades neoliberales, la pandemia de covid-19 y la guerra en Ucrania. Para cumplir ese desafío, necesitará alcanzar la paz entre todos los sectores.

 

“Conversar con el ELN traería menos violencia, pero la complejidad va más allá”, reconoció Petro durante los últimos días. El exintendente de Bogotá sabe que no hay mejora social y económica sin paz y que no hay paz sin mejora social porque las demandas están atadas mutuamente. El origen de las guerrillas y el desarrollo del narcotráfico parte, entre otros motivos, de los problemas económicos del pasado y de la tenencia de la tierra que aún hoy -70 años después- no se resolvieron. Por esto, presentó un proyecto de “paz total” que, según el futuro canciller, Álvaro Leyva Durán, busca “la paz con las regiones, con la geografía, con los vecinos", es decir, generar las condiciones no solo para la entrega de las armas, sino, también, la generación de oportunidades. Este desafío tendrá un agravante: la presidencia saliente de Iván Duque detonó los acuerdos firmados con las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), lo que provocó una vuelta a la lucha de alguna de sus células y un desprendimiento desatomizado de su estructura por distintas regiones del país que imposibilitan las negociaciones y el diálogo. 

 

Petro tendrá el desafío de mantenerse en el poder cumpliendo las expectativas de un electorado que espera cambiar las fallas estructurales de un modelo histórico y las consecuencias del gobierno saliente.

 

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