Cristinistas y albertistas corrieron suerte diversa en su intención de trasmitirle personalmente al papa Francisco cómo sigue la novela del divorcio de los Fernández por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI); proceso que mantiene al Presidente y a la vicepresidenta sin hablarse en medio de la pelea del Frente de Todos (FdT) para dirimir qué sector ostenta el poder en la coalición gobernante.
Hundida en su punto más bajo por el rumbo de la gestión y las últimas decisiones tomadas por la Casa Rosada en medio de la ruptura del frente oficialista, la relación de Alberto Fernández con Jorge Bergoglio ya no es –reconocen en ambientes políticos y eclesiásticos- lo que era al comienzo del mandato presidencial, cuando una primera audiencia entre ellos en enero de 2020 superó los 44 minutos, y ni siquiera alcanza el grado de frialdad que caracterizó una segunda, más breve y forzada, de mayo de 2021, tras el apoyo del primer mandatario al aborto legal.
En cambio, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner -con el aliento del operativo clamor para ser candidata en 2023- se autodefine como una “conversa” bergoglista al pasar de poner el grito en el cielo por la elección pontificia del arzobispo de Buenos Aires, con el que ella y su fallecido esposo Néstor Kirchner supieron confrontar al punto de cambiar de escenario el tedeum del 25 de Mayo en la catedral metropolitana, hasta encontrarse con él en cinco oportunidades –dos en el marco de viajes apostólicos a Latinoamérica- durante sus mandatos presidenciales.
En este contexto de diferencias y actualidad relacional, el canciller Santiago Cafiero viajó a Europa con una audiencia privada programada para este viernes con Francisco, a fin de intercambiar opiniones sobre la crisis geopolítica desatada por la invasión rusa a Ucrania y darle detalles al papa sobre la situación económico social del país agravada por la tensión política en el FdT. En su incursión vaticana, el ministro de Relaciones Exteriores y mano derecha del primer mandatario contaba con la apoyatura de personas a quien Bergoglio conoce bien: el secretario de Culto, Guillermo Oliveri; la embajadora argentina ante la Santa Sede, María Fernanda Silva, y la jefa de la Unidad de Gabinete de Asesores de la Cancillería, Luciana Tito.
Todo iba sobre ruedas hasta que Cafiero, quien viajaba en tren de Venecia a Roma, fue notificado la noche de este jueves que el Vaticano cancelaba el encuentro con el papa a raíz de la gonalgia que viene afectando a Bergoglio y que lo había obligado a modificar algunos de los ritos de Semana Santa, ante el impedimento de ponerse de rodillas. Más allá de las suspicacias políticas, la cancelación dejó al funcionario con gusto a nada y con apenas la posibilidad de hacerle llegar un augurio de pronta recuperación y el deseo de poder verlo “cuando su salud lo permita”. El funcionario tampoco pudo reunirse con el “número dos” vaticano, cardenal Pietro Parolin, ni con el “canciller” papal Paul Gallagher, por estar ambos de misión en el extranjero.
Fuentes gubernamentales confirmaron a Letra P que, además de los temas de agenda, Cafiero tenía el mandato presidencial de reiterar la invitación para que Bergoglio visite el país en 2023 al cumplirse diez años de su pontificado, opción que para la lógica diplomática vaticana es imposible en un año electoral; o bien de gestar un nuevo y pronto encuentro con Alberto Fernández, para una cuestión más piadosa como es el bautismo de su hijo con Fabiola Yáñez, a quien la pareja le puso Francisco pensando en su compatriota, al que consideran –admitieron- un "líder moral de una estatura enorme". Este “plan bebé” de acercamiento se sustentaba en la colaboración permanente de la primera dama con Scholas Occurrentes, la red internacional del papa que coordinan dos argentinos y propicia un pacto educativo global.
En el contexto de la interna y el quiebre en las filas gubernamentales, el que sí sacó partido fue Eduardo de Pedro, ministro del Interior y portavoz de CFK en el Gabinete, quien el pasado 7 de abril mantuvo una reunión con el papa, a solas, de 90 minutos, para hablar sobre la agenda política nacional. La vertiente cristinista pretendía que permaneciera “en secreto” este prolongado encuentro de Bergoglio con el funcionario, que hizo posteos en Twitter sobre otras actividades de esa jornada pero no de la audiencia papal. No obstante, una movida que ese sector le atribuye a la Casa Rosada hizo que trascendiera a la prensa, con el consiguiente pase de facturas entre las dos fuerzas antagónicas del frente gobernante.
En este contexto de tensión permanente en la interna todista, también cayó en la volteada el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, quien hasta hace una semana había logrado mantener en reserva absoluta un sigiloso viaje al Vaticano de mediados de marzo, para encontrarse con el pontífice. Ahora, su filtración, provocó nuevos chisporroteos en el Frente de Todos.