Con la necesidad de que su gestión pueda levantar vuelo en el año no electoral, el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, comienza la segunda parte de su gestión con un sugerente acercamiento hacia quienes hasta ayer eran enemigos públicos. Con escasas opciones y creatividad para fortalecerse en el ejercicio del poder, terminó volviendo sobre sus pasos y se acerca a un río tan conocido como revuelto: el Senado provincial comandado por el PJ opositor.
Si algo quedó en evidencia en este último tiempo es que Perotti no pudo traducir la victoria de las primarias en política. Aquella paliza de su lista contra Agustín Rossi, en realidad había sido saboreada como una victoria contra los senadores justicialistas encabezado por Armando Traferri, quien colocó a la vicegobernadora, Alejandra Rodenas, como compañera de fórmula de Rossi.
Aún más: fue una victoria contra el núcleo de poder al que el gobernador había enfrentado en los dos años de gestión en una disputa en apariencia sin retorno, dogmática y que revolcó lo institucional. Una pulseada permanente. El resultado electoral suponía una nueva etapa con el gobernador en el centro del PJ y la espalda ancha. Pero del frenesí perottista se pasó a un ‘ni vencedores, ni vencidos’, y el gobernador apretó el botón reset con los vínculos de poder.
Ya sea por conveniencia u obligación para encauzar firme la última parte del mandato, el Presupuesto 2022 fue la parada para el arrimarse a los senadores díscolos que lo acorralaron, junto al radicalismo, ni bien pudieron. Por lo tanto, esperaban este momento con tijeras afiladas y la astucia necesaria para imponer condiciones. Acordaron y salió con moño, aunque luego se frustró en Diputados.
Solamente las partes saben si fue o será circunstancial, si se trata de una etapa de distensión como en la guerra fría, y qué alcances tendrá. Hay factores a tener en cuenta, por ejemplo, que en un año se volverá a hablar de candidatos. Por lo pronto, el problema del gobierno parece ser de política con efectos en la gestión, y para eso requiere asegurarse que no le empantanen el escenario cuando se les ocurra. El paso adelante probablemente tenga que ver con esto.
El ruido
Ese nuevo retorno a lo que hasta hace semanas parecía ser zona prohibida tuvo sus consecuencias internas en el Senado. En primer lugar, fue el acta de defunción del bloque Lealtad, aquel que se había formado, justamente, para ser el brazo armado del gobernador en un terreno donde le habían mostrado los dientes de entrada.
La partida de Marcelo Lewandowski hacia el Congreso le quitó fuerza al bloque de seis, y el acuerdo unilateral por el Presupuesto de Perotti con el resto lo aniquiló. “Bancamos los trapos y ahora quedamos afuera. Es comprensible que tenía que acercarse, pero Lealtad debería haber estado para discutir el Presupuesto”, sostuvo alguien con determinación en el bloque herido.
Ahora parece haber una etapa de replanteo ante el papel de reparto que les tocó aunque con escaso margen. El senador Alcides Calvo votará sí o sí para el gobernador por ser de su riñón. El representante de Santa Fe y cantante de cumbia Marcos Castelló no demostró estar ungido en la política por lo que no parece hacer demasiados replanteos. Ricardo Kauffman no tendría impronta para emprender algo espinoso nuevamente. En tanto, Cristina Berra, Eduardo Rosconi y el reemplazante de Lewandowski, Miguel Rabbia, podrían mantener sintonía oficialista, pero cada vez más autonomía.
Malos conocidos
Hay gestualidades inequívocas, por ejemplo, la relación del gobernador con la vice Rodenas que parece haber salido del freezer y hasta estuvo presente en la reunión con legisladores provinciales e intendentes por la ola de inseguridad de fines de noviembre. El dato es que la ruptura, tal como se podía suponer tras las primarias, nunca llegó. El desembarco del peronista Carlos Bermúdez a la secretaría de Comunicación provincial también es un ejemplo de cierto pacto tácito ya que hasta ahora fue secretario administrativo del Senado y con buen vínculo con Traferri.
Un poco más allá fue el senador Rubén Pirola, integrante al bloque justicialista en cuestión, y apuntó a la lista de gestualidades los cambios en la cúpula de Seguridad. “Miradas sobre las cuales teníamos algunas consideraciones, el gobernador tomó nota y ha tomado decisiones en otra sintonía”, reflexionó en una entrevista con Letra P.
Otra evidencia de época puede ser la salida de Marcelo Sain de la provincia. Si bien el gobernador hacía tiempo no lo sostenía, el avance legislativo con una destitución polémica de su cargo del Organismo de Investigaciones (OI) al que retornó tras su frustrado paso por el Ministerio de Seguridad fue toda una demostración de poder.
Y acá se conecta todo: desde el discurso de asunción, Perotti y Sain hablaron de una estructura político-judicial conservadora o “bloque tradicional de poder”, según el propio gobernador, que embarraba los planes de reforma policial y era garante de un pacto entre el Estado y el delito. Esa idea fue el eje de la gestión en Seguridad hasta hace poco. La pregunta es si se mantendrá o cambiará a la par de los nuevos acuerdos.
Hay heridos de los dos lados, pero la cuestión es saber quiénes cicatrizan. Lo cierto es que el Senado sigue siendo el punto neurálgico de la política santafesina. Es más, si este acercamiento se traduce en un pacto hecho y derecho, nacerá un paradigma: en Santa Fe, el peronismo gobierna unido o no gobierna.